sábado, 15 de octubre de 2016

Julio Alguacil in memoriam


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Hoy nos ha dejado Julio Alguacil, un insustituible. La terrible e injusta enfermedad de nuestros tiempos se ha llevado a quien merecía mucha más vida que seguir regalando. Nos deja el compañero de la asociación de vecinos, el montañero impensable, el profesor de Universidad, el investigador de referencia, el amigo, el padre, el compañero.
La historia de su vida intensa está llena de compromisos: en el PC, en IU, en Podemos, en los movimientos sociales, especialmente en el vecinal. Y en todos ellos dejó su dedicación y su optimismo, ese optimismo del “ir haciendo”, de no dejarse perturbar por las desilusiones y desencuentros que la práctica organizativa va produciendo. Ahí seguía, como uno más, en La Incolora, asociación de vecinos de Villaverde, su barrio de siempre.
Ese vínculo con el movimiento social ha sido una constante en su vida social y profesional. Julio ha sido durante años profesor de sociología en la Universidad Carlos III de Madrid.
En su currículo académico constan una buena cantidad de obras, artículos, libros y contribuciones sobre los movimientos sociales; sobre el tercer sector; sobre la sociedad y la administración relacional; sobre la participación ciudadana y el poder local; sobre presupuestos participativos; sobre la degradación social de los entornos urbanos y sobre perspectivas de un nuevo urbanismo; o un impulsor avant la lettre de la lógica antropológica del decrecimiento, un defensor en la teoría y en la práctica del “vivir sencillo”.
Julio Alguacil es un intelectual de referencia en el espacio de investigación y de propuesta de la participación ciudadana, un creador de sentido. Su obra ha sido y será utilizada con un propósito que no está al alcance de muchos: para intentar cambiar y mejorar las cosas. En la obra de Julio es posible distinguir no solo el rigor exigible a la investigación académica, también el compromiso con el objeto de estudio, la evidencia de que nuestra voluntad de ser objetivos no debe estar reñida con una actitud intelectual lejos de una neutralidad que no existe.
Julio deja una buena cantidad de aportaciones sobre la administración relacional, sobre el significado profundo de la participación política, sobre las oportunidades de cambio en el ámbito local, sobre las oportunidades para un nuevo urbanismo, sobre la comprensión de la ciudad como un territorio de confrontación de proyectos donde late, con la misma intensidad que en otros ámbitos, el conflicto social, la confrontación de intereses.
Como investigador y académico Julio estaba muy lejos de esa comprensión cuantitativista, edulcorada y ajena de la investigación social. Fue, en esto también, un hombre coherente y consecuente. Con toda seguridad ese compromiso suyo “desde abajo”, esa ambición que no ambicionaba más que estar y hacer, ha sido un legado vital en una obra intelectual vibrante y comprometida.
Durante años Julio ha participado en proyectos de investigación-acción que tenían por objetivo suministrar conocimiento y herramientas a administraciones locales. Este es un aspecto reseñable de su obra, la evidencia de un compromiso con la práctica que sirve, también, para entender la vitalidad de sus textos, su inserción en los conflictos reales.
Julio era un montañero impenitente, un incansable andarín. Pero hasta en esto hizo del placer un acontecimiento social: La incolora organizaba regularmente excursiones por las que habremos pasado centenares de personas. La alegría de disfrutar del campo o la montaña eran más alegría y más real sin se hacían en grupo, si congregaba a amigos y conocidos.
Será muy difícil para los que le conocimos olvidar su sonrisa y su bonhomía. Para muchos Julio era la encarnación de eso que Machado quiso decir de si mismo: “soy en el buen sentido de la palabra, bueno”. En todos los lugares dejó esa generosidad y gentileza de quien regala lo que tiene sin hacer contabilidad emocional del intercambio.
Julio deja una familia maravillosa que han sido su referencia, Concha, Aitana y Vera pierden un gran padre y compañero. Los demás, muchos, un amigo entrañable y cariñoso al que hemos querido y al que recordaremos. Hoy es un día triste y amargo.
Hablaba Neruda de la muerte como un transitar del corazón por un lugar oscuro, oscuro, como un naufragio hacia dentro. Hoy Julio se nos ha ido, pero en ese viaje sabe que se lleva el calor, el amor, de decenas, de centenares. No caminas solo, amigo. Descansa en paz Julio.

