viernes, 1 de julio de 2016

El desarrollo institucional de la sociología: cuatro décadas de democracia, cuatro décadas de sociología española

XII Congreso de la FES


Sesión 4: El desarrollo institucional de la sociología: cuatro décadas de democracia, cuatro décadas de sociología española

Sábado, 2 julio | 11.15 - 12.45 hrs | Aula 007
Coordina: Imanol Zubero. UPV-EHU, Presidente de la Asociación Vasca de Sociología y Ciencia Política
Participan:
Manuel Pérez Yruela, IESA-CSIC
Víctor Urrutia Abaigar, UPV-EHU
Josep María Rotger, UB
Octavio Uña, URJC
Teresa González de la Fe, ULL 

Notas preparadas para situar(me en) la mesa.

A modo de resumen:

Aunque en 1899 Manuel Sales y Ferré se convirtió en el primer catedrático de Sociología en España,  esta temprana incorporación de la Sociología a la universidad española, producida en unas condiciones sociales, ideológicas y académicas en principio poco favorables a nuestra disciplina,  habrá que esperar cuatro décadas hasta que, con la cátedra de Enrique Gómez Arboleya (1954), se produzca la “refundación” de la Sociología española, y una década más hasta contar con la primera cátedra de Sociología (Salustiano del Campo, 1962) totalmente independiente de otras disciplinas con un mayor o menor “aire de familia”,  como la Filosofía Social, la Ética o el Derecho Político.

La creación de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad Complutense en 1973 y la progresiva expansión de la sociología académica por el conjunto de las universidades españolas, la normalización de la docencia universitaria con el reconocimiento del profesorado no numerario, la constitución de la FASEE y la realización del Primer Congreso de Sociología en 1981, resultaron fundamentales para en el proceso de institucionalización de la Sociología en España a lo largo de la década 1974-1984. En esta “reconquista del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó un papel esencial una generación del 56 (Ortí) que compartía unas condiciones sociohistóricas que se han transformado drásticamente.

Hoy, tras cuatro décadas de democracia y de sociología española, ¿cuáles son las experiencias que están configurando a las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos? Teniendo en cuenta el decisivo de las universidades en el proceso de institucionalización de la Sociología, ¿qué consecuencias tienen sobre las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos las condiciones de incertidumbre y precariedad en las que desarrollan su actividad docente e investigadora en las universidades españolas? ¿Nos enfrentamos también a una “segunda Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos (materiales y de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo sociológico en España? ¿Podemos hablar de una nueva fase en el desarrollo de la Sociología española, en la que una “nueva transición” histórica, una nueva generación, unas nuevas problemáticas (o riesgos) sociales, nos llaman a repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras organizaciones y asociaciones profesionales preparadas para acompañar esta nueva fase? ¿Será esa sociología académica, que ha sido tan esencial para la institucionalización de la Sociología española, capaz de enlazar con el actual “estado del mundo”?

DESARROLLO

[1]      Partimos de la aprobación en 1898, por Decreto-Ley, de un nuevo plan de enseñanza en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid que incluye en su doctorado la enseñanza de la Sociología, para lo cual se crea una cátedra que, tras concurso especial, obtiene el 27 de febrero de 1899 Manuel Sales y Ferré. Influenciado por el krausismo, el futuro primer catedrático de Sociología en España escribe en 1881:
 “Estamos siendo testigos de la más profunda revolución porque ha pasado la ciencia desde el origen de los tiempos. Del reinado de la metafísica, que ha dado dirección al pensamiento europeo durante más de tres siglos, como antes se le diera a la teología; estamos pasando al de la investigación experimental positiva […]. La revolución amenaza ser profunda. Al tiempo que nuevas ciencias pugnan por nacer, como la psicología-fisiológica o psicofísica, la biología, la sociología. […] podemos decir que quedará muy poco, si este movimiento triunfa, de lo que durante tanto tiempo ha constituido la base de nuestro pensamiento. Todo un mundo se va, el mundo al parecer de lo fantástico, de lo arbitrario, de lo subjetivo; pero otro mundo adviene, el mundo de lo real, de la ley de lo objetivo”.[1]
Esta temprana incorporación de la Sociología a la universidad española es considerada como una significativa muestra de “la rápida adhesión de nuestro país a la moderna disciplina sociológica, a pesar de que éste no reuniese las condiciones sociales, ideológicas y académicas más favorables”.[2]

