Sesión 4: El desarrollo institucional de la sociología: cuatro décadas de democracia, cuatro décadas de sociología española
Sábado, 2 julio | 11.15 - 12.45 hrs | Aula 007
Coordina: Imanol Zubero. UPV-EHU, Presidente de la Asociación Vasca de Sociología y Ciencia Política
Participan:
Manuel Pérez Yruela, IESA-CSIC
Víctor Urrutia Abaigar, UPV-EHU
Josep María Rotger, UB
Octavio Uña, URJC
Teresa González de la Fe, ULL
Víctor Urrutia Abaigar, UPV-EHU
Josep María Rotger, UB
Octavio Uña, URJC
Teresa González de la Fe, ULL
Notas preparadas para situar(me en) la mesa.
A modo
de resumen:
Aunque
en 1899 Manuel Sales y Ferré se convirtió en el primer catedrático de
Sociología en España, esta temprana
incorporación de la Sociología a la universidad española, producida en unas
condiciones sociales, ideológicas y académicas en principio poco favorables a
nuestra disciplina, habrá que esperar
cuatro décadas hasta que, con la cátedra de Enrique Gómez Arboleya (1954), se
produzca la “refundación” de la Sociología española, y una década más hasta
contar con la primera cátedra de Sociología (Salustiano del Campo, 1962)
totalmente independiente de otras disciplinas con un mayor o menor “aire de
familia”, como la Filosofía Social, la
Ética o el Derecho Político.
La
creación de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad
Complutense en 1973 y la progresiva expansión de la sociología académica por el
conjunto de las universidades españolas, la normalización de la docencia
universitaria con el reconocimiento del profesorado no numerario, la
constitución de la FASEE y la realización del Primer Congreso de Sociología en
1981, resultaron fundamentales para en el proceso de institucionalización de la
Sociología en España a lo largo de la década 1974-1984. En esta “reconquista
del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó un papel esencial
una generación del 56 (Ortí) que
compartía unas condiciones sociohistóricas que se han
transformado drásticamente.
Hoy, tras cuatro
décadas de democracia y de sociología española, ¿cuáles son las experiencias
que están configurando a las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos?
Teniendo en cuenta el decisivo de las universidades en el proceso de
institucionalización de la Sociología, ¿qué consecuencias tienen sobre las
nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos las condiciones de incertidumbre
y precariedad en las que desarrollan su actividad docente e investigadora en
las universidades españolas? ¿Nos enfrentamos también a una “segunda
Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos (materiales y
de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo sociológico en
España? ¿Podemos hablar de una nueva fase en el desarrollo de la
Sociología española, en la que una “nueva transición” histórica, una nueva
generación, unas nuevas problemáticas (o riesgos) sociales, nos llaman a
repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras organizaciones y asociaciones
profesionales preparadas para acompañar esta nueva fase? ¿Será esa sociología académica, que
ha sido tan esencial para la institucionalización de la Sociología española,
capaz de enlazar con el actual “estado del mundo”?
DESARROLLO
[1] Partimos
de la aprobación en 1898, por Decreto-Ley, de un nuevo plan de enseñanza en la
Facultad de Filosofía y Letras de Madrid que incluye en su doctorado la
enseñanza de la Sociología, para lo cual se crea una cátedra que, tras concurso
especial, obtiene el 27 de febrero de 1899 Manuel Sales y Ferré. Influenciado
por el krausismo, el futuro primer catedrático de Sociología en España escribe
en 1881:
“Estamos
siendo testigos de la más profunda revolución porque ha pasado la ciencia desde
el origen de los tiempos. Del reinado de la metafísica, que ha dado dirección
al pensamiento europeo durante más de tres siglos, como antes se le diera a la
teología; estamos pasando al de la investigación experimental positiva […]. La
revolución amenaza ser profunda. Al tiempo que nuevas ciencias pugnan por
nacer, como la psicología-fisiológica o psicofísica, la biología, la
sociología. […] podemos decir que quedará muy poco, si este movimiento triunfa,
de lo que durante tanto tiempo ha constituido la base de nuestro pensamiento.
