lunes, 14 de noviembre de 2016

Calls for papers: INGURUAK y DOCUMENTACIÓN SOCIAL



Desde la Revista de Sociología y Ciencia Política INGURUAK abrimos una nueva convocatoria para la recepción de artículos y notas de investigación.
La fecha límite para la recepción de artículos es el 1 de marzo de 2017
El envío de manuscritos debe realizarse a través de la plataforma web (sistema OJS): http://www.inguruak.eus/. Solamente se admitirán los manuscritos que cumplan las normas de edición de la Revista.
Se ruega difusión a profesionales, profesores/as, investigadores/as y estudiantes de postgrado, máster y doctorado.
Muchas gracias,

Soziologia eta Zientzia Politikoaren INGURUAK Aldizkariak artikuluak eta ikerketa oharrak biltzeko deialdi berria zabaldu du.
Artikuluak eta ikerketa oharrak jasotzeko epe muga 2017ko martxoaren 1a da.
Bidalketa http://www.inguruak.eus/ web plataformatik (OJS sistema) egin beharko da. Soilik onartuak izango dira Aldizkariaren argitalpen-arauak betetzen ditzaten artikuluak eta ikerketa oharrak. 
Deialdi hau, profesionalen, irakasleen, ikerleen eta baita gradu-ondokoen, eta master eta doktorego ikasleen artean hedatzea eskatzen dugu.
Eskerrik asko.



Desde la revista Documentación Social nos ponemos en contacto contigo para informarte que iniciamos un proceso de recepción y selección de propuestas de artículos para un número de la revista Documentación Social (Ver Web) dedicado al CAMBIO CLIMÁTICO Y A LA CRISIS SOCIOAMBIENTAL 
La coordinación del número será realizada por Eduardo López y Martín Lago (Cáritas Española). 
Te adjuntamos un archivo en el que explicamos tanto las temáticas a abordar como el procedimiento de trabajo propuesto (Call for papers Cambio climático y crisis socioambiental.pdf). 
Como podrás comprobar en el mismo, la fecha tope para la entrega de los resúmenes de las propuestas es el 25 de noviembre de 2016. 
Te adjuntamos también las característicos de aquellos artículos que solicitaremos a los autores de las propuestas seleccionadas por el Consejo de Redacción de la revista (Normas de publicación Monográficos Documentación Social.pdf). 
Esperamos que resulte de tu interés y te rogamos la máxima difusión de esta información. 
Recibe un afectuoso saludo.

sábado, 15 de octubre de 2016

Julio Alguacil in memoriam


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Hoy nos ha dejado Julio Alguacil, un insustituible. La terrible e injusta enfermedad de nuestros tiempos se ha llevado a quien merecía mucha más vida que seguir regalando. Nos deja el compañero de la asociación de vecinos, el montañero impensable, el profesor de Universidad, el investigador de referencia, el amigo, el padre, el compañero.
La historia de su vida intensa está llena de compromisos: en el PC, en IU, en Podemos, en los movimientos sociales, especialmente en el vecinal. Y en todos ellos dejó su dedicación y su optimismo, ese optimismo del “ir haciendo”, de no dejarse perturbar por las desilusiones y desencuentros que la práctica organizativa va produciendo. Ahí seguía, como uno más, en La Incolora, asociación de vecinos de Villaverde, su barrio de siempre.
Ese vínculo con el movimiento social ha sido una constante en su vida social y profesional. Julio ha sido durante años profesor de sociología en la Universidad Carlos III de Madrid.
En su currículo académico constan una buena cantidad de obras, artículos, libros y contribuciones sobre los movimientos sociales; sobre el tercer sector; sobre la sociedad y la administración relacional; sobre la participación ciudadana y el poder local; sobre presupuestos participativos; sobre la degradación social de los entornos urbanos y sobre perspectivas de un nuevo urbanismo; o un impulsor avant la lettre de la lógica antropológica del decrecimiento, un defensor en la teoría y en la práctica del “vivir sencillo”.
Julio Alguacil es un intelectual de referencia en el espacio de investigación y de propuesta de la participación ciudadana, un creador de sentido. Su obra ha sido y será utilizada con un propósito que no está al alcance de muchos: para intentar cambiar y mejorar las cosas. En la obra de Julio es posible distinguir no solo el rigor exigible a la investigación académica, también el compromiso con el objeto de estudio, la evidencia de que nuestra voluntad de ser objetivos no debe estar reñida con una actitud intelectual lejos de una neutralidad que no existe.
Julio deja una buena cantidad de aportaciones sobre la administración relacional, sobre el significado profundo de la participación política, sobre las oportunidades de cambio en el ámbito local, sobre las oportunidades para un nuevo urbanismo, sobre la comprensión de la ciudad como un territorio de confrontación de proyectos donde late, con la misma intensidad que en otros ámbitos, el conflicto social, la confrontación de intereses.
Como investigador y académico Julio estaba muy lejos de esa comprensión cuantitativista, edulcorada y ajena de la investigación social. Fue, en esto también, un hombre coherente y consecuente. Con toda seguridad ese compromiso suyo “desde abajo”, esa ambición que no ambicionaba más que estar y hacer, ha sido un legado vital en una obra intelectual vibrante y comprometida.
Durante años Julio ha participado en proyectos de investigación-acción que tenían por objetivo suministrar conocimiento y herramientas a administraciones locales. Este es un aspecto reseñable de su obra, la evidencia de un compromiso con la práctica que sirve, también, para entender la vitalidad de sus textos, su inserción en los conflictos reales.
Julio era un montañero impenitente, un incansable andarín. Pero hasta en esto hizo del placer un acontecimiento social: La incolora organizaba regularmente excursiones por las que habremos pasado centenares de personas. La alegría de disfrutar del campo o la montaña eran más alegría y más real sin se hacían en grupo, si congregaba a amigos y conocidos.
Será muy difícil para los que le conocimos olvidar su sonrisa y su bonhomía. Para muchos Julio era la encarnación de eso que Machado quiso decir de si mismo: “soy en el buen sentido de la palabra, bueno”. En todos los lugares dejó esa generosidad y gentileza de quien regala lo que tiene sin hacer contabilidad emocional del intercambio.
Julio deja una familia maravillosa que han sido su referencia, Concha, Aitana y Vera pierden un gran padre y compañero. Los demás, muchos, un amigo entrañable y cariñoso al que hemos querido y al que recordaremos. Hoy es un día triste y amargo.
Hablaba Neruda de la muerte como un transitar del corazón por un lugar oscuro, oscuro, como un naufragio hacia dentro. Hoy Julio se nos ha ido, pero en ese viaje sabe que se lleva el calor, el amor, de decenas, de centenares. No caminas solo, amigo. Descansa en paz Julio.

viernes, 14 de octubre de 2016

Quienes defienden la legalización de la prostitución no se han enterado de nada

Kajsa Ekis Ekman: Quienes defienden la legalización de la prostitución no se han enterado de nada

Kajsa Ekis Ekman es una periodista y activista sueca autora de diferentes trabajos sobre la crisis financiera y los derechos de los mujeres. Crítica con el capitalismo, trabaja actualmente para el periódico Dagens Nyheter. Recientemente ha publicado el libro Being and being bought, que ya ha sido traducido al francés L’être et la merchandise. Kajsa espera que su obra aparezca el próximo año en España. Ha vuelto a Barcelona, donde vivió durante dos años, para participar en las jornadas Radicalment feministes, organizadas por Xarxa feminista y celebradas en el campus de la Ciutadella de la Universitat Pompeu Fabra entre el 3 y el 5 de junio.

¿Cómo le explicarías la prostitución a un extraterrestre?
¿A un extraterrestre? Entonces tampoco sabría qué es el capitalismo, ni tampoco el patriarcado. Porque la prostitución se encuentra justo ahí, en la intersección entre dos sistemas de opresión que son el capitalismo y el patriarcado. En el capitalismo el pobre existe para enriquecer y satisfacer al rico. Y según el patriarcado, la mujer existe para satisfacer al hombre. Ahí está la prostitución.
En la prostitución hay dos personas: una que quiere tener sexo y otra que no quiere. La que quiere paga a una persona que no quiere.

En alguno de tus escritos defiendes que la prostitución es incompatible con el Estado democrático.
La pregunta sería ¿es que el patriarcado sería compatible con un Estado democrático? ¿Es que el capitalismo es compatible con un estado democrático? Son preguntas más bien abstractas.
Pero yo diría que la prostitución supone una violación de los derechos humanos. Porque sabemos por las estadísticas que es la forma de vida más brutal y más mortal que puede tener una mujer.
Las mujeres que viven en la prostitución tienen una tasa de mortalidad cuarenta veces más alta que la de las mujeres que están fuera de la prostitución. De hecho, un estudio publicado en Canadá concluía que para una mujer era mucho menos peligroso vivir sin techo o caer en la drogadicción que entrar en la prostitución. Y eso no cambia con la legalización porque vemos que desde 1999, cuando Suecia introdujo la ley contra la compra de sexo, no ha muerto ni una sola mujer en la prostitución a manos de un cliente o de un proxeneta, mientras que en Alemania, en este mismo período, han muerto setenta mujeres por esta causa. No podemos seguir manteniendo este modelo de prostitución y fingir que estamos defendiendo las vidas y la salud de las mujeres.