viernes, 14 de octubre de 2016

Quienes defienden la legalización de la prostitución no se han enterado de nada

Kajsa Ekis Ekman: Quienes defienden la legalización de la prostitución no se han enterado de nada

Kajsa Ekis Ekman es una periodista y activista sueca autora de diferentes trabajos sobre la crisis financiera y los derechos de los mujeres. Crítica con el capitalismo, trabaja actualmente para el periódico Dagens Nyheter. Recientemente ha publicado el libro Being and being bought, que ya ha sido traducido al francés L’être et la merchandise. Kajsa espera que su obra aparezca el próximo año en España. Ha vuelto a Barcelona, donde vivió durante dos años, para participar en las jornadas Radicalment feministes, organizadas por Xarxa feminista y celebradas en el campus de la Ciutadella de la Universitat Pompeu Fabra entre el 3 y el 5 de junio.

¿Cómo le explicarías la prostitución a un extraterrestre?
¿A un extraterrestre? Entonces tampoco sabría qué es el capitalismo, ni tampoco el patriarcado. Porque la prostitución se encuentra justo ahí, en la intersección entre dos sistemas de opresión que son el capitalismo y el patriarcado. En el capitalismo el pobre existe para enriquecer y satisfacer al rico. Y según el patriarcado, la mujer existe para satisfacer al hombre. Ahí está la prostitución.
En la prostitución hay dos personas: una que quiere tener sexo y otra que no quiere. La que quiere paga a una persona que no quiere.

En alguno de tus escritos defiendes que la prostitución es incompatible con el Estado democrático.
La pregunta sería ¿es que el patriarcado sería compatible con un Estado democrático? ¿Es que el capitalismo es compatible con un estado democrático? Son preguntas más bien abstractas.
Pero yo diría que la prostitución supone una violación de los derechos humanos. Porque sabemos por las estadísticas que es la forma de vida más brutal y más mortal que puede tener una mujer.
Las mujeres que viven en la prostitución tienen una tasa de mortalidad cuarenta veces más alta que la de las mujeres que están fuera de la prostitución. De hecho, un estudio publicado en Canadá concluía que para una mujer era mucho menos peligroso vivir sin techo o caer en la drogadicción que entrar en la prostitución. Y eso no cambia con la legalización porque vemos que desde 1999, cuando Suecia introdujo la ley contra la compra de sexo, no ha muerto ni una sola mujer en la prostitución a manos de un cliente o de un proxeneta, mientras que en Alemania, en este mismo período, han muerto setenta mujeres por esta causa. No podemos seguir manteniendo este modelo de prostitución y fingir que estamos defendiendo las vidas y la salud de las mujeres.

Y sin embargo hay muchos movimientos progresistas que defienden la legalización de la prostitución…
Es que no entienden nada. Yo pienso que muchos se creen tolerantes, se creen abiertos y utilizan la prostitución como un adorno para demostrar que son muy progresistas. Lo ven como algo moderno.
Pero si realmente sabes lo que es la prostitución, conoces ese mundo, ves las consecuencias que tiene, entonces no puedes dormir bien por las noches estando en favor de la prostitución.
Lo que realmente me ha sorprendido siempre de ese discurso pro trabajo sexual es que nunca hablan del hombre, nunca hablan del cliente. Es como si no existiera. Sólo hablan de la trabajadora sexual, pero ¿qué es lo que hace en su trabajo? Y el papel del cliente se olvida.
Eso es precisamente lo bueno del modelo sueco. Que se focaliza justamente en la demanda, en lo que hace el hombre. Tú no tienes derecho a comprar sexo. Justamente, la lógica de la ley es que la prostitución no es compatible con la igualdad entre hombre y mujer. Hay una visión más amplia. No se trata solo de considerar a la prostituta como una víctima, sino de mostrar que aquello que hace quien compra sexo afecta a todas y a todos los miembros de una sociedad. A su mujer, a su hija, a las relaciones entre hombre y mujer en toda la sociedad.