Todo un mundo se va, el mundo al parecer de lo fantástico, de lo arbitrario, de
lo subjetivo; pero otro mundo adviene, el mundo de lo real, de la ley de lo
objetivo”.[1]
Esta
temprana incorporación de la Sociología a la universidad española es
considerada como una significativa muestra de “la rápida adhesión de nuestro
país a la moderna disciplina sociológica, a pesar de que éste no reuniese las
condiciones sociales, ideológicas y académicas más favorables”.[2]
[2]
A
la muerte de Sales y Ferré en 1910, su cátedra va ser ocupada por Severino
Aznar (1870-1959), teólogo, periodista, y escritor perteneciente a la corriente
del catolicismo social.[3]
Podemos encontrarnos así, desde los primeros pasos de nuestra disciplina en
España, con una suerte de división fundacional en dos corrientes: “De un lado,
la tendencia laicista, que apuesta por la Sociología como instrumento
modernizador, y, de otro, el catolicismo social, que utiliza la Sociología como
brújula en un mundo en transición y como herramienta de construcción de una
sociedad fiel a los valores cristianos”.[4]
A estas dos corrientes o “direcciones de reflexión crítica sobre la sociedad
española”, Ángel Infestas incluye una tercera: “Una corriente obrera, de
orientación anarquista
o socialista, centrada en la emancipación de la clase trabajadora de las
condiciones de vida y de trabajo en la sociedad capitalista emergente”.[5]
Todas estas perspectivas coinciden en una misma característica:“en los
comienzos de la sociología española la distinción entre lo social y lo
sociológico no estaban delimitadas con nitidez, mezclándose frecuentemente las
inquietudes sociales con las preocupaciones teóricas y epistemológicas”.[6]
[3]
Ruptura
que supone la Guerra Civil: tras las primeras cátedras de Sociología de Manuel
Sales y Ferré (1899) y Severino Aznar (1916) transcurren cuatro décadas hasta
la de Enrique Gómez Arboleya (1954).[7]
Con esta cátedra comienza, en opinión de Lamo de Espinosa, la “refundación” de
la Sociología española.[8]
[4]
La
primera cátedra de Sociología totalmente independiente de la Filosofía Social,
la Ética o el Derecho Político, es la de Salustiano del Campo en la Facultad de
Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Barcelona
(1962). Del mismo año es la de José Jiménez Blanco (1962), a las que siguen las
de Enrique Martín (1967), Luis González Seara (1969) y Juan Díez Nicolás,
Amando de Miguel, Carlos Moya y José Castillo Castillo (1971).[9]
[5] Los
análisis sociales impulsados en el seno del Instituto de Estudios Políticos
(fundado en 1944 con el objeto de formar técnicamente a la clase política y de
la administración que el régimen necesitaba) contribuyeron al desarrollo de la
sociología en su versión más aplicada:
“Entre
1963 y 1965, las consecuencias socioideológicas del «desarrollismo» ya en
marcha, inevitables (por más que no queridas por
las fracciones integristas más duras del Régimen), abrían paso, en diversos
sectores, a la expansión de la «investigación sociológica», entre cautelas,
intervenciones censoras y regresiones temporales. De tal modo, las que hasta
entonces habían sido pequeñas «células» y experiencias de «auscultación de la
opinión» (sic), y ensayos aislados de encuestas
generales, poco sistemáticas, y en ocasiones
censuradas en su difusión, o en sus propios inicios, van a dar paso a procesos institucionales de creación de
nuevas «plataformas» y centros, con programas de investigación relativamente
amplios y consistentes. Una expansión (cuantitativa y cualitativa) que venía
impuesta por el propio desarrollo irreversible del importado modelo de
industrialización capitalista europea, en la marcha hacia el Estado de
Bienestar y la sociedad de consumo, exigiendo básicamente la producción de un
mínimo conocimiento general: ¿cuántos somos?, ¿cómo vivimos, consumimos,
pensamos...?, ¿qué niveles diferenciales de desarrollo nos separan?, ¿por qué?,
¿hacia dónde vamos, unos y otros?, etc., etc., etc. Preocupación por el
conocimiento de la realidad social, ahora en transformación acelerada (tan
simple e ingenua como se quiera), que empezaba por el «recuento» y terminaba en
«la prospectiva». Por lo que a pesar de las reticencias del «núcleo duro» del
Régimen frente a una «investigación sociológica (digamos) integral», orientada
hacia el pleno conocimiento de la dinámica y cambiante realidad española, el
propio Gobierno de la Dictadura concluía consagrándola, como fuente de una
información «social» general, en constante renovación, para la Administración
Pública.[10]
[6] A
pesar de todo, la Sociología no dejará de ser vista con recelo: “En un medio
habitualmente opaco la simple función analítico-descriptiva de las ciencias
sociales se percibe como proclamación de lo reprimido o de lo silenciado, casi
como voluntad de denuncia. […] Mientras en todas partes el resultado de la
actividad sociológica es casi siempre una confirmación del status quo, en nuestro país por el contrario, sociólogos y
Sociología parecen tener un aire de peligrosidad progresista”.[11]
[7]
Lo
cierto es que, al margen de recelos y estereotipos, a mediados de los Sesenta
se desarrolla en España una Sociología
explícitamente “crítica” a través de instituciones periféricas a la universidad
como el Centro de Enseñanza e Investigación Sociológica (CEISA) (1965– 1970).