[2]           A la muerte de Sales y Ferré en 1910, su cátedra va ser ocupada por Severino Aznar (1870-1959), teólogo, periodista, y escritor perteneciente a la corriente del catolicismo social.[3] Podemos encontrarnos así, desde los primeros pasos de nuestra disciplina en España, con una suerte de división fundacional en dos corrientes: “De un lado, la tendencia laicista, que apuesta por la Sociología como instrumento modernizador, y, de otro, el catolicismo social, que utiliza la Sociología como brújula en un mundo en transición y como herramienta de construcción de una sociedad fiel a los valores cristianos”.[4] A estas dos corrientes o “direcciones de reflexión crítica sobre la sociedad española”, Ángel Infestas incluye una tercera: “Una corriente obrera, de orientación anarquista o socialista, centrada en la emancipación de la clase trabajadora de las condiciones de vida y de trabajo en la sociedad capitalista emergente”.[5] Todas estas perspectivas coinciden en una misma característica:“en los comienzos de la sociología española la distinción entre lo social y lo sociológico no estaban delimitadas con nitidez, mezclándose frecuentemente las inquietudes sociales con las preocupaciones teóricas y epistemológicas”.[6]

[3]           Ruptura que supone la Guerra Civil: tras las primeras cátedras de Sociología de Manuel Sales y Ferré (1899) y Severino Aznar (1916) transcurren cuatro décadas hasta la de Enrique Gómez Arboleya (1954).[7] Con esta cátedra comienza, en opinión de Lamo de Espinosa, la “refundación” de la Sociología española.[8]

[4]           La primera cátedra de Sociología totalmente independiente de la Filosofía Social, la Ética o el Derecho Político, es la de Salustiano del Campo en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Barcelona (1962). Del mismo año es la de José Jiménez Blanco (1962), a las que siguen las de Enrique Martín (1967), Luis González Seara (1969) y Juan Díez Nicolás, Amando de Miguel, Carlos Moya y José Castillo Castillo (1971).[9]

[5]         Los análisis sociales impulsados en el seno del Instituto de Estudios Políticos (fundado en 1944 con el objeto de formar técnicamente a la clase política y de la administración que el régimen necesitaba) contribuyeron al desarrollo de la sociología en su versión más aplicada:
“Entre 1963 y 1965, las consecuencias socioideológicas del «desarrollismo» ya en marcha, inevitables (por más que no queridas por las fracciones integristas más duras del Régimen), abrían paso, en diversos sectores, a la expansión de la «investigación sociológica», entre cautelas, intervenciones censoras y regresiones temporales. De tal modo, las que hasta entonces habían sido pequeñas «células» y experiencias de «auscultación de la opinión» (sic), y ensayos aislados de encuestas generales, poco sistemáticas, y en ocasiones censuradas en su difusión, o en sus propios inicios, van a dar paso a  procesos institucionales de creación de nuevas «plataformas» y centros, con programas de investigación relativamente amplios y consistentes. Una expansión (cuantitativa y cualitativa) que venía impuesta por el propio desarrollo irreversible del importado modelo de industrialización capitalista europea, en la marcha hacia el Estado de Bienestar y la sociedad de consumo, exigiendo básicamente la producción de un mínimo conocimiento general: ¿cuántos somos?, ¿cómo vivimos, consumimos, pensamos...?, ¿qué niveles diferenciales de desarrollo nos separan?, ¿por qué?, ¿hacia dónde vamos, unos y otros?, etc., etc., etc. Preocupación por el conocimiento de la realidad social, ahora en transformación acelerada (tan simple e ingenua como se quiera), que empezaba por el «recuento» y terminaba en «la prospectiva». Por lo que a pesar de las reticencias del «núcleo duro» del Régimen frente a una «investigación sociológica (digamos) integral», orientada hacia el pleno conocimiento de la dinámica y cambiante realidad española, el propio Gobierno de la Dictadura concluía consagrándola, como fuente de una información «social» general, en constante renovación, para la Administración Pública.[10]

[6]         A pesar de todo, la Sociología no dejará de ser vista con recelo: “En un medio habitualmente opaco la simple función analítico-descriptiva de las ciencias sociales se percibe como proclamación de lo reprimido o de lo silenciado, casi como voluntad de denuncia. […] Mientras en todas partes el resultado de la actividad sociológica es casi siempre una confirmación del status quo, en nuestro país por el contrario, sociólogos y Sociología parecen tener un aire de peligrosidad progresista”.[11]