Y sin embargo hay muchos movimientos progresistas que defienden la legalización de la prostitución…
Es que no entienden nada. Yo pienso que muchos se creen tolerantes, se creen abiertos y utilizan la prostitución como un adorno para demostrar que son muy progresistas. Lo ven como algo moderno.
Pero si realmente sabes lo que es la prostitución, conoces ese mundo, ves las consecuencias que tiene, entonces no puedes dormir bien por las noches estando en favor de la prostitución.
Lo que realmente me ha sorprendido siempre de ese discurso pro trabajo sexual es que nunca hablan del hombre, nunca hablan del cliente. Es como si no existiera. Sólo hablan de la trabajadora sexual, pero ¿qué es lo que hace en su trabajo? Y el papel del cliente se olvida.
Eso es precisamente lo bueno del modelo sueco. Que se focaliza justamente en la demanda, en lo que hace el hombre. Tú no tienes derecho a comprar sexo. Justamente, la lógica de la ley es que la prostitución no es compatible con la igualdad entre hombre y mujer. Hay una visión más amplia. No se trata solo de considerar a la prostituta como una víctima, sino de mostrar que aquello que hace quien compra sexo afecta a todas y a todos los miembros de una sociedad. A su mujer, a su hija, a las relaciones entre hombre y mujer en toda la sociedad.

Sin embargo vemos a menudo campañas en favor de la legalización de la prostitución. Incluso para muchos medios de comunicación, sus anuncios constituyen una de sus formas de financiación.
Si. Por suerte en Suecia ya no tenemos ese problema. No puedes publicar un anuncio, eso sería proxenetismo, y el diario y sus responsable sería juzgado e incluso encarcelado por proxeneta, porque estás viviendo de la venta del cuerpo de una mujer.

Y volviendo al tema de la venta del cuerpo de una mujer tenemos el tema de la maternidad subrogada….

Es un poco lo mismo y lo opuesto a la vez. Es la vieja idea de la puta y la virgen. Ahí tenemos lo que es la prostitución y los vientres de alquiler. Son dos cosas que se han convertido en industrias mundiales.
En mi opinión la prostitución y los vientres de alquiler son lo mismo, solo que en este último caso no sólo se vende una mujer, también se vende un niño. La madre recibe el dinero en el momento en que entrega a su niño. Si eso no es trata de niños, no sé que debe serlo.
Volvemos un poco a la perversión de convertir estos temas en algo progresista. Hemos hablado de la prostitución, pero cuando hablamos de vientres de alquiler hablamos también del derecho de padres homosexuales a poder tener un hijo.
El capitalismo no es tonto. Sobrevive porque se adapta y siempre es capaz de crear nuevas campañas de publicidad. En este caso es lo que ha hecho a partir de los años sesenta y setenta; se ha apoderado del discurso progresista. Y ahora está utilizándolo para defender temas como la prostitución o la esclavitud. Ya no dicen que es algo natural o biológico. Ya no hablan de las prostitutas, como lo hacían en los tiempos de las colonias respecto a las personas nacidas en ellas, como seres inferiores. Han cambiado el lenguaje, lo han adaptado.
Pero la industria de la prostitución no ha cambiado. Quienes compran son los mismos. Todo funciona de la misma manera que hace cien años. Existe esclavitud dentro de la prostitución, es lo que antes se llamaba trata de blancas y ahora simplemente trata. Pero es lo mismo.

¿Cómo se corta este círculo? ¿Cómo se puede conseguir que la gente deje de recurrir a la prostitución? Y por otro lado ¿Cómo conseguir que las mujeres que ejercen la prostitución puedan abandonarla?
Hay lugares, como Inglaterra, que no tienen la ley sueca, pero si descubren a alguien que compra sexo, le hacen ir a un curso de sensibilización que le ayude a entender lo que hace. Pero esto no funciona. Luego sigue haciendo lo mismo.
En Suecia solo recibe una multa, pero eso ya es algo, porque ese hombre, que es un ciudadano, que tiene una familia y un buen empleo, entiende que lo que tiene es un problema con la policía. Es la manera de hacerle entender que aquello que ha hecho no está bien.
No es la multa en sí, que viene a ser parecida a una sanción de tráfico, es el hecho de recibir una carta en casa y que su mujer, o su hija, pregunten qué es eso. Es hacerle enfrentar a las consecuencias de sus propios actos. Y ahí es donde la cosa realmente cambia.
Tampoco se trata de hacer como en los Estados Unidos y de poner fotografías en los diarios, no se busca un escarnio público, pero sí que los actos realizados tengan alguna consecuencia.

Y sobre cómo ayudar a alguien a poder salir, porque estamos hablando de mafias y, desgraciadamente en este país, también hay una cierta connivencia social…
Hablamos de diferentes grupos y depende mucho de la causa por la cual una persona entra en la prostitución. En Suecia tenemos muchas prostitutas que son inmigrantes, que han sido traídas por las mafias. Aquí estamos hablando de una operación grande. Estamos hablando también de pobreza, de no tener papeles, de no tener educación, de no hablar el idioma… Estamos hablando de recursos económicos.
Cuando hablamos de muchas suecas que ejercen la prostitución, e imagino que debe de ser parecido aquí, no siempre son las causas económicas las más importantes. A menudo nos encontramos con traumas, como haber sido violada durante la infancia, o no tener casa…
Hablamos de otros factores. Yo creo que cada caso es individual, pero debe haber centros de acogida, como los que tenemos ya en Suecia, en los que puedas encontrar todo lo que necesites para poder salir: ginecólogo, educación, ayuda para encontrar trabajo, porque ¿qué vas a hacer si has estado treinta años ejerciendo la prostitución y quieres otra cosa? ¿Qué haces cuando te piden tu currículum? Ahí es donde es necesario que esté alguien capaz de ayudarte.
Es necesario un apoyo público y a nivel estatal. En muchos lugares este apoyo lo realizan grupos cristianos. Eso es un poco problemático, aunque hagan un buen trabajo, porque detrás está muchas veces el gancho de tener que creer en Dios. Esta salida debería de ser posible para todos, con independencia de sus creencias.


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miércoles, 12 de octubre de 2016

CIVERSITY Working Papers

En el grupo de investigación CIVERSITY hemos decidido impulsar una línea de publicación de documentos de trabajo en abierto que nos permita dar salida y compartir textos de comunicaciones, conferencias, trabajos en progreso, etc. Los documentos cuentan con ISSN y el primero de ellos lo firmo yo mismo: Derecho de los cuidados, servicios sociales y políticas públicas. Esperamos dar continuidad a esta iniciativa y, sobre todo, que los trabajos que vayamos publicando os resulten de interés.



viernes, 7 de octubre de 2016

¿Cómo medir el desempeño en la actividad docente e investigadora?

La semana pasada un grupo de alumnas y alumnos del Grado de Sociología se acercó hasta mi despacho y me regalaron un libro con una cariñosa dedicatoria. Les ruego me disculpen que lo haga público, pero creo que van a entender por qué lo hago.


 


Al placer que para mí ha supuesto compartir con ellas y ellos muchas horas, tanto en el aula como fuera de ella (en seminarios, congresos, conversaciones y encuentros inesperados) se añade ahora la emoción de su generoso reconocimiento. Un reconocimiento que valoro, ¡no saben cuanto!, pero que al tiempo considero inmerecido: hace años que pienso y siento que el momento de entrar en el aula y de encontrarme con mis alumnas y alumnos es lo único que me reconcilia con una universidad cada vez más extravíada por los caminos de la "excelencia" y la "normalización pedagógica", de los "rankings" y de los "impactos". Son muchas y muy fundadas las críticas hacia esta deriva (por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí). Deriva que ha provocado múltiples perversiones, entre las que destaca la aparición de una floreciente "industria de la acreditación", con un corpus de expertos en los arcanos de la justificación de méritos que se ofrecen a orientar, previo pago, sobre la mejor manera de "colocar" artículos en las revistas de mayor impacto, o de "presentar" los currículums de manera que resulten más atractivos para las comisiones de evaluación.

Hacía ya tiempo que venía comentando con compañeras y compañeros de diversos departamentos, tanto  de mi universidad como de otras, la ingeniosa y profunda reflexión crítica que el catedrático de Antropología de la Universidad de Yale, James C. Scott, hace de esta burda mecánica de evaluación en su libro Elogio del anarquismo (Crítica, Barcelona 2013, pp. 146-167). Confiando en la benevolencia del libertario Scott, me permito reproducir algunos fragmentos de esa crítica:

Fragmento 23. ¿Y si...? Una empresa de auditoría fantasma 

¿Me acompaña el lector en una breve fantasía? El año es 2020. Richard Levin, el rector de la Universidad de Yale, se aca­ba de retirar tras un largo y brillante mandato y ha declarado que 2020 es el «Año de la Visión Perfecta». Todos y cada uno de los relucientes edificios han sido reconstruidos, los estudiantes son cada vez más precoces y consumados, y están más sindica­dos, que en 2010; la publicación que ahora fusiona a US News & World Report y Consumer Reports ha clasificado a la Univer­sidad de Yale con el número 1 en el ranking global, ahí arriba, junto a los mejores hoteles, coches de lujo y segadoras. Bueno, casi en el ranking global, porque parece que la calidad del profe­sorado, tal como se refleja en los trascendentales rankings, ha caído. Los competidores de Yale sacuden la cabeza ante este des­censo, y los que saben leer entre las líneas de las declaraciones aparentemente serenas de la Corporación Yale pueden detectar un pánico creciente pero, por supuesto, siempre decoroso. 