El CEISA nació como “alternativa” a la
suspensión de los cursos de Sociología
que desde 1962 venían impartiendo en la Universidad Central de Madrid (luego
Complutense) José Luis López Aranguren y Enrique Tierno Galván, entre otros,
que en 1965 fueron desposeídos de su condición de catedráticos. A partir de ese
momento los citados cursos fueron sustituidos sustituyeron por la Escuela
Oficial de Sociología. La alternativa a este centro oficial fue CEISA, con un
profesorado entre quienes figuraban, además de los represaliados Aranguren y Tierno,
Truyol, Alvarez Junco, Elías Díaz, Ollero, Maravall, Morodo, Elorza, López Pina,
Tamames, Velarde, Sanpedro, Pradera, Rojo, Pinillos, Amando de Miguel, Jesús
Ibáñez, Alfonso Ortí, Juan Linz, José Castillo, Víctor Pérez Díaz y un largo
etcétera.[12] Como señala uno de sus fundadores: “El
principio básico para el funcionamiento de CEISA era la autogestión y los
participantes en CEISA entendían la sociología como una actividad científica
destinada a desvelar la realidad de los fenómenos sociales, que no podía
confinarse en su análisis, sino que debía proponerse transformarla. En
consecuencia, el propósito de nuestro proyecto no era la formación de los
profesionales que reclamaba el mercado sino la de científicos comprometidos con
la transformación y el progreso social”.[13]
[8] Al
tiempo que todo esto ocurre, se crean los centros de la Iglesia Católica: Facultad
de Sociología de Deusto (1963) y Facultad de Ciencias Sociales León XIII (1964).
[9] Creación
de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad
Complutense en 1973. A partir de ahí, fuerte expansión de la sociología
académica.[14]
[10] Llegamos
a la Transición democrática en situación de “autodidactismo” (los profesores de
Sociología provenían de terrenos como el
Derecho, la Filosofía o la Economía) y “penuria económica” (las clases son
impartidas por PNNs, ausencia de nuevas cátedras).[15]
Como recuerda Alfonso Ortí: “este tipo de
profesores seguimos, en general, sin ninguna remuneración -con dedicación
docente real y creciente-hasta 1968, y sólo a fines de los setenta/principios
de los ochenta se empezaron a cobrar sueldos que posibilitaban una dedicación
exclusiva a la Universidad”.[16]
[11] Esta normalización
de la docencia universitaria constituye un hecho esencial en el proceso de
institucionalización de la Sociología en España. Así, José Jiménez Blanco
considera la década 1974-1984 como la de la
“plena institucionalización universitaria” de la Sociología en España, y
aduce para justificarlo “la consolidación de la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociología, en la Universidad Complutense de Madrid, y de las
correspondientes Facultades en la Universidad de Deusto (Bilbao) y la
Universidad Pontificia de Salamanca (con sede en Madrid, en el antiguo
«Instituto Social León XIII»), […] la ocupación por catedráticos numerarios,
mediante oposición, de las cátedras de «Sociología», de todas las Facultades de
Ciencias Económicas y Empresariales”, así como la enseñanza de Sociología en
diversas Escuelas Universitarias.[17]
Por su parte, María Ángeles Durán considera que “la sociología se ha
institucionalizado en España a través de cuatro canales básicos: los
estudiantes, los editores, los centros de investigación y los promotores
económicos. Las universidades han sido las instituciones en que han confluido
estos canales, y su papel ha sido decisivo”.[18]
[12] Salustiano del Campo
señala el periodo 1962-1971 como el de la “institucionalización” de la
Sociología en España.[19]
Por su parte, Lamo de Espinosa diferencia tres periodos en la
institucionalización de la Sociología en España: 1. Inicio (1943-1953), 2.