[7]           Lo cierto es que, al margen de recelos y estereotipos, a mediados de los Sesenta se desarrolla en España una  Sociología explícitamente “crítica” a través de instituciones periféricas a la universidad como el Centro de Enseñanza e Investigación Sociológica (CEISA) (1965– 1970). El CEISA nació como “alternativa”  a la suspensión de los  cursos de Sociología que desde 1962 venían impartiendo en la Universidad Central de Madrid (luego Complutense) José Luis López Aranguren y Enrique Tierno Galván, entre otros, que en 1965 fueron desposeídos de su condición de catedráticos. A partir de ese momento los citados cursos fueron sustituidos sustituyeron por la Escuela Oficial de Sociología. La alternativa a este centro oficial fue CEISA, con un profesorado entre quienes figuraban, además de los represaliados Aranguren y Tierno, Truyol, Alvarez Junco, Elías Díaz, Ollero, Maravall, Morodo, Elorza, López Pina, Tamames, Velarde, Sanpedro, Pradera, Rojo, Pinillos, Amando de Miguel, Jesús Ibáñez, Alfonso Ortí, Juan Linz, José Castillo, Víctor Pérez Díaz y un largo etcétera.[12]  Como señala uno de sus fundadores: “El principio básico para el funcionamiento de CEISA era la autogestión y los participantes en CEISA entendían la sociología como una actividad científica destinada a desvelar la realidad de los fenómenos sociales, que no podía confinarse en su análisis, sino que debía proponerse transformarla. En consecuencia, el propósito de nuestro proyecto no era la formación de los profesionales que reclamaba el mercado sino la de científicos comprometidos con la transformación y el progreso social”.[13]

[8]    Al tiempo que todo esto ocurre, se crean los centros de la Iglesia Católica: Facultad de Sociología de Deusto (1963) y Facultad de Ciencias Sociales León XIII (1964).

[9]        Creación de la Facultad de Ciencias. Políticas y Sociología de la Universidad Complutense en 1973. A partir de ahí, fuerte expansión de la sociología académica.[14]

[10]    Llegamos a la Transición democrática en situación de “autodidactismo” (los profesores de Sociología  provenían de terrenos como el Derecho, la Filosofía o la Economía) y “penuria económica” (las clases son impartidas por PNNs, ausencia de nuevas cátedras).[15] Como recuerda Alfonso Ortí: este tipo de profesores seguimos, en general, sin ninguna remuneración -con dedicación docente real y creciente-hasta 1968, y sólo a fines de los setenta/principios de los ochenta se empezaron a cobrar sueldos que posibilitaban una dedicación exclusiva a la Universidad”.[16]

[11]       Esta normalización de la docencia universitaria constituye un hecho esencial en el proceso de institucionalización de la Sociología en España. Así, José Jiménez Blanco considera la década 1974-1984 como la de la  “plena institucionalización universitaria” de la Sociología en España, y aduce para justificarlo “la consolidación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, en la Universidad Complutense de Madrid, y de las correspondientes Facultades en la Universidad de Deusto (Bilbao) y la Universidad Pontificia de Salamanca (con sede en Madrid, en el antiguo «Instituto Social León XIII»), […] la ocupación por catedráticos numerarios, mediante oposición, de las cátedras de «Sociología», de todas las Facultades de Ciencias Económicas y Empresariales”, así como la enseñanza de Sociología en diversas Escuelas Universitarias.[17] Por su parte, María Ángeles Durán considera que “la sociología se ha institucionalizado en España a través de cuatro canales básicos: los estudiantes, los editores, los centros de investigación y los promotores económicos. Las universidades han sido las instituciones en que han confluido estos canales, y su papel ha sido decisivo”.[18]

[12]    Salustiano del Campo señala el periodo 1962-1971 como el de la “institucionalización” de la Sociología en España.[19] Por su parte, Lamo de Espinosa diferencia tres periodos en la institucionalización de la Sociología en España: 1. Inicio (1943-1953), 2. Maduración (1961-1979) y 3. Expansión (1981-1991), comenzando éste último periodo a partir de 1981 con la realización del Primer Congreso de Sociología de la FASEE y culminando con la creación de un buen número de Facultades de Sociología en distintas Universidades españolas: “La Sociología española a comienzos de los años noventa se encontraba ya plenamente institucionalizada en un triple nivel: académicamente, como una actividad profesional y corporativamente. Su producción está legitimada y aceptada públicamente y hay una notable demanda de investigación aplicada. Al tiempo se ha diversificado de modo que hoy disponemos de escuelas especializadas en casi todas las ramas conocidas”.[20]