El nombramiento de la sucesora de Levin, Condoleezza Rice, la exsecretaria de Estado, que en el reciente pasado ha llevado a cabo una sensata racionalización de la Fundación Ford con crite­rios empresariales, es uno de los indicadores de la preocupación que reina en la corporación. […] La rectora Rice no ha sido elegida por su sim­bolismo, sino por la promesa que representa: la promesa de con­ducir una total reestructuración del profesorado utilizando las técnicas más avanzadas de gestión de calidad; técnicas perfeccio­nadas desde sus rudimentarios inicios en las Grandes Écoles de París a finales del siglo XIX, encarnadas no solo en la revolución en Ford de Robert McNamara, y más tarde, en la década de 1960, en su trabajo en el Ministerio de Defensa, sino también en la revolución de Margaret Thatcher con respecto a la gestión de política social y de educación superior en el Reino Unido en la década de 1980; y refinadas por el desarrollo de la medición nu­mérica de la productividad de los individuos y de las unidades en la gestión industrial; técnicas que el Banco Mundial haría evolu­cionar todavía más, […] y que han llegado por fin, con un cierto retraso, hasta las universidades de la Ivy League.
[…] Fue el exhaustivo plan de la doctora Rice para la mejora a gran escala de la calidad del profesorado, o, para ser más precisos, para mejorar la posición del profesorado en los rankings nacionales, lo que convenció a la corporación de que la doctora Rice era la respuesta a sus plegarias. […] 

El plan de la doctora Rice, nos explican nuestra fuentes, era de una engañosa sencillez. Propuso utilizar los métodos científi­cos de evaluación utilizados en otros ámbitos académicos, pero aplicándolos, por primera vez, de un modo realmente exhaustivo y transparente. El sistema giraba en torno a los índices de cita­ción: el Arts and Humanities Citation Index (índice de citación de artes y humanidades), el Social Science Citation Index (índice de citación de ciencias sociales) y el abuelo de todos ellos, el Science Citation Index (índice de citación científico). Por supuesto, con qué frecuencia los autores de un campo citaban el trabajo de otro de su mismo campo eran cifras que ya se consultaban de vez en cuando en las evaluaciones de cara a un ascenso o a una pro­moción, pero, si le daban el puesto de rectora, la doctora Rice proponía sistematizar y hacer más completo este método de eva­luación objetiva. Los índices de citación, insistió, igual que las máquinas que cuentan votos, no tienen favoritos; son incapaces de parcialidad, consciente o inconsciente; y representan la única medición impersonal que permite juzgar la distinción académica. Por lo tanto, a partir de aquel momento, los índices de citación serían el único criterio para la promoción, el ascenso y la conce­sión de plazas de profesor titular. Si Rice conseguía acabar con el carácter permanente de las plazas, los índices de citación tam­bién servirían de base para la destitución automática de un pro­fesor numerario cuya pereza y poca visibilidad le impedían al­canzar las normas de citación anual (NCA, para abreviar). 
[…] Se equipará a todo el profesorado con un gorrito digitalizado. Tan pronto como el modelo haya sido diseñado, con los colores distintivos de Yale, azul y blanco, y los gorros puedan ser fabri­cados en condiciones humanas, no esclavistas y sin utilizar mano de obra infantil, se les exigirá a todos los profesores que los lle­ven mientras estén en el campus. En la parte delantera del gorro, sobre la frente, una pantalla digital, similar a la de un taxímetro, mostrará la cifra total de citaciones de este investigador en tiem­po real. A medida que los centros de recuento de citaciones total­mente automatizados registren nuevas citaciones, estas citacio­nes, transmitidas vía satélite, serán enviadas automáticamente al lector digital del gorro. Llamémosle Public Record of Digitally Underwritten Citation Totals (registro público digital certifica­do del total de citaciones), que produce el útil acrónimo de PRODUCT. Rice hace aparecer la imagen de la excitación que sentirán los estudiantes que escuchan embelesados la clase ma­gistral que está impartiendo un brillante y famoso profesor cu­yo gorro, mientras habla, no deja de zumbar y en el que, ante la vista de los alumnos, se va acumulando el total de citaciones. Mientras tanto, en el aula de al lado, los alumnos observan con preocupación la pantalla inmóvil del gorrito del avergonzado profesor que tienen delante. ¿Qué aspecto tendrá el expediente académico de los alumnos cuando el total acumulado de citacio­nes de los profesores a cuyas clases han asistido sea comparado con el total acumulado de sus competidores para entrar en las escuelas de posgrado o profesionales? ¿Han estudiado con los mejores y los más brillantes? 
Los estudiantes ya no tendrán que depender de los rumores y de lo que les dicen sus amigos, testimonios siempre falibles, o de los prejuicios de un crítico del curso. La «nota numérica de cali­dad» de su instructor estará ahí, a la vista de todos y para que todos juzguen por sí mismos. Los profesores no numerarios ya no necesitarán temer el capricho de sus colegas numerarios y ti­tulares. Un criterio único e indiscutible de los logros del profesor proporcionará, igual que un recuento de goles, una medida de calidad y un objetivo claro y nada ambiguo hacia el que dirigir la ambición. En opinión de la rectora Rice, el sistema resuelve el sempiterno problema de cómo reformar los departamentos que languidecen en los desvanes de sus disciplinas y se convierten en bastiones de un rígido patrocinio. Esta medida de estatus profe­sional, transparente e impersonal y que le da cuentas al público, será utilizada a partir de ahora en sustitución de los comités de promoción y de contratación. 
¡Piensen en la claridad! Lo único que tendrá que hacer un se­lecto panel de distinguidos profesores (seleccionados según el nuevo criterio) será fijar los techos de citaciones: para la renova­ción, para el ascenso a profesor asociado, para el nombramiento de numerario, y uno más para el rendimiento posterior a la ocu­pación de la plaza de numerario. Después, y una vez la tecnolo­gía del gorro haya sido perfeccionada, el proceso quedará total­mente automatizado. Imagínense una profesora de ciencias políticas de las que marca tendencias y a quien se cita mucho, la doctora Tecla Nunca Parada, que está dando su clase magistral en una gran y abarrotada aula de la universidad. De repente, y porque un desconocido investigador acaba de citar su último ar­tículo en la Revista de Recónditas Investigaciones Recientes y que, por pura casualidad, esta es la citación que supera su techo y la eleva al siguiente nivel, el gorro reacciona de inmediato y anuncia la buena nueva lanzando destellos blancos y azules, acompañados al mismo tiempo con la música del Boola-Boola [himno con el que los hinchas jalean a los equipos deportivos de la Universidad de Yale] Los estudiantes, al darse cuenta de lo que acaba de ocurrir, se ponen en pie y le dedican un aplauso a su profesora por su ascen­so. Ella se inclina con modestia, contenta y avergonzada al mis­mo tiempo por el revuelo creado, y prosigue con su clase, pero ahora ya, siendo titular de una plaza. La pantalla sobre la mesa del despacho de la rectora en el Woodbrige Hall le informa de que Tecla ha conseguido entrar en «el círculo mágico de sus pro­pios méritos», y le envía a su vez un mensaje de felicitación que se retransmite a través del gorro vía voz y texto. En breve le lle­gará un nuevo y distintivo «gorro de numerario» y también el certificado correspondiente. 
Los miembros de la corporación, al entender de inmediato la cantidad de tiempo y de debates que les ahorrará este sistema automatizado, y cómo podrá catapultar hacia delante a Yale en la carrera de los rankings del profesorado, se ponen manos a la obra para refinar y perfeccionar la técnica. Uno sugiere estable­cer un sistema de tiempo de depreciación de la citación en el que cada año que pase desde la fecha de la citación, esta pierda un octavo de su valor. Una citación de ocho años se evaporaría, de acuerdo con el ritmo de avance del campo de estudio. Un miem­bro de la corporación, no sin una cierta reticencia, sugiere que, por coherencia, debería fijarse un techo máximo de retención, incluso en el caso de los profesores antes numerarios. La rectora reconoce que la imagen del descenso del total de citaciones de un profesor, degradándose hasta el nivel de destitución en medio de un seminario, es sin duda un lamentable espectáculo al que asis­tir. Otro sugiere que, en este tipo de casos, se podría programar el gorro para que la pantalla se quedase en blanco, aunque uno supone que el profesor podría leer su destino en la mirada des­viada de sus alumnos. 
Por divertida que pueda parecer por derecho propio, el pro­pósito de mi ridiculización de la medición cuantitativa de productividad en el mundo académico va más allá de la simple diversión. […] Sin importar la forma que tomen, índices de citaciones, reválidas estandarizadas o análisis de cos­tes y beneficios, todos ellos siguen la misma lógica. ¿Por qué? […] Lo que más atrae de este tipo de medidas es que todas ellas convierten medidas de calidad en me­didas de cantidad, lo que permite por lo tanto la comparación entre casos aplicando un sistema de medición aparentemente único e impersonal. Son, sobre todo, una inmensa y engañosa «máquina antipolítica» concebida para convertir cuestiones po­líticas legítimas en ejercicios neutrales, objetivos y administra­tivos regidos por expertos. […]

Fragmento 24. Inválido e inevitablemente corrupto

El primer problema, y el más evidente, que plantea este tipo de medidas es que muy a menudo no son válidas; es decir, en ra­ras ocasiones miden con alguna exactitud la calidad que creemos que está en juego. 