Maduración (1961-1979) y 3. Expansión (1981-1991), comenzando éste último
periodo a partir de 1981 con la realización del Primer Congreso de Sociología
de la FASEE y culminando con la creación de un buen número de Facultades de
Sociología en distintas Universidades españolas: “La Sociología española a comienzos
de los años noventa se encontraba ya plenamente institucionalizada en un triple
nivel: académicamente, como una actividad profesional y corporativamente. Su
producción está legitimada y aceptada públicamente y hay una notable demanda de
investigación aplicada. Al tiempo se ha diversificado de modo que hoy
disponemos de escuelas especializadas en casi todas las ramas conocidas”.[20]
à
Teniendo en cuenta el decisivo papel que
se concede a las universidades en el proceso de institucionalización de la Sociología,
¿qué análisis hacéis de la situación actual de nuestra disciplina en las
universidades españolas? Escribe Teresa
González de la Fe:
“El
conocimiento sociológico es producido en condiciones laborales, en la academia
y fuera de ella, cada vez más desreguladas y precarizadas y en competencia
feroz con profesionales de otras ciencias sociales. Por ello, aunque una
primera respuesta a la pregunta del debate es que la sociología sirve para lo
que ha servido desde hace más de cien años y sigue sirviendo hasta el presente,
que no ha sido ni es poco, es insuficiente. Y si la pregunta la hace una
persona joven, con un bachillerato recién terminado y que aún no sabe qué
estudios seguir en la universidad, realmente está preguntando ¿qué puedo hacer
si me dedico a la sociología?, es decir, dónde y cómo se ejerce la profesión de
sociólogo-socióloga, a qué empleos dan acceso las titulaciones de grado y
másteres en Sociología ofertadas en los planes de estudios de las distintas
universidades y catalogados por los colegios profesionales de sociología”.[21]
¿Cómo nos afecta
esta nueva situación? ¿Cómo nos enfrentamos a ella?
[13] Respecto
de esas condiciones de producción del conocimiento sociológico en la actualidad
que describe Teresa González de la Fe (precariedad laboral y competencia feroz
con profesionales de otras ciencias sociales), podemos recordar algo que
escribe Salustiano del Campo:
“Hoy es corriente que los políticos
posen de omniscientes y que los comunicadores lo hagan de intelectuales, pero
ni los unos ni los otros están dotados por su oficio de los conocimientos e
imparcialidad necesarios para cortar buenos trajes que no desfiguren a la
sociedad y, lo que es todavía más importante, que no limiten artificialmente su
capacidad de crecer y desarrollarse. Al sociólogo le corresponde
profesionalmente la tarea de diagnosticar cómo es verdaderamente esa sociedad,
cuáles son sus medidas, rechazar fundadamente lo que no le va y proponer en
forma de opciones lo que puede que le vaya. Todo lo cual solamente quiere decir
que la Sociología es la ciencia de la realidad y que es imprescindible
reivindicar este viejo concepto, sin el cual seremos meros servidores de
ideologías más o menos beneficiosas o perjudiciales, más o menos buenas
pagadoras. El tema de la relación entre sociología y valores, o sociología e
ideologías, o sociología y compromiso, tiene que ser revisado. De otro modo,
nuestra profesión nunca prosperará y llegará incluso a ser menos solidaria de
lo que es hoy. Solamente una concepción clara de lo que es un sociólogo
profesional puede servir para desterrar de ella la charlatanería y el
intrusismo. En este sentido, nunca sobrará la insistencia en la necesidad de
adquirir una buena preparación metodológica, como la que exigen todas las
auténticas ciencias de la modernidad. La ciencia, no se olvide, o usa el método
científico o no es nada”.[22]
[14] Manuel Pérez Yruela
ha advertido del riesgo de una “sociología sin sociólogos”, en la medida en que
“cada vez es más frecuente que otras disciplinas y profesiones vayan ocupando
el espacio que ocupaba o podía ocupar la sociología. O utilicen nuestras
herramientas conceptuales para abordar problemas que bien podríamos abordarlos
nosotros”.[23]
à Esta cuestión tiene que ver con el desdibujamiento del
perfil de la socióloga o el sociólogo en nuestra sociedad. ¿O tal vez nunca
estuvo claro? ¿Qué se puede hacer para que nuestra disciplina se asiente con un
perfil profesional claro?