Sin embargo vemos a menudo campañas en favor de la legalización de la prostitución. Incluso para muchos medios de comunicación, sus anuncios constituyen una de sus formas de financiación.
Si. Por suerte en Suecia ya no tenemos ese problema. No puedes publicar un anuncio, eso sería proxenetismo, y el diario y sus responsable sería juzgado e incluso encarcelado por proxeneta, porque estás viviendo de la venta del cuerpo de una mujer.

Y volviendo al tema de la venta del cuerpo de una mujer tenemos el tema de la maternidad subrogada….

Es un poco lo mismo y lo opuesto a la vez. Es la vieja idea de la puta y la virgen. Ahí tenemos lo que es la prostitución y los vientres de alquiler. Son dos cosas que se han convertido en industrias mundiales.
En mi opinión la prostitución y los vientres de alquiler son lo mismo, solo que en este último caso no sólo se vende una mujer, también se vende un niño. La madre recibe el dinero en el momento en que entrega a su niño. Si eso no es trata de niños, no sé que debe serlo.
Volvemos un poco a la perversión de convertir estos temas en algo progresista. Hemos hablado de la prostitución, pero cuando hablamos de vientres de alquiler hablamos también del derecho de padres homosexuales a poder tener un hijo.
El capitalismo no es tonto. Sobrevive porque se adapta y siempre es capaz de crear nuevas campañas de publicidad. En este caso es lo que ha hecho a partir de los años sesenta y setenta; se ha apoderado del discurso progresista. Y ahora está utilizándolo para defender temas como la prostitución o la esclavitud. Ya no dicen que es algo natural o biológico. Ya no hablan de las prostitutas, como lo hacían en los tiempos de las colonias respecto a las personas nacidas en ellas, como seres inferiores. Han cambiado el lenguaje, lo han adaptado.
Pero la industria de la prostitución no ha cambiado. Quienes compran son los mismos. Todo funciona de la misma manera que hace cien años. Existe esclavitud dentro de la prostitución, es lo que antes se llamaba trata de blancas y ahora simplemente trata. Pero es lo mismo.

¿Cómo se corta este círculo? ¿Cómo se puede conseguir que la gente deje de recurrir a la prostitución? Y por otro lado ¿Cómo conseguir que las mujeres que ejercen la prostitución puedan abandonarla?
Hay lugares, como Inglaterra, que no tienen la ley sueca, pero si descubren a alguien que compra sexo, le hacen ir a un curso de sensibilización que le ayude a entender lo que hace. Pero esto no funciona. Luego sigue haciendo lo mismo.
En Suecia solo recibe una multa, pero eso ya es algo, porque ese hombre, que es un ciudadano, que tiene una familia y un buen empleo, entiende que lo que tiene es un problema con la policía. Es la manera de hacerle entender que aquello que ha hecho no está bien.
No es la multa en sí, que viene a ser parecida a una sanción de tráfico, es el hecho de recibir una carta en casa y que su mujer, o su hija, pregunten qué es eso. Es hacerle enfrentar a las consecuencias de sus propios actos. Y ahí es donde la cosa realmente cambia.
Tampoco se trata de hacer como en los Estados Unidos y de poner fotografías en los diarios, no se busca un escarnio público, pero sí que los actos realizados tengan alguna consecuencia.

Y sobre cómo ayudar a alguien a poder salir, porque estamos hablando de mafias y, desgraciadamente en este país, también hay una cierta connivencia social…
Hablamos de diferentes grupos y depende mucho de la causa por la cual una persona entra en la prostitución. En Suecia tenemos muchas prostitutas que son inmigrantes, que han sido traídas por las mafias. Aquí estamos hablando de una operación grande. Estamos hablando también de pobreza, de no tener papeles, de no tener educación, de no hablar el idioma… Estamos hablando de recursos económicos.
Cuando hablamos de muchas suecas que ejercen la prostitución, e imagino que debe de ser parecido aquí, no siempre son las causas económicas las más importantes. A menudo nos encontramos con traumas, como haber sido violada durante la infancia, o no tener casa…
Hablamos de otros factores. Yo creo que cada caso es individual, pero debe haber centros de acogida, como los que tenemos ya en Suecia, en los que puedas encontrar todo lo que necesites para poder salir: ginecólogo, educación, ayuda para encontrar trabajo, porque ¿qué vas a hacer si has estado treinta años ejerciendo la prostitución y quieres otra cosa? ¿Qué haces cuando te piden tu currículum? Ahí es donde es necesario que esté alguien capaz de ayudarte.
Es necesario un apoyo público y a nivel estatal. En muchos lugares este apoyo lo realizan grupos cristianos. Eso es un poco problemático, aunque hagan un buen trabajo, porque detrás está muchas veces el gancho de tener que creer en Dios. Esta salida debería de ser posible para todos, con independencia de sus creencias.