El Science Citation Index (SCI), fundado en 1963 y el abuelo de todos los índices de citación, fue idea de Eugene Garfield. Su propósito era el de calibrar y medir el impacto científico de, pon­gamos por caso, un determinado artículo de investigación, y por extensión, el de un investigador en particular o laboratorio de investigación, mediante el análisis de la frecuencia con la que otros científicos investigadores citaban un artículo publicado. ¿Por qué no? Sin duda era mejor que fiarse de reputaciones infor­males, de becas y subvenciones y de las oscuras jerarquías sólida­mente integradas en las instituciones establecidas, por no hablar de la pura productividad de un experto. Al fin y al cabo, más de la mitad de todas las publicaciones científicas parecen sumergirse hasta el fondo del proceloso mar de las publicaciones sin dejar ningún rastro; no se las cita en absoluto, ¡ni siquiera una sola vez!, y el 80 por 100 solo se citan una vez. El SCI parecía ofrecer una medida neutral, precisa, transparente, desinteresada y obje­tiva del impacto de un investigador en investigaciones y trabajos subsiguientes. ¡Un golpe al mérito! Y, en consecuencia, al menos al principio, fue comparado con las estructuras de privilegio y de posición que afirmaba sustituir. 
Fue un gran éxito, sin duda porque se le dio una gran promo­ción; ¡no olvidemos que esto es un negocio con ánimo de lucro! Al cabo de poco tiempo, estaba por todas partes: se utilizaba en la concesión de plazas de numerario, para promocionar revistas, clasificar investigadores e instituciones, en análisis tecnológicos y en estudios gubernamentales. Pronto le seguirían el Social Science Citation Index (SSCI) y después, ¿cómo iba a quedar atrás el Arts and Humanities Citation Index? 
¿Qué medía exactamente el SCI? Lo primero que hay que ob­servar es la mecanicidad y la abstracción, similares a las de un ordenador, de la recogida de datos. […] Se trata de un ejercicio muy provincia­no; se trata, al fin y al cabo, de una operación en lengua inglesa, y por lo tanto, angloestadounidense. […] Obsérvese también que el índice, al ser una cuestión estadísti­ca, debe favorecer sin duda las especialidades en las que hay más tráfico, lo que equivale a decir las principales corrientes de inves­tigación, o, en palabras de Kuhn, la «ciencia normal». Nótese por último que la «subjetividad cosificada» del SSCI es también sumamente presentista. ¿Y si de aquí a tres años se abandona una línea de investigación vigente, al considerarla un ejercicio estéril? La oleada de hoy, y la curiosidad estadística que crea, tal vez le hayan permitido a nuestro afortunado investigador nave­gar sobre la cresta de la ola y llegar a un puerto seguro a pesar de su error. No es necesario darle más vueltas a estas deficiencias del SSCI que solo sirven para mostrar la inevitable brecha entre las medidas de este tipo y la calidad subyacente que pretenden evaluar. El triste hecho es que muchas de estas deficiencias po­drían ser corregidas reformando y mejorando los procedimien­tos mediante los cuales se construye el índice. En la práctica, no obstante, se prefiere la medida más esquemáticamente abstracta y más sencilla de computar debido a su facilidad de uso y, en este caso, su menor coste. Ahora bien, bajo el sistema de medición aparentemente objetivo de las citaciones se oculta una larga serie de «convenciones contables», de gran calado político y que tie­nen enormes consecuencias, que se han introducido a la chita callando en los sistemas de medición. 
[…] Incluso si la unidad de medida, cuando se concibe por primera vez, es una medida válida, su mis­ma existencia desencadena una serie de acontecimientos que so­cava su utilidad. Llamemos a este fenómeno un proceso por el cual «una unidad de medida coloniza el comportamiento», ne­gando así cualquier validez que hubiera podido tener en el pasa­do. Por ejemplo, ha llegado a mis oídos que existen «círculos» de investigadores que ¡se han puesto de acuerdo en citarse los unos a los otros de forma rutinaria para elevar así su índice de citacio­nes! Las connivencias descaradas de este tipo son la versión más notoria de un fenómeno de mayor alcance. El mero hecho de sa­ber que el índice de citaciones puede hacer o destruir carreras ejerce una influencia que dista mucho de ser sutil sobre la con­ducta profesional: por ejemplo, los incentivos que esto hace apa­recer robustecen el tirón gravitacional de las corrientes metodo­lógicas dominantes y de los subcampos de estudio más poblados, estimulan la elección de revistas y fomentan los mágicos mantras de los personajes más notables de un determinado campo. Esto no tiene que significar necesariamente un burdo comportamien­to maquiavélico, sino que más bien estoy señalando la constante presión en los márgenes que invita a actuar «con prudencia». El resultado, a largo plazo, es una presión selectiva, en el sentido darwiniano, que favorece la supervivencia de los que logran sa­tisfacer o superar las cuotas marcadas por los auditores. 
Un índice de citación no es una mera observación, es una fuerza en el mundo capaz de generar sus propias observaciones. A los teóricos sociales les ha impresionado tanto esta colonización que han intentado darle una formulación similar a la de una ley en el marco de la ley de Goodhart, que sostiene que «cuando una medida se convierte en una meta, deja de ser una buena medida» […] (el énfasis es mío, I.Z.)

Fragmento 26. En defensa de la política

El auténtico daño que causa confiar sobre todo en el mérito medido cuantitativamente y en sistemas auditores numéricos «objetivos» para evaluar la calidad es consecuencia de haber des­cartado cuestiones vitales que deberían formar parte de un enér­gico debate democrático y ponerlas en manos de expertos a quie­nes se supone neutrales. […] Cuando se utilizan el índice de citación SSCI y el SAT, el examen de reválida estandarizado, y el ahora omnipresente análisis de costes y beneficios, estamos viendo en funcionamiento la máquina antipolítica.
La antipolítica del SSCI consiste en la sustitución de un sano debate sobre la cualidad por un cálculo pseudocientífico. La au­téntica política de una disciplina, su política digna de atención en cualquier caso, es precisamente el diálogo sobre criterios de valor y de conocimiento. Me hago muy pocas ilusiones sobre la cali­dad habitual de este diálogo. ¿Hay en juego intereses y relaciones de poder? Por supuesto que sí. Están omnipresentes. No obstan­te, no hay nada que pueda sustituir este debate necesariamente cualitativo y nunca concluyente. Es la sangre que le da la vida al carácter de una disciplina, un combate que se libra en las reseñas, evaluaciones, aulas, mesas redondas, debates y en la toma de de­cisiones con relación al programa educativo, la contratación y el ascenso de profesores. Cualquier intento de limitar este debate mediante, por ejemplo, la balcanización en subcampos casi autó­nomos, el establecimiento de rígidos criterios cuantitativos, o la creación de complicadas tablas de resultados, tiende siempre a congelar una ortodoxia dada o a fijar en una posición inamovi­ble el reparto de cargos y puestos.


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"Todos sabemos lo que los incentivos distorsionadores han hecho a las finanzas y la banca", recordaba Randy Schekman, Premio Nobel de Medicina en 2013, en un artículo en el que explicaba por qué la ciencia debe "liberarse de la tiranía de las revistas de lujo" y, en consecuencia, expresaba su compromiso y el de su laboratorio para evitar seguir publicando en estas revistas, animando a otros a hacer lo mismo.

El libro que me han regalado esas alumnas y alumnos carece de valor según los estándares de evaluación que hoy hegemonizan el ámbito universitario: no sirve para lograr un sexenio, ni para conseguir complementos retributivos. Ninguna agencia de evaluación sabría qué hacer con este "mérito". Pero para mí tiene un valor inmenso. Gracias.




jueves, 29 de septiembre de 2016

Entrevista a Saskia Sassen

Interesante la entrevista a Saskia Sassen en ELDIARIO.ES.

"Tanto la abuela como el vagabundo tienen un conocimiento que hay que movilizar"


Saskia Sassen (La Haya, Países Bajos, 1949) ha hecho una parada en Barcelona antes de pasar por Oslo. Breve. Viene, volando (sentido literal y figurado), de Polonia. Todo va muy rápido en la vida de esta socióloga estrella, premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales el año 2013.
Incluso baja atropellada del atril tras su conferencia este martes en el teatro –lleno– del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) por los diez años del Acord Ciutadà por una ciudad más inclusiva; el año 2006 hasta 235 entidades firmaron dicho acuerdo. Ahora son más de 600 las que se han unido al pacto.
Sassen se declara entusiasta de Barcelona; en 2006 dio apoyo manifiesto a Can Ricart, en "defensa del patrimonio de la ciudad". Antes de atender a este medio sobre los relatos al margen de las ciudades, el papel de las mismas ante "gobiernos desregularizados" y procesos de gentrificación, invierte un buen rato con Ada Colau. Celosa, no suelta prenda de lo hablado con la alcaldesa.

Su trabajo indaga –especialmente en La ciudad global, 1991– en el papel de las ciudades en el mundo globalizado. Actualíceme su estudio: ¿Cuál es el papel que deben tener ciudades como Barcelona en ese mundo globalizado?
Que deben o que deberían.

Que... ¿Deberían?
No soy experta en Barcelona. Pero hablando de las ciudades que yo conozco, hay algunos elementos comunes: el espacio ciudad se ha vuelto estratégico. Es atrayente para actores muy poderosos, que van comprando la ciudad. Y que alcanzan un poder que no es transparente. Además los gobiernos nacionales ceden cierta autoridad... Por lo que a la ciudadanía le queda poco espacio.

¿Por eso apoya tratados como el Acord Ciutadà que celebra diez años?
La ciudadanía debe luchar. Lo que me gusta del acuerdo de ciudadanía es que trata de incluir a todos: desde la abuelita hasta el vagabundo. Tanto esa abuela como el vagabundo tienen un conocimiento que hay que movilizar: un conocimiento específico de la ciudad.