[15] En su libro ¿Para qué sirve realmente un sociólogo?,
François Dubet señala que en los planes de educación primaria en Francia se
incluye la formación en Sociología.[24]
En 1985, Jiménez Blanco escribía lo siguiente:
“Los
conocimientos que proporciona la Sociología -tanto como teoría general de la
sociedad como sobre la estructura social de cada país- pertenecen a lo que
pudiéramos llamar cultura general del mundo actual, por lo cual sus enseñanzas
deberían impartirse obligadamente en E.G.B. y B.U.P. En la actualidad existen
en ambos niveles unas asignaturas bajo la rúbrica de «ciencias sociales», donde
fundamentalmente lo que se enseña es geografía e historia. Sin negar la
importancia de tales asignaturas, lo cierto es que se suelen encuadrar, en todo
el mundo occidental, en el capítulo de las «humanidades», y se hace flaco
servicio a nuestros jóvenes haciéndoles creer que las ciencias sociales son la
geografía y la historia, en exclusiva. El problema se agrava cuando los
profesores que imparten estas disciplinas se sienten en la obligación de
«alargarse» a la geografía humana, urbana o rural, o a la
historia social, económica y política. Con todos los respetos
para dichos profesores, su formación no les capacita para moverse con seguridad
en los campos especializados de la Sociología, la Economía, la Ciencia Política
o la Antropología. No hay más que examinar los libros de texto que se utilizan
en las enseñanzas de geografía e historia para darse cuenta de lo necesitados
que están nuestros jóvenes de los conocimientos que proporcionan las ciencias
sociales auténticas, conocimientos que ya se imparten en los correspondientes
niveles en los centros educativos de todo nuestro ámbito de cultura. Aquí
procede una reforma a fondo. No es, por otra parte, ilegítimo, sino razonable y
necesario, que los licenciados y doctores de la Facultad de Sociología, así
como los de otras ciencias sociales, accedan a puestos de profesores sobre todo
en los niveles de B.U.P. y C.O.U. Esperamos que la anunciada reforma de las
enseñanzas medias se haga cargo de esta situación”.[25]
à No hemos avanzado nada en este sentido. ¿Podría ser
este un objetivo en los próximos años?
¿Serviría para fortalecer y clarificar la imagen social de la profesión sociológica?
[16] Pero aquí podemos
encontrarnos con esa “miopía profesional” que, según advierte en un más
interesante artículo Clara Guilló, “nos ha dejado la generación anterior y que
no está superada”:
“La
herencia del siglo pasado sobre la Sociología académica y la Sociología de
Mercado. Con frecuencia, vemos cómo a nuevos-viejos problemas sociales les
surgen soluciones profesionales y respuestas intelectuales desde la Economía,
el Trabajo Social, la Psicología, la Historia, las Ciencias educacionales...
Respuestas desde campos donde nosotras y nosotros deberíamos estar trabajando
con una presencia activa, pero ni siquiera somos conscientes que existen. Me
resultaba, y me resulta sorprendente, el gran número de alumnos y alumnas (¡y
profesionales!) que todavía en quinto año de carrera no sabían o saben las
posibilidades de trabajo real que tienen. Hay numerosos campos de conocimiento
y de intervención que se viven como una renuncia al trabajo sociológico, en vez
de cómo una especialización en el ejercicio de la Sociología. Por ejemplo, esto
ocurre respecto al trabajo como agentes altamente cualificados/as: de igualdad
de oportunidades entre mujeres y hombres, de desarrollo local, de cooperación
al desarrollo, de consultoría a organizaciones, de planificación estratégica,
etc. La pregunta es ¿se viven estas y estos profesionales jóvenes como
sociólogas y sociólogas? La respuesta es mayoritariamente no. Se viven como
«técnicos/as», y son «acusados/as» de serlo. Como si por culpa del hechizo del
mercado de trabajo perdiesen todas sus propiedades sociológicas”.[26]
à Me parece muy interesante reflexionar sobre el presente
y, sobre todo, el futuro de la Sociología en España desde esta clave
generacional. En lo que queda de texto, planteo algunas cuestiones al respecto.
[17]
Hace unos pocos años entrevistaban a
Fernando Álvarez-Uría y le preguntaban lo siguiente: ¿Acaso existe un vacío generacional crítico en la galaxia sociológica?