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miércoles, 12 de octubre de 2016

CIVERSITY Working Papers

En el grupo de investigación CIVERSITY hemos decidido impulsar una línea de publicación de documentos de trabajo en abierto que nos permita dar salida y compartir textos de comunicaciones, conferencias, trabajos en progreso, etc. Los documentos cuentan con ISSN y el primero de ellos lo firmo yo mismo: Derecho de los cuidados, servicios sociales y políticas públicas. Esperamos dar continuidad a esta iniciativa y, sobre todo, que los trabajos que vayamos publicando os resulten de interés.



viernes, 7 de octubre de 2016

¿Cómo medir el desempeño en la actividad docente e investigadora?

La semana pasada un grupo de alumnas y alumnos del Grado de Sociología se acercó hasta mi despacho y me regalaron un libro con una cariñosa dedicatoria. Les ruego me disculpen que lo haga público, pero creo que van a entender por qué lo hago.


 


Al placer que para mí ha supuesto compartir con ellas y ellos muchas horas, tanto en el aula como fuera de ella (en seminarios, congresos, conversaciones y encuentros inesperados) se añade ahora la emoción de su generoso reconocimiento. Un reconocimiento que valoro, ¡no saben cuanto!, pero que al tiempo considero inmerecido: hace años que pienso y siento que el momento de entrar en el aula y de encontrarme con mis alumnas y alumnos es lo único que me reconcilia con una universidad cada vez más extravíada por los caminos de la "excelencia" y la "normalización pedagógica", de los "rankings" y de los "impactos". Son muchas y muy fundadas las críticas hacia esta deriva (por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí). Deriva que ha provocado múltiples perversiones, entre las que destaca la aparición de una floreciente "industria de la acreditación", con un corpus de expertos en los arcanos de la justificación de méritos que se ofrecen a orientar, previo pago, sobre la mejor manera de "colocar" artículos en las revistas de mayor impacto, o de "presentar" los currículums de manera que resulten más atractivos para las comisiones de evaluación.

Hacía ya tiempo que venía comentando con compañeras y compañeros de diversos departamentos, tanto  de mi universidad como de otras, la ingeniosa y profunda reflexión crítica que el catedrático de Antropología de la Universidad de Yale, James C. Scott, hace de esta burda mecánica de evaluación en su libro Elogio del anarquismo (Crítica, Barcelona 2013, pp. 146-167). Confiando en la benevolencia del libertario Scott, me permito reproducir algunos fragmentos de esa crítica:

Fragmento 23. ¿Y si...? Una empresa de auditoría fantasma 

¿Me acompaña el lector en una breve fantasía? El año es 2020. Richard Levin, el rector de la Universidad de Yale, se aca­ba de retirar tras un largo y brillante mandato y ha declarado que 2020 es el «Año de la Visión Perfecta». Todos y cada uno de los relucientes edificios han sido reconstruidos, los estudiantes son cada vez más precoces y consumados, y están más sindica­dos, que en 2010; la publicación que ahora fusiona a US News & World Report y Consumer Reports ha clasificado a la Univer­sidad de Yale con el número 1 en el ranking global, ahí arriba, junto a los mejores hoteles, coches de lujo y segadoras. Bueno, casi en el ranking global, porque parece que la calidad del profe­sorado, tal como se refleja en los trascendentales rankings, ha caído. Los competidores de Yale sacuden la cabeza ante este des­censo, y los que saben leer entre las líneas de las declaraciones aparentemente serenas de la Corporación Yale pueden detectar un pánico creciente pero, por supuesto, siempre decoroso. 