à Teniendo en cuenta el decisivo papel que se concede a las universidades en el proceso de institucionalización de la Sociología, ¿qué análisis hacéis de la situación actual de nuestra disciplina en las universidades españolas? Escribe Teresa González de la Fe:

“El conocimiento sociológico es producido en condiciones laborales, en la academia y fuera de ella, cada vez más desreguladas y precarizadas y en competencia feroz con profesionales de otras ciencias sociales. Por ello, aunque una primera respuesta a la pregunta del debate es que la sociología sirve para lo que ha servido desde hace más de cien años y sigue sirviendo hasta el presente, que no ha sido ni es poco, es insuficiente. Y si la pregunta la hace una persona joven, con un bachillerato recién terminado y que aún no sabe qué estudios seguir en la universidad, realmente está preguntando ¿qué puedo hacer si me dedico a la sociología?, es decir, dónde y cómo se ejerce la profesión de sociólogo-socióloga, a qué empleos dan acceso las titulaciones de grado y másteres en Sociología ofertadas en los planes de estudios de las distintas universidades y catalogados por los colegios profesionales de sociología”.[21]

¿Cómo nos afecta esta nueva situación? ¿Cómo nos enfrentamos a ella?

[13]     Respecto de esas condiciones de producción del conocimiento sociológico en la actualidad que describe Teresa González de la Fe (precariedad laboral y competencia feroz con profesionales de otras ciencias sociales), podemos recordar algo que escribe Salustiano del Campo:

“Hoy es corriente que los políticos posen de omniscientes y que los comunicadores lo hagan de intelectuales, pero ni los unos ni los otros están dotados por su oficio de los conocimientos e imparcialidad necesarios para cortar buenos trajes que no desfiguren a la sociedad y, lo que es todavía más importante, que no limiten artificialmente su capacidad de crecer y desarrollarse. Al sociólogo le corresponde profesionalmente la tarea de diagnosticar cómo es verdaderamente esa sociedad, cuáles son sus medidas, rechazar fundadamente lo que no le va y proponer en forma de opciones lo que puede que le vaya. Todo lo cual solamente quiere decir que la Sociología es la ciencia de la realidad y que es imprescindible reivindicar este viejo concepto, sin el cual seremos meros servidores de ideologías más o menos beneficiosas o perjudiciales, más o menos buenas pagadoras. El tema de la relación entre sociología y valores, o sociología e ideologías, o sociología y compromiso, tiene que ser revisado. De otro modo, nuestra profesión nunca prosperará y llegará incluso a ser menos solidaria de lo que es hoy. Solamente una concepción clara de lo que es un sociólogo profesional puede servir para desterrar de ella la charlatanería y el intrusismo. En este sentido, nunca sobrará la insistencia en la necesidad de adquirir una buena preparación metodológica, como la que exigen todas las auténticas ciencias de la modernidad. La ciencia, no se olvide, o usa el método científico o no es nada”.[22]

[14]       Manuel Pérez Yruela ha advertido del riesgo de una “sociología sin sociólogos”, en la medida en que “cada vez es más frecuente que otras disciplinas y profesiones vayan ocupando el espacio que ocupaba o podía ocupar la sociología. O utilicen nuestras herramientas conceptuales para abordar problemas que bien podríamos abordarlos nosotros”.[23]

à Esta cuestión tiene que ver con el desdibujamiento del perfil de la socióloga o el sociólogo en nuestra sociedad. ¿O tal vez nunca estuvo claro? ¿Qué se puede hacer para que nuestra disciplina se asiente con un perfil profesional claro?