¿A qué puede deberse la retirada crítica de la esfera pública? ¿Hasta qué punto
el campo sociológico en España puede echar en falta prácticas teóricas y
políticas como las de Jesús Ibáñez, Carlos Lerena, Ignacio Fernández de Castro,
por citar algunos ilustres desaparecidos? A lo que el interpelado
respondía: “Creo que lejos de existir un vacío generacional llega una
generación crítica, muy brillante y bien formada, a quienes no les van a poner
las cosas fáciles, por lo que tendrán que pelear. […] El futuro se presenta
difícil, y más que echar en falta grandes nombres de sociólogos -aunque sin
duda los nombres que mencionas fueron en muchos sentidos ejemplares- creo que
será preciso que en el futuro surjan intelectuales colectivos, equipos de
análisis e intervención social que actúen en defensa de la verdad a partir del
rigor epistemológico y metodológico, es decir, a partir de criterios
científicos. El campo científico es un espacio por el que merece la pena luchar
contra los fabricantes de mixtificaciones”.[27]
[18] Alfonso
Ortí ha escrito páginas brillantes sobre el papel esencial que en la lucha por
la “reconquista del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó la
que él denomina generación del 56.[28]
A propósito de esta generación, escribe Ortí: “Los enfoques metodológicos de la
investigación social -sobre todo: cuando son creativos- están siempre
precedidos por una historia ideológica personal del sujeto investigador,
forjada por su forma de implicación en los conflictos sociales básicos de su
época. Y en este sentido, fue nuestra posición común en los conflictos, la
lucha política y la derrota final -como «sujetos (imaginariamente) subversivos»
de la «generación del 56»- frente a la imperante dictadura (burguesa)
franquista, la que acabaría uniéndonos -a Jesús Ibáñez, a Angel de Lucas, y a
mí mismo, entre otros compañeros- en un destino metodológico común”.[29]
Y en otro lugar, continua diciendo Ortí: “Entre 1956 y 1963 (en coincidencia con
la «salida liberalizadora» del «segundo franquismo»)-, los «sociólogos vocacionales
del 56» compartieron, en principio, una misma «causa sociológica general», en
cuanto proyecto institucional necesariamente asociado con la causa de la
libertad política. […] De ahí el carácter profundo y dramático
del renacimiento de esta vocación sociológica, que iba mucho más allá del
interés intelectual por una cierta «forma de saber» o «disciplina», o por un
ejercicio profesional en particular; pues la vocación por conocer mejor la
sociedad circundante se encontraba unida a la aspiración por reconstruir el
derecho democrático de ciudadanía, e incluso de recuperar la identidad
histórica”.[30]
[19] Reflexionando sobre aquellas condiciones
sociohistóricas en las que se formaron las bases y los protagonistas de la
construcción de la Sociología española, plantea Teresa González de la Fe: “Esa
España y esa sociología se han transformado tan drásticamente, especialmente a
partir de la crisis financiera de 2007, que me hago eco de las palabras de
María Ángeles Durán (2010), decana de las sociólogas españolas, cuando preguntaba
en relación a la España de 1980: "«¿Podremos hablar el mismo lenguaje, entenderla del mismo
modo...?», a los
jóvenes asistentes a su primer congreso de sociología en 2010 y los
protagonistas de la España y la sociología de finales del siglo XX. Me temo que
no, sin que ello implique afirmar incomunicación ni ruptura generacional”.[31]
à Hoy, tras cuatro décadas de democracia y de sociología
española, ¿cuáles son las experiencias que están configurando a las nuevas
generaciones de sociólogas y sociólogos? ¿Nos enfrentamos también a una
“segunda Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos
(materiales y de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo
teorético sociológico en España?[32]
[20] En uno de los pocos artículos
escritos desde la perspectiva y la experiencia de las nuevas generaciones de
sociólogas y sociólogos, Clara Guilló plantea lo siguiente:
“Las
condiciones de entrada al mercado de trabajo sociológico que hemos/estamos
padeciendo son las siguientes: pagar cursos de postgrado que incluye pagar por
hacer prácticas, trabajo gratis encubierto de voluntariado en las ONG que
muchas veces son empresas encubiertas, trabajo en prácticas de 40 horas
semanales remuneradas como si fuesen 10, becas que no cotizan a la Seguridad
Social de pago impuntual, y chantaje (trabajo gratis a cambio de reconocer tu
nombre en la publicación o difusión del trabajo). En cuanto a otras condiciones
laborales y de permanencia, compartimos también algunos rasgos: sobrecarga
(pluriempleo) debido a la baja remuneración y a la temporalidad de las
contrataciones (por cortos intervalos de tiempo, inestables); participación en
ámbitos no estratégicos de las investigaciones, ni en la definición de los
trabajos; escasa promoción, escaso reconocimiento; y en el caso de becarias/os,
el hecho de que han de serlo más allá de los 35 años, entre cuyas
responsabilidades laborales se incluye dedicarse a las necesidades de apoyo de
la catedrática/o de turno, o jefa/e de departamento, independientemente del
proyecto por el que objetivamente fueron contratadas/os. Y finalmente, una
falta de control sobre el uso del producto final que a veces nos plantea
problemas éticos. Así pues, también tenemos una situación de partida común
sobre la precariedad en todos los ámbitos profesionales”.[33]
à ¿Podemos hablar de
una nueva fase en el desarrollo de la Sociología española, en la que una “nueva
transición” histórica, una nueva generación, unas nuevas problemáticas (o
riesgos) sociales, nos llaman a repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras
organizaciones y asociaciones profesionales preparadas para acompañar esta
nueva fase?