Barcelona tiene muchos relatos, y más en sus márgenes.
A menudo los políticos sólo ven ciertos elementos, no ven que los más vulnerables tienen conocimiento de la ciudad. Me importa mucho el neighborhood, el vecindario, los barrios. Estoy trabajando con herramientas de código libre para recuperar esos relatos, precisamente. Estoy elaborando un proyecto donde hablo del Opensourcing del neighbourhood (código abierto de los barrios). Porque el conocimiento de los barrios pobres importa. Un ejemplo: las inundaciones de Nueva York. Los barrios pobres supieron lo que deberíamos enfrentar dos días antes. Lo supieron mucho antes que donde yo vivo.

¿Cómo se empodera al que siente que no importa?
El inmigrante, el vulnerable, sabe algo de la ciudad que el local puede que no sepa. Y que pueda que sepa después: el del barrio pobre se enterará antes. La clase modesta, sobretodo la clase media negra, supo años antes que las clases medias más fuertes sobre la crisis económica en EEUU.

¿Es algo que se pueda extender a todas las grandes ciudades?
Esto se está dando por todas las ciudades. ¿Por qué? Nadie tiene pleno conocimiento de lo que está pasando en una ciudad. Si a mi un alcalde me dice: 'Lo sé todo'... Éste tiene un problema... La pregunta que debemos hacernos es cómo movilizar el conocimiento de cada vecindario: gestionar una ciudad por definición es no entender. La ciudad no es una corporación cerrada. La ciudad es un animal complejo pero incompleto.

¿Qué margen tienen las ciudades para utilizar dichos conocimientos, pues?

En el opensource (código abierto) hay respuestas. En Boston se repartieron aparatos entre la ciudadanía para localizar los agujeros en la nieve durante un crudo invierno . Y funcionó: no hizo falta que mandaran personal para vigilar las calles, los incidentes. Los propios ciudadanos alertaban de esos agujeros. Haz la analogía con otros factores.

Volviendo a la cuestión de las oportunidades que ofrece la glocalidad de la que hablan sus estudios: ¿Las ciudades están llamadas a superar en ciertos aspectos a los gobiernos estatales?

El estado se vuelve menos estratégico con la desregularización y la desprivatización. Pero esas funciones no desaparecen; o se vuelven privadas o del gobierno local de turno. El gobierno estatal, a medida que ha ido perdiendo funciones, ha generado otras nuevas a las ciudades. ¿Y sabes qué? Las ciudades no han recibido presupuestos para gestionar dichas funciones. Barcelona, dada la situación que vive –búsqueda de la autonomía por la cuestión catalana, entre otros– igual sabrá gestionar esta cuestión mejor incluso que Nueva York.

¿Qué tipo de políticas se deben aplicar para atajar esa nueva gestión?
En Bristol (Reino Unido) hubo un alcalde que generó una moneda local. Que sólo se podía utilizar en Bristol; fuera se seguía funcionando con dinero normal. Eso generó un espacio de identificación y apoyo mutuo en Bristol. Como decía, Barcelona, dada la cuestión con Madrid, tiene una situación muy especial. La gran mayoría de ciudades están más inmiscuidas en una rutina negativa.

En 2015 escribió Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global. ¿Se pueden trasladar esas expulsiones a las ciudades?

No del todo. Hay una nueva modalidad de desarrollo económico que acapara tierra y que conlleva una crisis del mundo rural: entre 1 millón y 3 millones de personas son expulsadas cada año. Y en los índices ésto viene descrito como desarrollo económico. Deberíamos medir el desarrollo económico como algo negativo...

Usted dice que existe un nuevo sujeto histórico, a raíz de estas expulsiones.

Yo defino a un tercer tipo de sujeto que es invisible al ojo de la ley. El inmigrante es un sujeto histórico; el refugiado es alguien que huye, de la guerra, por ejemplo... Pero éste tercer sujeto viene expulsado por el propio sistema. Es un refugiado económico.

En las ciudades también se expulsa. Usted se ha referido a la gentrificación.
Sí, pero en las plantaciones realmente matas a la tierra. Directamente. Y eso es mucho más preocupante. En los procesos de gentrificación –igualmente trágicos– es la clase media más pudiente quien substituye a la más pobre. Pero son sujetos capaces, económicamente hablando. ¿Pero, y la tierra y el agua muerta? Aunque... [Silencio] Tienes razón, ni las perdidas de tierra, ni la gentrifización, se pueden reducir sólo a la compra y venta de edificios. Van mucho más allá.

¿A qué se refiere?
Como en Barcelona, también en Nueva York, la gente de clase media modesta, es echada de su casa. Para que se vayan a... Airbnb. Estamos hablando de sacar viviendas de un circuito –dónde se produce circulación de capital– para meterlas en otro, sustractivo... Que se lleva parte de la capacidad de consumo de los que allí viven.

viernes, 1 de julio de 2016

El desarrollo institucional de la sociología: cuatro décadas de democracia, cuatro décadas de sociología española

XII Congreso de la FES


Sesión 4: El desarrollo institucional de la sociología: cuatro décadas de democracia, cuatro décadas de sociología española

Sábado, 2 julio | 11.15 - 12.45 hrs | Aula 007
Coordina: Imanol Zubero. UPV-EHU, Presidente de la Asociación Vasca de Sociología y Ciencia Política
Participan:
Manuel Pérez Yruela, IESA-CSIC
Víctor Urrutia Abaigar, UPV-EHU
Josep María Rotger, UB
Octavio Uña, URJC
Teresa González de la Fe, ULL 

Notas preparadas para situar(me en) la mesa.

A modo de resumen:

Aunque en 1899 Manuel Sales y Ferré se convirtió en el primer catedrático de Sociología en España,  esta temprana incorporación de la Sociología a la universidad española, producida en unas condiciones sociales, ideológicas y académicas en principio poco favorables a nuestra disciplina,  habrá que esperar cuatro décadas hasta que, con la cátedra de Enrique Gómez Arboleya (1954), se produzca la “refundación” de la Sociología española, y una década más hasta contar con la primera cátedra de Sociología (Salustiano del Campo, 1962) totalmente independiente de otras disciplinas con un mayor o menor “aire de familia”,  como la Filosofía Social, la Ética o el Derecho Político.

La creación de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad Complutense en 1973 y la progresiva expansión de la sociología académica por el conjunto de las universidades españolas, la normalización de la docencia universitaria con el reconocimiento del profesorado no numerario, la constitución de la FASEE y la realización del Primer Congreso de Sociología en 1981, resultaron fundamentales para en el proceso de institucionalización de la Sociología en España a lo largo de la década 1974-1984. En esta “reconquista del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó un papel esencial una generación del 56 (Ortí) que compartía unas condiciones sociohistóricas que se han transformado drásticamente.

Hoy, tras cuatro décadas de democracia y de sociología española, ¿cuáles son las experiencias que están configurando a las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos? Teniendo en cuenta el decisivo de las universidades en el proceso de institucionalización de la Sociología, ¿qué consecuencias tienen sobre las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos las condiciones de incertidumbre y precariedad en las que desarrollan su actividad docente e investigadora en las universidades españolas? ¿Nos enfrentamos también a una “segunda Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos (materiales y de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo sociológico en España? ¿Podemos hablar de una nueva fase en el desarrollo de la Sociología española, en la que una “nueva transición” histórica, una nueva generación, unas nuevas problemáticas (o riesgos) sociales, nos llaman a repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras organizaciones y asociaciones profesionales preparadas para acompañar esta nueva fase? ¿Será esa sociología académica, que ha sido tan esencial para la institucionalización de la Sociología española, capaz de enlazar con el actual “estado del mundo”?

DESARROLLO

[1]      Partimos de la aprobación en 1898, por Decreto-Ley, de un nuevo plan de enseñanza en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid que incluye en su doctorado la enseñanza de la Sociología, para lo cual se crea una cátedra que, tras concurso especial, obtiene el 27 de febrero de 1899 Manuel Sales y Ferré. Influenciado por el krausismo, el futuro primer catedrático de Sociología en España escribe en 1881:
 “Estamos siendo testigos de la más profunda revolución porque ha pasado la ciencia desde el origen de los tiempos. Del reinado de la metafísica, que ha dado dirección al pensamiento europeo durante más de tres siglos, como antes se le diera a la teología; estamos pasando al de la investigación experimental positiva […]. La revolución amenaza ser profunda. Al tiempo que nuevas ciencias pugnan por nacer, como la psicología-fisiológica o psicofísica, la biología, la sociología. […] podemos decir que quedará muy poco, si este movimiento triunfa, de lo que durante tanto tiempo ha constituido la base de nuestro pensamiento. Todo un mundo se va, el mundo al parecer de lo fantástico, de lo arbitrario, de lo subjetivo; pero otro mundo adviene, el mundo de lo real, de la ley de lo objetivo”.[1]
Esta temprana incorporación de la Sociología a la universidad española es considerada como una significativa muestra de “la rápida adhesión de nuestro país a la moderna disciplina sociológica, a pesar de que éste no reuniese las condiciones sociales, ideológicas y académicas más favorables”.[2]