El nombramiento de la sucesora de Levin, Condoleezza Rice, la exsecretaria de Estado, que en el reciente pasado ha llevado a cabo una sensata racionalización de la Fundación Ford con crite­rios empresariales, es uno de los indicadores de la preocupación que reina en la corporación. […] La rectora Rice no ha sido elegida por su sim­bolismo, sino por la promesa que representa: la promesa de con­ducir una total reestructuración del profesorado utilizando las técnicas más avanzadas de gestión de calidad; técnicas perfeccio­nadas desde sus rudimentarios inicios en las Grandes Écoles de París a finales del siglo XIX, encarnadas no solo en la revolución en Ford de Robert McNamara, y más tarde, en la década de 1960, en su trabajo en el Ministerio de Defensa, sino también en la revolución de Margaret Thatcher con respecto a la gestión de política social y de educación superior en el Reino Unido en la década de 1980; y refinadas por el desarrollo de la medición nu­mérica de la productividad de los individuos y de las unidades en la gestión industrial; técnicas que el Banco Mundial haría evolu­cionar todavía más, […] y que han llegado por fin, con un cierto retraso, hasta las universidades de la Ivy League.
[…] Fue el exhaustivo plan de la doctora Rice para la mejora a gran escala de la calidad del profesorado, o, para ser más precisos, para mejorar la posición del profesorado en los rankings nacionales, lo que convenció a la corporación de que la doctora Rice era la respuesta a sus plegarias. […] 