Para finalizar, dos reflexiones:
[21] Escribe Manuel
Martín Serrano: “Nacida a destiempo, la sociología académica ha tenido en
España una influencia comparativamente mayor en el cambio social.
Institucionalizada a contratiempo, cuando de la integración epistemológica se
pasa al intento de fragmentar todas las ciencias humanas y sociales, ha podido
mantenerse comprometida con la razón, con la ética y con las necesidades
colectivas con mayor facilidad que en otros países”.[34]
Y lo explica así: “Si la refundación de la sociología académica en España fue
en el destiempo (1960-1972), su consolidación ocurrió a contratiempo
(1973-1990). El periplo de la sociología académica española ha pasado desde una
época en la que a las ciencias sociales se las concebía como agentes del cambio
histórico a otra en la que se las quiere sacar de la historia. Es por esto por
lo que afirmo que, en su corta existencia, ha transitado del tiempo de las
utopías al de la contrautopía”.[35]
Para terminar
con una llamada al optimismo activo:
“Tres
revoluciones científico-técnicas precedentes se han encargado de poner en
evidencia la falacia progresista. La innovación tecnológica, por sí sola, no ha
traído más libertad ni mejorado la condición humana. Si se quiere que el saber
y la creación expresen las necesidades materiales, cognitivas y sociales de los
sujetos y de las comunidades habrá que seguir manteniendo la vocación utópica
de las ciencias sociales. En esta coyuntura la utilización de paradigmas teóricos
y éticos para analizar los fenómenos sociohistóricos y para la enseñanza de las
ciencias sociales vuelve a ser práctica de oposición el totalitarismo. Nuestro país ya está en su espacio y
vive en su tiempo. La sociología académica también. Ha llegado a su ser como
obra de vocación, abocada al saber que vertebra y regenera. Una razón de ser
que le abre al futuro. Podría asumir un papel importante en la reconstrucción
del conocimiento sociohistórico y crítico; ya que ha acumulado experiencia en
la integración de la práctica con la teoría y de ambas con la ética. Por eso la
sociología académica en España puede enlazar fácilmente con ese pensamiento
macrosociológico que siempre ha regresado a los textos y a las aulas. Y que
ahora se reinicia, cuando el estado del mundo ya se ha encargado de desmentir
la concepción de la sociedad y del conocimiento, que desde hace un cuarto de
siglo ha tratado de imponer la contrautopía progresista posmoderna”.[36]
à ¿Será realmente capaz esa sociología académica que,
como hemos visto, ha sido tan esencial para la institucionalización de la
Sociología española, de enlazar con el actual “estado del mundo”?
[22] Lamentaba Manuel
Pérez Yruela: “No somos una comunidad científica que dialogue mucho entre sí a
través de las revistas en las que publicamos”. No nos citamos, decía como
ejemplo de esta ausencia de diálogo. “¿Qué comunidad científica podemos crear
si no nos reconocemos entre nosotros mismos?”.[37]
à Además de ese diálogo y reconocimiento científico,
necesario sin duda, ¿no tenemos un déficit mayor de identidad en cuanto
comunidad científica?
[1] Gregori Siles y Ramón Flecha,
“Recordant Manuel Sales i Ferré: pensament i obra intel·lectual”, Raïls, 27, 2011. http://www.raco.cat/index.php/Rails/article/viewFile/244054/364770
[2] Pedro José Mesas de Román, “Reseña
de Historia de la Sociología española,
La Institucionalización de la Sociología
(1870-1914) y Perfil de la Sociología
española de Salustiano del Campo, Revista
Española de Investigaciones Sociológicas, 96, 2001, 299-310. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_096_15.pdf
[3] Julio Seoane, “El pensamiento
psicológico y social en España”, Psicología
Política, 38, 2009, 97-128. http://www.uv.es/seoane/publicaciones/El_Pensamiento_Psicologico_y_Social_en_Espana.pdf
[4] Pedro José Mesas de Román,
“Reseña…”. Aunque este autor sitúa entre ambas, “tratando de huir de la
instrumentalización de la disciplina, un cultivo académico de la misma
preocupado por su desarrollo e institucionalización”, que a su juicio arranca
con Sales y Ferré y que se retoma definitivamente a partir de Gómez Arboleya.