[15]       En su libro ¿Para qué sirve realmente un sociólogo?, François Dubet señala que en los planes de educación primaria en Francia se incluye la formación en Sociología.[24] En 1985, Jiménez Blanco escribía lo siguiente:

“Los conocimientos que proporciona la Sociología -tanto como teoría general de la sociedad como sobre la estructura social de cada país- pertenecen a lo que pudiéramos llamar cultura general del mundo actual, por lo cual sus enseñanzas deberían impartirse obligadamente en E.G.B. y B.U.P. En la actualidad existen en ambos niveles unas asignaturas bajo la rúbrica de «ciencias sociales», donde fundamentalmente lo que se enseña es geografía e historia. Sin negar la importancia de tales asignaturas, lo cierto es que se suelen encuadrar, en todo el mundo occidental, en el capítulo de las «humanidades», y se hace flaco servicio a nuestros jóvenes haciéndoles creer que las ciencias sociales son la geografía y la historia, en exclusiva. El problema se agrava cuando los profesores que imparten estas disciplinas se sienten en la obligación de «alargarse» a la geografía humana, urbana o rural, o a la historia social, económica y política. Con todos los respetos para dichos profesores, su formación no les capacita para moverse con seguridad en los campos especializados de la Sociología, la Economía, la Ciencia Política o la Antropología. No hay más que examinar los libros de texto que se utilizan en las enseñanzas de geografía e historia para darse cuenta de lo necesitados que están nuestros jóvenes de los conocimientos que proporcionan las ciencias sociales auténticas, conocimientos que ya se imparten en los correspondientes niveles en los centros educativos de todo nuestro ámbito de cultura. Aquí procede una reforma a fondo. No es, por otra parte, ilegítimo, sino razonable y necesario, que los licenciados y doctores de la Facultad de Sociología, así como los de otras ciencias sociales, accedan a puestos de profesores sobre todo en los niveles de B.U.P. y C.O.U. Esperamos que la anunciada reforma de las enseñanzas medias se haga cargo de esta situación”.[25]

à No hemos avanzado nada en este sentido. ¿Podría ser este un objetivo  en los próximos años? ¿Serviría para fortalecer y clarificar la imagen social de la profesión sociológica?

[16]       Pero aquí podemos encontrarnos con esa “miopía profesional” que, según advierte en un más interesante artículo Clara Guilló, “nos ha dejado la generación anterior y que no está superada”:

“La herencia del siglo pasado sobre la Sociología académica y la Sociología de Mercado. Con frecuencia, vemos cómo a nuevos-viejos problemas sociales les surgen soluciones profesionales y respuestas intelectuales desde la Economía, el Trabajo Social, la Psicología, la Historia, las Ciencias educacionales... Respuestas desde campos donde nosotras y nosotros deberíamos estar trabajando con una presencia activa, pero ni siquiera somos conscientes que existen. Me resultaba, y me resulta sorprendente, el gran número de alumnos y alumnas (¡y profesionales!) que todavía en quinto año de carrera no sabían o saben las posibilidades de trabajo real que tienen. Hay numerosos campos de conocimiento y de intervención que se viven como una renuncia al trabajo sociológico, en vez de cómo una especialización en el ejercicio de la Sociología. Por ejemplo, esto ocurre respecto al trabajo como agentes altamente cualificados/as: de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, de desarrollo local, de cooperación al desarrollo, de consultoría a organizaciones, de planificación estratégica, etc. La pregunta es ¿se viven estas y estos profesionales jóvenes como sociólogas y sociólogas? La respuesta es mayoritariamente no. Se viven como «técnicos/as», y son «acusados/as» de serlo. Como si por culpa del hechizo del mercado de trabajo perdiesen todas sus propiedades sociológicas”.[26]

à Me parece muy interesante reflexionar sobre el presente y, sobre todo, el futuro de la Sociología en España desde esta clave generacional. En lo que queda de texto, planteo algunas cuestiones al respecto.

[17]       Hace unos pocos años entrevistaban a Fernando Álvarez-Uría y le preguntaban lo siguiente: ¿Acaso existe un vacío generacional crítico en la galaxia sociológica? ¿A qué puede deberse la retirada crítica de la esfera pública? ¿Hasta qué punto el campo sociológico en España puede echar en falta prácticas teóricas y políticas como las de Jesús Ibáñez, Carlos Lerena, Ignacio Fernández de Castro, por citar algunos ilustres desaparecidos? A lo que el interpelado respondía: “Creo que lejos de existir un vacío generacional llega una generación crítica, muy brillante y bien formada, a quienes no les van a poner las cosas fáciles, por lo que tendrán que pelear. […] El futuro se presenta difícil, y más que echar en falta grandes nombres de sociólogos -aunque sin duda los nombres que mencionas fueron en muchos sentidos ejemplares- creo que será preciso que en el futuro surjan intelectuales colectivos, equipos de análisis e intervención social que actúen en defensa de la verdad a partir del rigor epistemológico y metodológico, es decir, a partir de criterios científicos. El campo científico es un espacio por el que merece la pena luchar contra los fabricantes de mixtificaciones”.[27]