El plan de la doctora Rice, nos explican nuestra fuentes, era de una engañosa sencillez. Propuso utilizar los métodos científi­cos de evaluación utilizados en otros ámbitos académicos, pero aplicándolos, por primera vez, de un modo realmente exhaustivo y transparente. El sistema giraba en torno a los índices de cita­ción: el Arts and Humanities Citation Index (índice de citación de artes y humanidades), el Social Science Citation Index (índice de citación de ciencias sociales) y el abuelo de todos ellos, el Science Citation Index (índice de citación científico). Por supuesto, con qué frecuencia los autores de un campo citaban el trabajo de otro de su mismo campo eran cifras que ya se consultaban de vez en cuando en las evaluaciones de cara a un ascenso o a una pro­moción, pero, si le daban el puesto de rectora, la doctora Rice proponía sistematizar y hacer más completo este método de eva­luación objetiva. Los índices de citación, insistió, igual que las máquinas que cuentan votos, no tienen favoritos; son incapaces de parcialidad, consciente o inconsciente; y representan la única medición impersonal que permite juzgar la distinción académica. Por lo tanto, a partir de aquel momento, los índices de citación serían el único criterio para la promoción, el ascenso y la conce­sión de plazas de profesor titular. Si Rice conseguía acabar con el carácter permanente de las plazas, los índices de citación tam­bién servirían de base para la destitución automática de un pro­fesor numerario cuya pereza y poca visibilidad le impedían al­canzar las normas de citación anual (NCA, para abreviar). 
[…] Se equipará a todo el profesorado con un gorrito digitalizado. Tan pronto como el modelo haya sido diseñado, con los colores distintivos de Yale, azul y blanco, y los gorros puedan ser fabri­cados en condiciones humanas, no esclavistas y sin utilizar mano de obra infantil, se les exigirá a todos los profesores que los lle­ven mientras estén en el campus. En la parte delantera del gorro, sobre la frente, una pantalla digital, similar a la de un taxímetro, mostrará la cifra total de citaciones de este investigador en tiem­po real. A medida que los centros de recuento de citaciones total­mente automatizados registren nuevas citaciones, estas citacio­nes, transmitidas vía satélite, serán enviadas automáticamente al lector digital del gorro. Llamémosle Public Record of Digitally Underwritten Citation Totals (registro público digital certifica­do del total de citaciones), que produce el útil acrónimo de PRODUCT. Rice hace aparecer la imagen de la excitación que sentirán los estudiantes que escuchan embelesados la clase ma­gistral que está impartiendo un brillante y famoso profesor cu­yo gorro, mientras habla, no deja de zumbar y en el que, ante la vista de los alumnos, se va acumulando el total de citaciones. Mientras tanto, en el aula de al lado, los alumnos observan con preocupación la pantalla inmóvil del gorrito del avergonzado profesor que tienen delante. ¿Qué aspecto tendrá el expediente académico de los alumnos cuando el total acumulado de citacio­nes de los profesores a cuyas clases han asistido sea comparado con el total acumulado de sus competidores para entrar en las escuelas de posgrado o profesionales? ¿Han estudiado con los mejores y los más brillantes? 
Los estudiantes ya no tendrán que depender de los rumores y de lo que les dicen sus amigos, testimonios siempre falibles, o de los prejuicios de un crítico del curso. La «nota numérica de cali­dad» de su instructor estará ahí, a la vista de todos y para que todos juzguen por sí mismos. Los profesores no numerarios ya no necesitarán temer el capricho de sus colegas numerarios y ti­tulares. Un criterio único e indiscutible de los logros del profesor proporcionará, igual que un recuento de goles, una medida de calidad y un objetivo claro y nada ambiguo hacia el que dirigir la ambición. En opinión de la rectora Rice, el sistema resuelve el sempiterno problema de cómo reformar los departamentos que languidecen en los desvanes de sus disciplinas y se convierten en bastiones de un rígido patrocinio. Esta medida de estatus profe­sional, transparente e impersonal y que le da cuentas al público, será utilizada a partir de ahora en sustitución de los comités de promoción y de contratación. 
¡Piensen en la claridad! Lo único que tendrá que hacer un se­lecto panel de distinguidos profesores (seleccionados según el nuevo criterio) será fijar los techos de citaciones: para la renova­ción, para el ascenso a profesor asociado, para el nombramiento de numerario, y uno más para el rendimiento posterior a la ocu­pación de la plaza de numerario. Después, y una vez la tecnolo­gía del gorro haya sido perfeccionada, el proceso quedará total­mente automatizado. Imagínense una profesora de ciencias políticas de las que marca tendencias y a quien se cita mucho, la doctora Tecla Nunca Parada, que está dando su clase magistral en una gran y abarrotada aula de la universidad. De repente, y porque un desconocido investigador acaba de citar su último ar­tículo en la Revista de Recónditas Investigaciones Recientes y que, por pura casualidad, esta es la citación que supera su techo y la eleva al siguiente nivel, el gorro reacciona de inmediato y anuncia la buena nueva lanzando destellos blancos y azules, acompañados al mismo tiempo con la música del Boola-Boola [himno con el que los hinchas jalean a los equipos deportivos de la Universidad de Yale] Los estudiantes, al darse cuenta de lo que acaba de ocurrir, se ponen en pie y le dedican un aplauso a su profesora por su ascen­so. Ella se inclina con modestia, contenta y avergonzada al mis­mo tiempo por el revuelo creado, y prosigue con su clase, pero ahora ya, siendo titular de una plaza. La pantalla sobre la mesa del despacho de la rectora en el Woodbrige Hall le informa de que Tecla ha conseguido entrar en «el círculo mágico de sus pro­pios méritos», y le envía a su vez un mensaje de felicitación que se retransmite a través del gorro vía voz y texto. En breve le lle­gará un nuevo y distintivo «gorro de numerario» y también el certificado correspondiente. 
Los miembros de la corporación, al entender de inmediato la cantidad de tiempo y de debates que les ahorrará este sistema automatizado, y cómo podrá catapultar hacia delante a Yale en la carrera de los rankings del profesorado, se ponen manos a la obra para refinar y perfeccionar la técnica. Uno sugiere estable­cer un sistema de tiempo de depreciación de la citación en el que cada año que pase desde la fecha de la citación, esta pierda un octavo de su valor. Una citación de ocho años se evaporaría, de acuerdo con el ritmo de avance del campo de estudio. Un miem­bro de la corporación, no sin una cierta reticencia, sugiere que, por coherencia, debería fijarse un techo máximo de retención, incluso en el caso de los profesores antes numerarios. La rectora reconoce que la imagen del descenso del total de citaciones de un profesor, degradándose hasta el nivel de destitución en medio de un seminario, es sin duda un lamentable espectáculo al que asis­tir. Otro sugiere que, en este tipo de casos, se podría programar el gorro para que la pantalla se quedase en blanco, aunque uno supone que el profesor podría leer su destino en la mirada des­viada de sus alumnos. 
Por divertida que pueda parecer por derecho propio, el pro­pósito de mi ridiculización de la medición cuantitativa de productividad en el mundo académico va más allá de la simple diversión. […] Sin importar la forma que tomen, índices de citaciones, reválidas estandarizadas o análisis de cos­tes y beneficios, todos ellos siguen la misma lógica. ¿Por qué? […] Lo que más atrae de este tipo de medidas es que todas ellas convierten medidas de calidad en me­didas de cantidad, lo que permite por lo tanto la comparación entre casos aplicando un sistema de medición aparentemente único e impersonal. Son, sobre todo, una inmensa y engañosa «máquina antipolítica» concebida para convertir cuestiones po­líticas legítimas en ejercicios neutrales, objetivos y administra­tivos regidos por expertos. […]