[5] Ángel Infestas, “Los comienzos de la
Sociología española”, La Arbolafia,
3, 2015, 159-160. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-LosComienzosDeLaSociologiaEspanola-5138026.pdf
[6] Ángel Infestas, “Los comienzos de la
Sociología española”, 159.
[7] Pedro Sánchez Vera, “Antecedentes de
la Sociología en la Universidad de Murcia”, Anales
de Derecho, 21, 2003, 253-282. http://revistas.um.es/analesderecho/article/view/57421/55311
[8] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología
en España”, en S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres (eds.), Diccionario de Sociología, Alianza,
Madrid 1998, p. 742.
[9] Sánchez Vera, “Antecedentes de la
Sociología en la Universidad de Murcia”.
[10] Alfonso Ortí, “Veinticinco años
después: el oficio de sociólogo en la España plural”, Revista Española de Sociología,
7, 2007, 40. http://www.uv.es/santos/texto%20A.%20Ort%C3%AD.pdf
[11] José Vidal-Beneyto, 1973, citado en
Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”.
[12] Sánchez Vera, “Antecedentes de la
Sociología en la Universidad de Murcia”. Alfonso Ortí, “En el margen del centro: la formación de la
perspectiva sociológica crítica de la generación de 1956”, Revista Española de Sociología, 1, 2001, 156-158. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/09%20(1).pdf
[13] José Vidal-Beneyto, “El CEISA, un
ejemplo de resistencia intelectual”, Le
Monde Diplomatique, diciembre 2009. http://www.medelu.org/IMG/pdf/CEISA_VIDAL-BENEYTO_p26.pdf
[14] Josep A. Rodríguez, “La sociología
académica”, Revista Española de Investigaciones
Sociológicas, 64, 1993, 175-200. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_064_09.pdf
[15] “La sociología española, entre el autodidactismo y la penuria económica”, El País 12/08/1978. http://elpais.com/diario/1978/08/12/sociedad/271720811_850215.html
[16] Alfonso Ortí, “Veinticinco años
después”, 42.
[17] José Jiménez Blanco, “Diez años de
sociología en España (1974-1984)”, Cuenta y razón, 19, 1985,
133-142.
[18] María Ángeles Durán, “La actual
institucionalización de la sociología en España”, en S. del Campo (coord.), Historia de la sociología española,
Ariel, Barcelona 2001, 320.
[19] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo
en España”, Reis: Revista española de investigaciones sociológicas,
Nº 98, 2002, pp. 21-36. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_098_04.pdf
[20] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología
en España”, 744.
[21] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, Revista Española de Sociología, 22, 2014, 138. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(2).pdf
[22] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo
en España”.
[23] Manuel Pérez Yruela, “La sociología
hace treinta años…”, 144.
[24] François Dubet, ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? , Siglo XXI, Buenos Aires
2015.
[25] José Jiménez Blanco, “Diez años de
sociología en España (1974-1984)”.
[26] Clara Guilló, “De la Sociología
precaria y clandestina a la Sociología crítica y transformadora”, Revista
Española de Sociología, 7, 2007, 81-82. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/05%20(1).pdf
[27] Raimundo Cuesta, “Entrevista a
Fernando Álvarez-Uría”, Con-Ciencia
Social, 17, 2013, 101-114. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-EntrevistaAFernandoAlvarezUria-4498726.pdf
[28] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 119-166.
[29] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 129.
[30] Alfonso Ortí, “Veinticinco años
después”, 33-35.
[31] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, 137.
[32] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 138.
[33] Clara Guilló, “De la Sociología
precaria …”, 85.
[34] Manuel Martín Serrano, “La vocación
de la sociología académica española. Desde el tiempo de las utopías al de la
contrautopía”, Revista Española de
Sociología, 6, 2006, 107. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/06.pdf
[35] Manuel Martín Serrano, “La vocación
de la sociología académica española”, 111.
[36] Ibid., 112-113.
[37] Manuel Pérez Yruela, “La sociología
hace treinta años, la sociología dentro de treinta años”, Revista Española de Sociología, 15, 2011, 138-139. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(3).pdf
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