[18]   Alfonso Ortí ha escrito páginas brillantes sobre el papel esencial que en la lucha por la “reconquista del lugar de la Sociología en la España contemporánea” jugó la que él denomina generación del 56.[28] A propósito de esta generación, escribe Ortí: “Los enfoques metodológicos de la investigación social -sobre todo: cuando son creativos- están siempre precedidos por una historia ideológica personal del sujeto investigador, forjada por su forma de implicación en los conflictos sociales básicos de su época. Y en este sentido, fue nuestra posición común en los conflictos, la lucha política y la derrota final -como «sujetos (imaginariamente) subversivos» de la «generación del 56»- frente a la imperante dictadura (burguesa) franquista, la que acabaría uniéndonos -a Jesús Ibáñez, a Angel de Lucas, y a mí mismo, entre otros compañeros- en un destino metodológico común”.[29] Y en otro lugar, continua diciendo Ortí: “Entre 1956 y 1963 (en coincidencia con la «salida liberalizadora» del «segundo franquismo»)-, los «sociólogos vocacionales del 56» compartieron, en principio, una misma «causa sociológica general», en cuanto proyecto institucional necesariamente asociado con la causa de la libertad política. […]  De ahí el carácter profundo y dramático del renacimiento de esta vocación sociológica, que iba mucho más allá del interés intelectual por una cierta «forma de saber» o «disciplina», o por un ejercicio profesional en particular; pues la vocación por conocer mejor la sociedad circundante se encontraba unida a la aspiración por reconstruir el derecho democrático de ciudadanía, e incluso de recuperar la identidad histórica”.[30]

[19]     Reflexionando sobre aquellas condiciones sociohistóricas en las que se formaron las bases y los protagonistas de la construcción de la Sociología española, plantea Teresa González de la Fe: “Esa España y esa sociología se han transformado tan drásticamente, especialmente a partir de la crisis financiera de 2007, que me hago eco de las palabras de María Ángeles Durán (2010), decana de las sociólogas españolas, cuando preguntaba en relación a la España de 1980: "«¿Podremos hablar el mismo lenguaje, entenderla del mismo modo...?», a los jóvenes asistentes a su primer congreso de sociología en 2010 y los protagonistas de la España y la sociología de finales del siglo XX. Me temo que no, sin que ello implique afirmar incomunicación ni ruptura generacional”.[31]

à Hoy, tras cuatro décadas de democracia y de sociología española, ¿cuáles son las experiencias que están configurando a las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos? ¿Nos enfrentamos también a una “segunda Transición” en la Sociología española? ¿Cuáles son los conflictos (materiales y de interpretaciones) que hoy estarían configurando el campo teorético sociológico en España?[32]

[20]   En uno de los pocos artículos escritos desde la perspectiva y la experiencia de las nuevas generaciones de sociólogas y sociólogos, Clara Guilló plantea lo siguiente:

“Las condiciones de entrada al mercado de trabajo sociológico que hemos/estamos padeciendo son las siguientes: pagar cursos de postgrado que incluye pagar por hacer prácticas, trabajo gratis encubierto de voluntariado en las ONG que muchas veces son empresas encubiertas, trabajo en prácticas de 40 horas semanales remuneradas como si fuesen 10, becas que no cotizan a la Seguridad Social de pago impuntual, y chantaje (trabajo gratis a cambio de reconocer tu nombre en la publicación o difusión del trabajo). En cuanto a otras condiciones laborales y de permanencia, compartimos también algunos rasgos: sobrecarga (pluriempleo) debido a la baja remuneración y a la temporalidad de las contrataciones (por cortos intervalos de tiempo, inestables); participación en ámbitos no estratégicos de las investigaciones, ni en la definición de los trabajos; escasa promoción, escaso reconocimiento; y en el caso de becarias/os, el hecho de que han de serlo más allá de los 35 años, entre cuyas responsabilidades laborales se incluye dedicarse a las necesidades de apoyo de la catedrática/o de turno, o jefa/e de departamento, independientemente del proyecto por el que objetivamente fueron contratadas/os. Y finalmente, una falta de control sobre el uso del producto final que a veces nos plantea problemas éticos. Así pues, también tenemos una situación de partida común sobre la precariedad en todos los ámbitos profesionales”.[33]

à ¿Podemos hablar de una nueva fase en el desarrollo de la Sociología española, en la que una “nueva transición” histórica, una nueva generación, unas nuevas problemáticas (o riesgos) sociales, nos llaman a repensarnos? Si así fuera, ¿están nuestras organizaciones y asociaciones profesionales preparadas para acompañar esta nueva fase?