Fragmento 24. Inválido e inevitablemente corrupto

El primer problema, y el más evidente, que plantea este tipo de medidas es que muy a menudo no son válidas; es decir, en ra­ras ocasiones miden con alguna exactitud la calidad que creemos que está en juego. 

El Science Citation Index (SCI), fundado en 1963 y el abuelo de todos los índices de citación, fue idea de Eugene Garfield. Su propósito era el de calibrar y medir el impacto científico de, pon­gamos por caso, un determinado artículo de investigación, y por extensión, el de un investigador en particular o laboratorio de investigación, mediante el análisis de la frecuencia con la que otros científicos investigadores citaban un artículo publicado. ¿Por qué no? Sin duda era mejor que fiarse de reputaciones infor­males, de becas y subvenciones y de las oscuras jerarquías sólida­mente integradas en las instituciones establecidas, por no hablar de la pura productividad de un experto. Al fin y al cabo, más de la mitad de todas las publicaciones científicas parecen sumergirse hasta el fondo del proceloso mar de las publicaciones sin dejar ningún rastro; no se las cita en absoluto, ¡ni siquiera una sola vez!, y el 80 por 100 solo se citan una vez. El SCI parecía ofrecer una medida neutral, precisa, transparente, desinteresada y obje­tiva del impacto de un investigador en investigaciones y trabajos subsiguientes. ¡Un golpe al mérito! Y, en consecuencia, al menos al principio, fue comparado con las estructuras de privilegio y de posición que afirmaba sustituir. 
Fue un gran éxito, sin duda porque se le dio una gran promo­ción; ¡no olvidemos que esto es un negocio con ánimo de lucro! Al cabo de poco tiempo, estaba por todas partes: se utilizaba en la concesión de plazas de numerario, para promocionar revistas, clasificar investigadores e instituciones, en análisis tecnológicos y en estudios gubernamentales. Pronto le seguirían el Social Science Citation Index (SSCI) y después, ¿cómo iba a quedar atrás el Arts and Humanities Citation Index? 
¿Qué medía exactamente el SCI? Lo primero que hay que ob­servar es la mecanicidad y la abstracción, similares a las de un ordenador, de la recogida de datos. […] Se trata de un ejercicio muy provincia­no; se trata, al fin y al cabo, de una operación en lengua inglesa, y por lo tanto, angloestadounidense. […] Obsérvese también que el índice, al ser una cuestión estadísti­ca, debe favorecer sin duda las especialidades en las que hay más tráfico, lo que equivale a decir las principales corrientes de inves­tigación, o, en palabras de Kuhn, la «ciencia normal». Nótese por último que la «subjetividad cosificada» del SSCI es también sumamente presentista. ¿Y si de aquí a tres años se abandona una línea de investigación vigente, al considerarla un ejercicio estéril? La oleada de hoy, y la curiosidad estadística que crea, tal vez le hayan permitido a nuestro afortunado investigador nave­gar sobre la cresta de la ola y llegar a un puerto seguro a pesar de su error. No es necesario darle más vueltas a estas deficiencias del SSCI que solo sirven para mostrar la inevitable brecha entre las medidas de este tipo y la calidad subyacente que pretenden evaluar. El triste hecho es que muchas de estas deficiencias po­drían ser corregidas reformando y mejorando los procedimien­tos mediante los cuales se construye el índice. En la práctica, no obstante, se prefiere la medida más esquemáticamente abstracta y más sencilla de computar debido a su facilidad de uso y, en este caso, su menor coste. Ahora bien, bajo el sistema de medición aparentemente objetivo de las citaciones se oculta una larga serie de «convenciones contables», de gran calado político y que tie­nen enormes consecuencias, que se han introducido a la chita callando en los sistemas de medición. 
[…] Incluso si la unidad de medida, cuando se concibe por primera vez, es una medida válida, su mis­ma existencia desencadena una serie de acontecimientos que so­cava su utilidad. Llamemos a este fenómeno un proceso por el cual «una unidad de medida coloniza el comportamiento», ne­gando así cualquier validez que hubiera podido tener en el pasa­do. Por ejemplo, ha llegado a mis oídos que existen «círculos» de investigadores que ¡se han puesto de acuerdo en citarse los unos a los otros de forma rutinaria para elevar así su índice de citacio­nes! Las connivencias descaradas de este tipo son la versión más notoria de un fenómeno de mayor alcance. El mero hecho de sa­ber que el índice de citaciones puede hacer o destruir carreras ejerce una influencia que dista mucho de ser sutil sobre la con­ducta profesional: por ejemplo, los incentivos que esto hace apa­recer robustecen el tirón gravitacional de las corrientes metodo­lógicas dominantes y de los subcampos de estudio más poblados, estimulan la elección de revistas y fomentan los mágicos mantras de los personajes más notables de un determinado campo. Esto no tiene que significar necesariamente un burdo comportamien­to maquiavélico, sino que más bien estoy señalando la constante presión en los márgenes que invita a actuar «con prudencia». El resultado, a largo plazo, es una presión selectiva, en el sentido darwiniano, que favorece la supervivencia de los que logran sa­tisfacer o superar las cuotas marcadas por los auditores. 
Un índice de citación no es una mera observación, es una fuerza en el mundo capaz de generar sus propias observaciones. A los teóricos sociales les ha impresionado tanto esta colonización que han intentado darle una formulación similar a la de una ley en el marco de la ley de Goodhart, que sostiene que «cuando una medida se convierte en una meta, deja de ser una buena medida» […] (el énfasis es mío, I.Z.)