[2]           A la muerte de Sales y Ferré en 1910, su cátedra va ser ocupada por Severino Aznar (1870-1959), teólogo, periodista, y escritor perteneciente a la corriente del catolicismo social.[3] Podemos encontrarnos así, desde los primeros pasos de nuestra disciplina en España, con una suerte de división fundacional en dos corrientes: “De un lado, la tendencia laicista, que apuesta por la Sociología como instrumento modernizador, y, de otro, el catolicismo social, que utiliza la Sociología como brújula en un mundo en transición y como herramienta de construcción de una sociedad fiel a los valores cristianos”.[4] A estas dos corrientes o “direcciones de reflexión crítica sobre la sociedad española”, Ángel Infestas incluye una tercera: “Una corriente obrera, de orientación anarquista o socialista, centrada en la emancipación de la clase trabajadora de las condiciones de vida y de trabajo en la sociedad capitalista emergente”.[5] Todas estas perspectivas coinciden en una misma característica:“en los comienzos de la sociología española la distinción entre lo social y lo sociológico no estaban delimitadas con nitidez, mezclándose frecuentemente las inquietudes sociales con las preocupaciones teóricas y epistemológicas”.[6]

[3]           Ruptura que supone la Guerra Civil: tras las primeras cátedras de Sociología de Manuel Sales y Ferré (1899) y Severino Aznar (1916) transcurren cuatro décadas hasta la de Enrique Gómez Arboleya (1954).[7] Con esta cátedra comienza, en opinión de Lamo de Espinosa, la “refundación” de la Sociología española.[8]

[4]           La primera cátedra de Sociología totalmente independiente de la Filosofía Social, la Ética o el Derecho Político, es la de Salustiano del Campo en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Barcelona (1962). Del mismo año es la de José Jiménez Blanco (1962), a las que siguen las de Enrique Martín (1967), Luis González Seara (1969) y Juan Díez Nicolás, Amando de Miguel, Carlos Moya y José Castillo Castillo (1971).[9]

[5]         Los análisis sociales impulsados en el seno del Instituto de Estudios Políticos (fundado en 1944 con el objeto de formar técnicamente a la clase política y de la administración que el régimen necesitaba) contribuyeron al desarrollo de la sociología en su versión más aplicada:
“Entre 1963 y 1965, las consecuencias socioideológicas del «desarrollismo» ya en marcha, inevitables (por más que no queridas por las fracciones integristas más duras del Régimen), abrían paso, en diversos sectores, a la expansión de la «investigación sociológica», entre cautelas, intervenciones censoras y regresiones temporales. De tal modo, las que hasta entonces habían sido pequeñas «células» y experiencias de «auscultación de la opinión» (sic), y ensayos aislados de encuestas generales, poco sistemáticas, y en ocasiones censuradas en su difusión, o en sus propios inicios, van a dar paso a  procesos institucionales de creación de nuevas «plataformas» y centros, con programas de investigación relativamente amplios y consistentes. Una expansión (cuantitativa y cualitativa) que venía impuesta por el propio desarrollo irreversible del importado modelo de industrialización capitalista europea, en la marcha hacia el Estado de Bienestar y la sociedad de consumo, exigiendo básicamente la producción de un mínimo conocimiento general: ¿cuántos somos?, ¿cómo vivimos, consumimos, pensamos...?, ¿qué niveles diferenciales de desarrollo nos separan?, ¿por qué?, ¿hacia dónde vamos, unos y otros?, etc., etc., etc. Preocupación por el conocimiento de la realidad social, ahora en transformación acelerada (tan simple e ingenua como se quiera), que empezaba por el «recuento» y terminaba en «la prospectiva». Por lo que a pesar de las reticencias del «núcleo duro» del Régimen frente a una «investigación sociológica (digamos) integral», orientada hacia el pleno conocimiento de la dinámica y cambiante realidad española, el propio Gobierno de la Dictadura concluía consagrándola, como fuente de una información «social» general, en constante renovación, para la Administración Pública.[10]

[6]         A pesar de todo, la Sociología no dejará de ser vista con recelo: “En un medio habitualmente opaco la simple función analítico-descriptiva de las ciencias sociales se percibe como proclamación de lo reprimido o de lo silenciado, casi como voluntad de denuncia. […] Mientras en todas partes el resultado de la actividad sociológica es casi siempre una confirmación del status quo, en nuestro país por el contrario, sociólogos y Sociología parecen tener un aire de peligrosidad progresista”.[11]

[7]           Lo cierto es que, al margen de recelos y estereotipos, a mediados de los Sesenta se desarrolla en España una  Sociología explícitamente “crítica” a través de instituciones periféricas a la universidad como el Centro de Enseñanza e Investigación Sociológica (CEISA) (1965– 1970). El CEISA nació como “alternativa”  a la suspensión de los  cursos de Sociología que desde 1962 venían impartiendo en la Universidad Central de Madrid (luego Complutense) José Luis López Aranguren y Enrique Tierno Galván, entre otros, que en 1965 fueron desposeídos de su condición de catedráticos. A partir de ese momento los citados cursos fueron sustituidos sustituyeron por la Escuela Oficial de Sociología. La alternativa a este centro oficial fue CEISA, con un profesorado entre quienes figuraban, además de los represaliados Aranguren y Tierno, Truyol, Alvarez Junco, Elías Díaz, Ollero, Maravall, Morodo, Elorza, López Pina, Tamames, Velarde, Sanpedro, Pradera, Rojo, Pinillos, Amando de Miguel, Jesús Ibáñez, Alfonso Ortí, Juan Linz, José Castillo, Víctor Pérez Díaz y un largo etcétera.[12]  Como señala uno de sus fundadores: “El principio básico para el funcionamiento de CEISA era la autogestión y los participantes en CEISA entendían la sociología como una actividad científica destinada a desvelar la realidad de los fenómenos sociales, que no podía confinarse en su análisis, sino que debía proponerse transformarla. En consecuencia, el propósito de nuestro proyecto no era la formación de los profesionales que reclamaba el mercado sino la de científicos comprometidos con la transformación y el progreso social”.[13]

[8]    Al tiempo que todo esto ocurre, se crean los centros de la Iglesia Católica: Facultad de Sociología de Deusto (1963) y Facultad de Ciencias Sociales León XIII (1964).

[9]        Creación de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad Complutense en 1973. A partir de ahí, fuerte expansión de la sociología académica.[14]

[10]    Llegamos a la Transición democrática en situación de “autodidactismo” (los profesores de Sociología  provenían de terrenos como el Derecho, la Filosofía o la Economía) y “penuria económica” (las clases son impartidas por PNNs, ausencia de nuevas cátedras).[15] Como recuerda Alfonso Ortí: este tipo de profesores seguimos, en general, sin ninguna remuneración -con dedicación docente real y creciente-hasta 1968, y sólo a fines de los setenta/principios de los ochenta se empezaron a cobrar sueldos que posibilitaban una dedicación exclusiva a la Universidad”.[16]

[11]       Esta normalización de la docencia universitaria constituye un hecho esencial en el proceso de institucionalización de la Sociología en España. Así, José Jiménez Blanco considera la década 1974-1984 como la de la  “plena institucionalización universitaria” de la Sociología en España, y aduce para justificarlo “la consolidación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, en la Universidad Complutense de Madrid, y de las correspondientes Facultades en la Universidad de Deusto (Bilbao) y la Universidad Pontificia de Salamanca (con sede en Madrid, en el antiguo «Instituto Social León XIII»), […] la ocupación por catedráticos numerarios, mediante oposición, de las cátedras de «Sociología», de todas las Facultades de Ciencias Económicas y Empresariales”, así como la enseñanza de Sociología en diversas Escuelas Universitarias.[17] Por su parte, María Ángeles Durán considera que “la sociología se ha institucionalizado en España a través de cuatro canales básicos: los estudiantes, los editores, los centros de investigación y los promotores económicos. Las universidades han sido las instituciones en que han confluido estos canales, y su papel ha sido decisivo”.[18]

[12]    Salustiano del Campo señala el periodo 1962-1971 como el de la “institucionalización” de la Sociología en España.[19] Por su parte, Lamo de Espinosa diferencia tres periodos en la institucionalización de la Sociología en España: 1. Inicio (1943-1953), 2. Maduración (1961-1979) y 3. Expansión (1981-1991), comenzando éste último periodo a partir de 1981 con la realización del Primer Congreso de Sociología de la FASEE y culminando con la creación de un buen número de Facultades de Sociología en distintas Universidades españolas: “La Sociología española a comienzos de los años noventa se encontraba ya plenamente institucionalizada en un triple nivel: académicamente, como una actividad profesional y corporativamente. Su producción está legitimada y aceptada públicamente y hay una notable demanda de investigación aplicada. Al tiempo se ha diversificado de modo que hoy disponemos de escuelas especializadas en casi todas las ramas conocidas”.[20]

à Teniendo en cuenta el decisivo papel que se concede a las universidades en el proceso de institucionalización de la Sociología, ¿qué análisis hacéis de la situación actual de nuestra disciplina en las universidades españolas? Escribe Teresa González de la Fe:

“El conocimiento sociológico es producido en condiciones laborales, en la academia y fuera de ella, cada vez más desreguladas y precarizadas y en competencia feroz con profesionales de otras ciencias sociales. Por ello, aunque una primera respuesta a la pregunta del debate es que la sociología sirve para lo que ha servido desde hace más de cien años y sigue sirviendo hasta el presente, que no ha sido ni es poco, es insuficiente. Y si la pregunta la hace una persona joven, con un bachillerato recién terminado y que aún no sabe qué estudios seguir en la universidad, realmente está preguntando ¿qué puedo hacer si me dedico a la sociología?, es decir, dónde y cómo se ejerce la profesión de sociólogo-socióloga, a qué empleos dan acceso las titulaciones de grado y másteres en Sociología ofertadas en los planes de estudios de las distintas universidades y catalogados por los colegios profesionales de sociología”.[21]

¿Cómo nos afecta esta nueva situación? ¿Cómo nos enfrentamos a ella?