Para finalizar, dos reflexiones:

[21]    Escribe Manuel Martín Serrano: “Nacida a destiempo, la sociología académica ha tenido en España una influencia comparativamente mayor en el cambio social. Institucionalizada a contratiempo, cuando de la integración epistemológica se pasa al intento de fragmentar todas las ciencias humanas y sociales, ha podido mantenerse comprometida con la razón, con la ética y con las necesidades colectivas con mayor facilidad que en otros países”.[34] Y lo explica así: “Si la refundación de la sociología académica en España fue en el destiempo (1960-1972), su consolidación ocurrió a contratiempo (1973-1990). El periplo de la sociología académica española ha pasado desde una época en la que a las ciencias sociales se las concebía como agentes del cambio histórico a otra en la que se las quiere sacar de la historia. Es por esto por lo que afirmo que, en su corta existencia, ha transitado del tiempo de las utopías al de la contrautopía”.[35] Para terminar con una llamada al optimismo activo:

“Tres revoluciones científico-técnicas precedentes se han encargado de poner en evidencia la falacia progresista. La innovación tecnológica, por sí sola, no ha traído más libertad ni mejorado la condición humana. Si se quiere que el saber y la creación expresen las necesidades materiales, cognitivas y sociales de los sujetos y de las comunidades habrá que seguir manteniendo la vocación utópica de las ciencias sociales. En esta coyuntura la utilización de paradigmas teóricos y éticos para analizar los fenómenos sociohistóricos y para la enseñanza de las ciencias sociales vuelve a ser práctica de oposición el totalitarismo. Nuestro país ya está en su espacio y vive en su tiempo. La sociología académica también. Ha llegado a su ser como obra de vocación, abocada al saber que vertebra y regenera. Una razón de ser que le abre al futuro. Podría asumir un papel importante en la reconstrucción del conocimiento sociohistórico y crítico; ya que ha acumulado experiencia en la integración de la práctica con la teoría y de ambas con la ética. Por eso la sociología académica en España puede enlazar fácilmente con ese pensamiento macrosociológico que siempre ha regresado a los textos y a las aulas. Y que ahora se reinicia, cuando el estado del mundo ya se ha encargado de desmentir la concepción de la sociedad y del conocimiento, que desde hace un cuarto de siglo ha tratado de imponer la contrautopía progresista posmoderna”.[36]

à ¿Será realmente capaz esa sociología académica que, como hemos visto, ha sido tan esencial para la institucionalización de la Sociología española, de enlazar con el actual “estado del mundo”?

[22]    Lamentaba Manuel Pérez Yruela: “No somos una comunidad científica que dialogue mucho entre sí a través de las revistas en las que publicamos”. No nos citamos, decía como ejemplo de esta ausencia de diálogo. “¿Qué comunidad científica podemos crear si no nos reconocemos entre nosotros mismos?”.[37]

à Además de ese diálogo y reconocimiento científico, necesario sin duda, ¿no tenemos un déficit mayor de identidad en cuanto comunidad científica?