Fragmento 26. En defensa de la política

El auténtico daño que causa confiar sobre todo en el mérito medido cuantitativamente y en sistemas auditores numéricos «objetivos» para evaluar la calidad es consecuencia de haber des­cartado cuestiones vitales que deberían formar parte de un enér­gico debate democrático y ponerlas en manos de expertos a quie­nes se supone neutrales. […] Cuando se utilizan el índice de citación SSCI y el SAT, el examen de reválida estandarizado, y el ahora omnipresente análisis de costes y beneficios, estamos viendo en funcionamiento la máquina antipolítica.
La antipolítica del SSCI consiste en la sustitución de un sano debate sobre la cualidad por un cálculo pseudocientífico. La au­téntica política de una disciplina, su política digna de atención en cualquier caso, es precisamente el diálogo sobre criterios de valor y de conocimiento. Me hago muy pocas ilusiones sobre la cali­dad habitual de este diálogo. ¿Hay en juego intereses y relaciones de poder? Por supuesto que sí. Están omnipresentes. No obstan­te, no hay nada que pueda sustituir este debate necesariamente cualitativo y nunca concluyente. Es la sangre que le da la vida al carácter de una disciplina, un combate que se libra en las reseñas, evaluaciones, aulas, mesas redondas, debates y en la toma de de­cisiones con relación al programa educativo, la contratación y el ascenso de profesores. Cualquier intento de limitar este debate mediante, por ejemplo, la balcanización en subcampos casi autó­nomos, el establecimiento de rígidos criterios cuantitativos, o la creación de complicadas tablas de resultados, tiende siempre a congelar una ortodoxia dada o a fijar en una posición inamovi­ble el reparto de cargos y puestos.


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"Todos sabemos lo que los incentivos distorsionadores han hecho a las finanzas y la banca", recordaba Randy Schekman, Premio Nobel de Medicina en 2013, en un artículo en el que explicaba por qué la ciencia debe "liberarse de la tiranía de las revistas de lujo" y, en consecuencia, expresaba su compromiso y el de su laboratorio para evitar seguir publicando en estas revistas, animando a otros a hacer lo mismo.

El libro que me han regalado esas alumnas y alumnos carece de valor según los estándares de evaluación que hoy hegemonizan el ámbito universitario: no sirve para lograr un sexenio, ni para conseguir complementos retributivos. Ninguna agencia de evaluación sabría qué hacer con este "mérito". Pero para mí tiene un valor inmenso. Gracias.