[13]     Respecto de esas condiciones de producción del conocimiento sociológico en la actualidad que describe Teresa González de la Fe (precariedad laboral y competencia feroz con profesionales de otras ciencias sociales), podemos recordar algo que escribe Salustiano del Campo:

“Hoy es corriente que los políticos posen de omniscientes y que los comunicadores lo hagan de intelectuales, pero ni los unos ni los otros están dotados por su oficio de los conocimientos e imparcialidad necesarios para cortar buenos trajes que no desfiguren a la sociedad y, lo que es todavía más importante, que no limiten artificialmente su capacidad de crecer y desarrollarse. Al sociólogo le corresponde profesionalmente la tarea de diagnosticar cómo es verdaderamente esa sociedad, cuáles son sus medidas, rechazar fundadamente lo que no le va y proponer en forma de opciones lo que puede que le vaya. Todo lo cual solamente quiere decir que la Sociología es la ciencia de la realidad y que es imprescindible reivindicar este viejo concepto, sin el cual seremos meros servidores de ideologías más o menos beneficiosas o perjudiciales, más o menos buenas pagadoras. El tema de la relación entre sociología y valores, o sociología e ideologías, o sociología y compromiso, tiene que ser revisado. De otro modo, nuestra profesión nunca prosperará y llegará incluso a ser menos solidaria de lo que es hoy. Solamente una concepción clara de lo que es un sociólogo profesional puede servir para desterrar de ella la charlatanería y el intrusismo. En este sentido, nunca sobrará la insistencia en la necesidad de adquirir una buena preparación metodológica, como la que exigen todas las auténticas ciencias de la modernidad. La ciencia, no se olvide, o usa el método científico o no es nada”.[22]

[14]       Manuel Pérez Yruela ha advertido del riesgo de una “sociología sin sociólogos”, en la medida en que “cada vez es más frecuente que otras disciplinas y profesiones vayan ocupando el espacio que ocupaba o podía ocupar la sociología. O utilicen nuestras herramientas conceptuales para abordar problemas que bien podríamos abordarlos nosotros”.[23]

à Esta cuestión tiene que ver con el desdibujamiento del perfil de la socióloga o el sociólogo en nuestra sociedad. ¿O tal vez nunca estuvo claro? ¿Qué se puede hacer para que nuestra disciplina se asiente con un perfil profesional claro?

[15]       En su libro ¿Para qué sirve realmente un sociólogo?, François Dubet señala que en los planes de educación primaria en Francia se incluye la formación en Sociología.[24] En 1985, Jiménez Blanco escribía lo siguiente:

“Los conocimientos que proporciona la Sociología -tanto como teoría general de la sociedad como sobre la estructura social de cada país- pertenecen a lo que pudiéramos llamar cultura general del mundo actual, por lo cual sus enseñanzas deberían impartirse obligadamente en E.G.B. y B.U.P. En la actualidad existen en ambos niveles unas asignaturas bajo la rúbrica de «ciencias sociales», donde fundamentalmente lo que se enseña es geografía e historia. Sin negar la importancia de tales asignaturas, lo cierto es que se suelen encuadrar, en todo el mundo occidental, en el capítulo de las «humanidades», y se hace flaco servicio a nuestros jóvenes haciéndoles creer que las ciencias sociales son la geografía y la historia, en exclusiva. El problema se agrava cuando los profesores que imparten estas disciplinas se sienten en la obligación de «alargarse» a la geografía humana, urbana o rural, o a la historia social, económica y política. Con todos los respetos para dichos profesores, su formación no les capacita para moverse con seguridad en los campos especializados de la Sociología, la Economía, la Ciencia Política o la Antropología. No hay más que examinar los libros de texto que se utilizan en las enseñanzas de geografía e historia para darse cuenta de lo necesitados que están nuestros jóvenes de los conocimientos que proporcionan las ciencias sociales auténticas, conocimientos que ya se imparten en los correspondientes niveles en los centros educativos de todo nuestro ámbito de cultura. Aquí procede una reforma a fondo. No es, por otra parte, ilegítimo, sino razonable y necesario, que los licenciados y doctores de la Facultad de Sociología, así como los de otras ciencias sociales, accedan a puestos de profesores sobre todo en los niveles de B.U.P. y C.O.U. Esperamos que la anunciada reforma de las enseñanzas medias se haga cargo de esta situación”.[25]

à No hemos avanzado nada en este sentido. ¿Podría ser este un objetivo  en los próximos años? ¿Serviría para fortalecer y clarificar la imagen social de la profesión sociológica?

[16]       Pero aquí podemos encontrarnos con esa “miopía profesional” que, según advierte en un más interesante artículo Clara Guilló, “nos ha dejado la generación anterior y que no está superada”:

“La herencia del siglo pasado sobre la Sociología académica y la Sociología de Mercado. Con frecuencia, vemos cómo a nuevos-viejos problemas sociales les surgen soluciones profesionales y respuestas intelectuales desde la Economía, el Trabajo Social, la Psicología, la Historia, las Ciencias educacionales... Respuestas desde campos donde nosotras y nosotros deberíamos estar trabajando con una presencia activa, pero ni siquiera somos conscientes que existen. Me resultaba, y me resulta sorprendente, el gran número de alumnos y alumnas (¡y profesionales!) que todavía en quinto año de carrera no sabían o saben las posibilidades de trabajo real que tienen. Hay numerosos campos de conocimiento y de intervención que se viven como una renuncia al trabajo sociológico, en vez de cómo una especialización en el ejercicio de la Sociología. Por ejemplo, esto ocurre respecto al trabajo como agentes altamente cualificados/as: de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, de desarrollo local, de cooperación al desarrollo, de consultoría a organizaciones, de planificación estratégica, etc. La pregunta es ¿se viven estas y estos profesionales jóvenes como sociólogas y sociólogas? La respuesta es mayoritariamente no. Se viven como «técnicos/as», y son «acusados/as» de serlo. Como si por culpa del hechizo del mercado de trabajo perdiesen todas sus propiedades sociológicas”.[26]

à Me parece muy interesante reflexionar sobre el presente y, sobre todo, el futuro de la Sociología en España desde esta clave generacional. En lo que queda de texto, planteo algunas cuestiones al respecto.

[17]       Hace unos pocos años entrevistaban a Fernando Álvarez-Uría y le preguntaban lo siguiente: ¿Acaso existe un vacío generacional crítico en la galaxia sociológica? ¿A qué puede deberse la retirada crítica de la esfera pública? ¿Hasta qué punto el campo sociológico en España puede echar en falta prácticas teóricas y políticas como las de Jesús Ibáñez, Carlos Lerena, Ignacio Fernández de Castro, por citar algunos ilustres desaparecidos? A lo que el interpelado respondía: “Creo que lejos de existir un vacío generacional llega una generación crítica, muy brillante y bien formada, a quienes no les van a poner las cosas fáciles, por lo que tendrán que pelear. […] El futuro se presenta difícil, y más que echar en falta grandes nombres de sociólogos -aunque sin duda los nombres que mencionas fueron en muchos sentidos ejemplares- creo que será preciso que en el futuro surjan intelectuales colectivos, equipos de análisis e intervención social que actúen en defensa de la verdad a partir del rigor epistemológico y metodológico, es decir, a partir de criterios científicos. El campo científico es un espacio por el que merece la pena luchar contra los fabricantes de mixtificaciones”.[27]

[18]   Alfonso Ortí ha escrito páginas brillantes sobre el papel esencial que en la lucha por la “reconquista del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó la que él denomina generación del 56.[28] A propósito de esta generación, escribe Ortí: “Los enfoques metodológicos de la investigación social -sobre todo: cuando son creativos- están siempre precedidos por una historia ideológica personal del sujeto investigador, forjada por su forma de implicación en los conflictos sociales básicos de su época. Y en este sentido, fue nuestra posición común en los conflictos, la lucha política y la derrota final -como «sujetos (imaginariamente) subversivos» de la «generación del 56»- frente a la imperante dictadura (burguesa) franquista, la que acabaría uniéndonos -a Jesús Ibáñez, a Angel de Lucas, y a mí mismo, entre otros compañeros- en un destino metodológico común”.[29] Y en otro lugar, continua diciendo Ortí: “Entre 1956 y 1963 (en coincidencia con la «salida liberalizadora» del «segundo franquismo»)-, los «sociólogos vocacionales del 56» compartieron, en principio, una misma «causa sociológica general», en cuanto proyecto institucional necesariamente asociado con la causa de la libertad política. […]  De ahí el carácter profundo y dramático del renacimiento de esta vocación sociológica, que iba mucho más allá del interés intelectual por una cierta «forma de saber» o «disciplina», o por un ejercicio profesional en particular; pues la vocación por conocer mejor la sociedad circundante se encontraba unida a la aspiración por reconstruir el derecho democrático de ciudadanía, e incluso de recuperar la identidad histórica”.[30]

[19]     Reflexionando sobre aquellas condiciones sociohistóricas en las que se formaron las bases y los protagonistas de la construcción de la Sociología española, plantea Teresa González de la Fe: “Esa España y esa sociología se han transformado tan drásticamente, especialmente a partir de la crisis financiera de 2007, que me hago eco de las palabras de María Ángeles Durán (2010), decana de las sociólogas españolas, cuando preguntaba en relación a la España de 1980: "«¿Podremos hablar el mismo lenguaje, entenderla del mismo modo...?», a los jóvenes asistentes a su primer congreso de sociología en 2010 y los protagonistas de la España y la sociología de finales del siglo XX. Me temo que no, sin que ello implique afirmar incomunicación ni ruptura generacional”.[31]