[1] Gregori Siles y Ramón Flecha, “Recordant Manuel Sales i Ferré: pensament i obra intel·lectual”, Raïls, 27, 2011. http://www.raco.cat/index.php/Rails/article/viewFile/244054/364770
[2] Pedro José Mesas de Román, “Reseña de Historia de la Sociología española, La Institucionalización de la Sociología (1870-1914) y Perfil de la Sociología española de Salustiano del Campo, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 96, 2001, 299-310. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_096_15.pdf 
[3] Julio Seoane, “El pensamiento psicológico y social en España”, Psicología Política, 38, 2009, 97-128. http://www.uv.es/seoane/publicaciones/El_Pensamiento_Psicologico_y_Social_en_Espana.pdf
[4] Pedro José Mesas de Román, “Reseña…”. Aunque este autor sitúa entre ambas, “tratando de huir de la instrumentalización de la disciplina, un cultivo académico de la misma preocupado por su desarrollo e institucionalización”, que a su juicio arranca con Sales y Ferré y que se retoma definitivamente a partir de Gómez Arboleya.
[5] Ángel Infestas, “Los comienzos de la Sociología española”, La Arbolafia, 3, 2015, 159-160. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-LosComienzosDeLaSociologiaEspanola-5138026.pdf 
[6] Ángel Infestas, “Los comienzos de la Sociología española”, 159.
[7] Pedro Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”, Anales de Derecho, 21, 2003, 253-282. http://revistas.um.es/analesderecho/article/view/57421/55311
[8] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología en España”, en S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres (eds.), Diccionario de Sociología, Alianza, Madrid 1998, p. 742.
[9] Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”.
[10] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después: el oficio de sociólogo en la España plural”, Revista Española de Sociología,  7, 2007, 40. http://www.uv.es/santos/texto%20A.%20Ort%C3%AD.pdf
[11] José Vidal-Beneyto, 1973, citado en Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”.
[12] Sánchez Vera, “Antecedentes de la Sociología en la Universidad de Murcia”. Alfonso Ortí, “En el margen del centro: la formación de la perspectiva sociológica crítica de la generación de 1956”, Revista Española de Sociología, 1, 2001, 156-158. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/09%20(1).pdf
[13] José Vidal-Beneyto, “El CEISA, un ejemplo de resistencia intelectual”, Le Monde Diplomatique, diciembre 2009. http://www.medelu.org/IMG/pdf/CEISA_VIDAL-BENEYTO_p26.pdf
[14] Josep A. Rodríguez, “La sociología académica”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 64, 1993, 175-200. http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_064_09.pdf
[15] “La sociología española, entre el autodidactismo y la penuria económica”, El País 12/08/1978. http://elpais.com/diario/1978/08/12/sociedad/271720811_850215.html
[16] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después”, 42.
[17] José Jiménez Blanco, “Diez años de sociología en España (1974-1984)”, Cuenta y razón, 19, 1985, 133-142.
[18] María Ángeles Durán, “La actual institucionalización de la sociología en España”, en S. del Campo (coord.), Historia de la sociología española, Ariel, Barcelona 2001, 320.
[19] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo en España”, Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 98, 2002, pp. 21-36.  http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_098_04.pdf
[20] Emilio Lamo de Espinosa, “Sociología en España”, 744.
[21] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, Revista Española de Sociología,  22, 2014, 138. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(2).pdf
[22] Salustiano del Campo, “Ser sociólogo en España”. 
[23] Manuel Pérez Yruela, “La sociología hace treinta años…”, 144.
[24] François Dubet, ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? , Siglo XXI, Buenos Aires 2015.
[25] José Jiménez Blanco, “Diez años de sociología en España (1974-1984)”. 
[26] Clara Guilló, “De la Sociología precaria y clandestina a la Sociología crítica y transformadora”,  Revista Española de Sociología, 7, 2007, 81-82. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/05%20(1).pdf
[27] Raimundo Cuesta, “Entrevista a Fernando Álvarez-Uría”, Con-Ciencia Social, 17, 2013, 101-114. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/Dialnet-EntrevistaAFernandoAlvarezUria-4498726.pdf
[28] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 119-166.
[29] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 129.
[30] Alfonso Ortí, “Veinticinco años después”, 33-35.
[31] Teresa González de la Fe, “Para qué sirve la sociología”, 137.
[32] Alfonso Ortí, “En el margen del centro”, 138.
[33] Clara Guilló, “De la Sociología precaria …”, 85.
[34] Manuel Martín Serrano, “La vocación de la sociología académica española. Desde el tiempo de las utopías al de la contrautopía”, Revista Española de Sociología, 6, 2006, 107. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/06.pdf
[35] Manuel Martín Serrano, “La vocación de la sociología académica española”, 111.
[36] Ibid., 112-113.
[37] Manuel Pérez Yruela, “La sociología hace treinta años, la sociología dentro de treinta años”, Revista Española de Sociología, 15, 2011, 138-139. file:///D:/Documents%20and%20Settings/Usuario/Mis%20documentos/Downloads/10%20(3).pdf