à Hoy, tras cuatro décadas de democracia y de sociología española, ¿cuáles son las experiencias que están configurando a las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos? ¿Nos enfrentamos también a una “segunda Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos (materiales y de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo teorético sociológico en España?[32]

[20]   En uno de los pocos artículos escritos desde la perspectiva y la experiencia de las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos, Clara Guilló plantea lo siguiente:

“Las condiciones de entrada al mercado de trabajo sociológico que hemos/estamos padeciendo son las siguientes: pagar cursos de postgrado que incluye pagar por hacer prácticas, trabajo gratis encubierto de voluntariado en las ONG que muchas veces son empresas encubiertas, trabajo en prácticas de 40 horas semanales remuneradas como si fuesen 10, becas que no cotizan a la Seguridad Social de pago impuntual, y chantaje (trabajo gratis a cambio de reconocer tu nombre en la publicación o difusión del trabajo). En cuanto a otras condiciones laborales y de permanencia, compartimos también algunos rasgos: sobrecarga (pluriempleo) debido a la baja remuneración y a la temporalidad de las contrataciones (por cortos intervalos de tiempo, inestables); participación en ámbitos no estratégicos de las investigaciones, ni en la definición de los trabajos; escasa promoción, escaso reconocimiento; y en el caso de becarias/os, el hecho de que han de serlo más allá de los 35 años, entre cuyas responsabilidades laborales se incluye dedicarse a las necesidades de apoyo de la catedrática/o de turno, o jefa/e de departamento, independientemente del proyecto por el que objetivamente fueron contratadas/os. Y finalmente, una falta de control sobre el uso del producto final que a veces nos plantea problemas éticos. Así pues, también tenemos una situación de partida común sobre la precariedad en todos los ámbitos profesionales”.[33]

à ¿Podemos hablar de una nueva fase en el desarrollo de la Sociología española, en la que una “nueva transición” histórica, una nueva generación, unas nuevas problemáticas (o riesgos) sociales, nos llaman a repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras organizaciones y asociaciones profesionales preparadas para acompañar esta nueva fase?

Para finalizar, dos reflexiones:

[21]    Escribe Manuel Martín Serrano: “Nacida a destiempo, la sociología académica ha tenido en España una influencia comparativamente mayor en el cambio social. Institucionalizada a contratiempo, cuando de la integración epistemológica se pasa al intento de fragmentar todas las ciencias humanas y sociales, ha podido mantenerse comprometida con la razón, con la ética y con las necesidades colectivas con mayor facilidad que en otros países”.[34] Y lo explica así: “Si la refundación de la sociología académica en España fue en el destiempo (1960-1972), su consolidación ocurrió a contratiempo (1973-1990). El periplo de la sociología académica española ha pasado desde una época en la que a las ciencias sociales se las concebía como agentes del cambio histórico a otra en la que se las quiere sacar de la historia. Es por esto por lo que afirmo que, en su corta existencia, ha transitado del tiempo de las utopías al de la contrautopía”.[35] Para terminar con una llamada al optimismo activo:

“Tres revoluciones científico-técnicas precedentes se han encargado de poner en evidencia la falacia progresista. La innovación tecnológica, por sí sola, no ha traído más libertad ni mejorado la condición humana. Si se quiere que el saber y la creación expresen las necesidades materiales, cognitivas y sociales de los sujetos y de las comunidades habrá que seguir manteniendo la vocación utópica de las ciencias sociales. En esta coyuntura la utilización de paradigmas teóricos y éticos para analizar los fenómenos sociohistóricos y para la enseñanza de las ciencias sociales vuelve a ser práctica de oposición el totalitarismo. Nuestro país ya está en su espacio y vive en su tiempo. La sociología académica también. Ha llegado a su ser como obra de vocación, abocada al saber que vertebra y regenera. Una razón de ser que le abre al futuro. Podría asumir un papel importante en la reconstrucción del conocimiento sociohistórico y crítico; ya que ha acumulado experiencia en la integración de la práctica con la teoría y de ambas con la ética. Por eso la sociología académica en España puede enlazar fácilmente con ese pensamiento macrosociológico que siempre ha regresado a los textos y a las aulas. Y que ahora se reinicia, cuando el estado del mundo ya se ha encargado de desmentir la concepción de la sociedad y del conocimiento, que desde hace un cuarto de siglo ha tratado de imponer la contrautopía progresista posmoderna”.[36]

à ¿Será realmente capaz esa sociología académica que, como hemos visto, ha sido tan esencial para la institucionalización de la Sociología española, de enlazar con el actual “estado del mundo”?

[22]    Lamentaba Manuel Pérez Yruela: “No somos una comunidad científica que dialogue mucho entre sí a través de las revistas en las que publicamos”. No nos citamos, decía como ejemplo de esta ausencia de diálogo. “¿Qué comunidad científica podemos crear si no nos reconocemos entre nosotros mismos?”.[37]

à Además de ese diálogo y reconocimiento científico, necesario sin duda, ¿no tenemos un déficit mayor de identidad en cuanto comunidad científica?




[1] Gregori Siles y Ramón Flecha, “Recordant Manuel Sales i Ferré: pensament i obra intel·lectual”, Raïls, 27, 2011. http://www.raco.cat/index.php/Rails/article/viewFile/244054/364770
[2] Pedro José Mesas de Román, “Reseña de Historia de la Sociología española, La Institucionalización de la Sociología (1870-1914) y Perfil de la Sociología española de Salustiano del Campo, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 96, 2001, 299-310. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_096_15.pdf 
[3] Julio Seoane, “El pensamiento psicológico y social en España”, Psicología Política, 38, 2009, 97-128. http://www.uv.es/seoane/publicaciones/El_Pensamiento_Psicologico_y_Social_en_Espana.pdf
[4] Pedro José Mesas de Román, “Reseña…”. Aunque este autor sitúa entre ambas, “tratando de huir de la instrumentalización de la disciplina, un cultivo académico de la misma preocupado por su desarrollo e institucionalización”, que a su juicio arranca con Sales y Ferré y que se retoma definitivamente a partir de Gómez Arboleya.
[5] Ángel Infestas, “Los comienzos de la Sociología española”, La Arbolafia, 3, 2015, 159-160. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-LosComienzosDeLaSociologiaEspanola-5138026.pdf 
[6] Ángel Infestas, “Los comienzos de la Sociología española”, 159.
[7] Pedro Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”, Anales de Derecho, 21, 2003, 253-282. http://revistas.um.es/analesderecho/article/view/57421/55311
[8] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología en España”, en S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres (eds.), Diccionario de Sociología, Alianza, Madrid 1998, p. 742.
[9] Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”.
[10] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después: el oficio de sociólogo en la España plural”, Revista Española de Sociología,  7, 2007, 40. http://www.uv.es/santos/texto%20A.%20Ort%C3%AD.pdf
[11] José Vidal-Beneyto, 1973, citado en Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”.
[12] Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”. Alfonso Ortí, “En el margen del centro: la formación de la perspectiva sociológica crítica de la generación de 1956”, Revista Española de Sociología, 1, 2001, 156-158. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/09%20(1).pdf
[13] José Vidal-Beneyto, “El CEISA, un ejemplo de resistencia intelectual”, Le Monde Diplomatique, diciembre 2009. http://www.medelu.org/IMG/pdf/CEISA_VIDAL-BENEYTO_p26.pdf
[14] Josep A. Rodríguez, “La sociología académica”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 64, 1993, 175-200. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_064_09.pdf
[15] “La sociología española, entre el autodidactismo y la penuria económica”, El País 12/08/1978. http://elpais.com/diario/1978/08/12/sociedad/271720811_850215.html
[16] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después”, 42.
[17] José Jiménez Blanco, “Diez años de sociología en España (1974-1984)”, Cuenta y razón, 19, 1985, 133-142.
[18] María Ángeles Durán, “La actual institucionalización de la sociología en España”, en S. del Campo (coord.), Historia de la sociología española, Ariel, Barcelona 2001, 320.
[19] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo en España”, Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 98, 2002, pp. 21-36.  http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_098_04.pdf
[20] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología en España”, 744.
[21] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, Revista Española de Sociología,  22, 2014, 138. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(2).pdf
[22] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo en España”. 
[23] Manuel Pérez Yruela, “La sociología hace treinta años…”, 144.
[24] François Dubet, ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? , Siglo XXI, Buenos Aires 2015.
[25] José Jiménez Blanco, “Diez años de sociología en España (1974-1984)”. 
[26] Clara Guilló, “De la Sociología precaria y clandestina a la Sociología crítica y transformadora”,  Revista Española de Sociología, 7, 2007, 81-82. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/05%20(1).pdf
[27] Raimundo Cuesta, “Entrevista a Fernando Álvarez-Uría”, Con-Ciencia Social, 17, 2013, 101-114. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-EntrevistaAFernandoAlvarezUria-4498726.pdf
[28] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 119-166.
[29] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 129.
[30] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después”, 33-35.
[31] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, 137.
[32] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 138.
[33] Clara Guilló, “De la Sociología precaria …”, 85.
[34] Manuel Martín Serrano, “La vocación de la sociología académica española. Desde el tiempo de las utopías al de la contrautopía”, Revista Española de Sociología, 6, 2006, 107. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/06.pdf
[35] Manuel Martín Serrano, “La vocación de la sociología académica española”, 111.
[36] Ibid., 112-113.
[37] Manuel Pérez Yruela, “La sociología hace treinta años, la sociología dentro de treinta años”, Revista Española de Sociología, 15, 2011, 138-139. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(3).pdf