sábado, 26 de diciembre de 2009

Liberté, égalité, identité


El periódico Libération ha publicado un manifiesto impulsado por SOS Racisme y suscrito en su lanzamiento por una cincuentena de relevantes políticos, artistas, académicos e intelectuales en el que se reclama poner fin al debate sobre la identidad nacional lanzado hace un mes por el ministro de Inmigración e Identidad Nacional, Eric Besson.

El texto, titulado Arrêtez ce débat, Monsieur le Président! (¡Pare este debate, Señor Presidente!) considera que la iniciativa, más allá de sus propósitos explicitados, "lejos de reforzar la adhesión a los valores de la República, es un factor de odio y desunión".

Los debates sobre la identidad nacional, advierten los firmantes del manifiesto, están poniendo de manifiesto una realidad "inquietante y nauseabunda", cual es la conversión de una buena parte de los foros de debate en "espacio de liberación de una palabra racista, pronta a volver a poner en cuestión, de manera insidiosa o explícita, la legitimidad de la presencia sobre el suelo nacional de categorías enteras de la población".

1. La construcción de la identidad personal sólo puede entenderse como parte de una más amplia tarea de construcción y diferenciación de identidades colectivas. El problema del yo es, siempre, el problema del nosotros tanto como el problema del otro. La cuestión que nos debe preocupar no es, pues, la de la existencia de procesos colectivos de identificación, pues estos son consecuencia inevitable de la naturaleza social del ser humano: no hay yo posible sin un nosotros de referencia. La cuestión es si la mejor manera de procurar la necesaria identificación colectiva, hábitat de significado imprescindible para la construcción de la identidad personal, es la identidad estatonacional. Dicho de otra manera: la cuestión estriba en saber si no hay otra manera de garantizar la identificación colectiva y la razonable seguridad que hagan posible la construcción de una identidad personal que no sea mediante la afirmación nacional.

2. La pregunta por la identidad –“Y tú, ¿quién eres?”- se ha resuelto históricamente gracias al valor de uso de una ciudadanía articulada sobre dos fundamentos relacionados entre sí: la pertenencia a una comunidad nacional y la inserción en una sociedad de productores-consumidores. Decir soy español o francés, tanto como decir soy tornero o profesor, ha sido decirse y darse un lugar en el mundo. Un decirse con sentido. La identidad moderna se ha ido articulando, conflictivamente, en torno a la progresiva consolidación de Estados y de mercados nacionales. Nos centraremos en la primera de esas fuentes del yo.

3. En el momento en que, tras una historia de inestabilidad y de violencia, este proceso de nacionalización de las identidades parecía haber alcanzado un punto de fructífero equilibrio –tras la Segunda Guerra Mundial y la eclosión de Estados-nación asociada a los procesos de descolonización- basado en la realización del sueño westfaliano de un orden internacional fundado en la constitución de un número amplio pero limitado de naciones viables autodeterminadas embarcadas en un mismo proceso de modernización económica, el sueño de la razón estatonacional comenzó a producir sus monstruos. Y lo que surgió como institucionalización del universalismo (el proyecto de una Humanidad reconciliada, coexistiendo en paz y en seguridad en una serie de Estados-nación internamente estables y exteriormente reconocidos), esa constelación nacional formada por el Estado territorial, la nación y una economía circunscrita a unas fronteras nacionales, comenzó a manifestar sus disfuncionalidades.

4. La primera y fundamental de ellas: su imposible universalización. El Estado-nación ha pretendido generalizar una forma de vinculación social y de protección de los derechos humanos dependiente de la delimitación de un territorio nacional. No es extraño, en estas circunstancias, que la delimitación de un territorio nacional sea la aspiración universal de todos aquellos que se sienten amenazados. “Toda frontera tiene que ver con la inseguridad y con la necesidad de seguridad” (Magris). Pero el derecho de autodeterminación, es decir, el reconocimiento normativo, no meramente fáctico, de que todo pueblo que así lo desee debe convertirse en Estado, se ha manifestado como una pretensión insostenible en un mundo de sociedades multiculturales y multinacionales. La estatonacionalización de la política no sólo ha dejado de cumplir su función unificadora y pacificadora, sino que se ha convertido en foco permanente de conflictos étnicos.

5. Escribe Mary Douglas en Pureza y peligro: “Todos los márgenes son peligrosos. Si se los inclina hacia un lado o hacia otro, se altera la forma de la experiencia fundamental. Cualquier estructura de ideas es vulnerable en sus márgenes”. No sólo las ideas. La estructura misma de la existencia individual y social se vuelve vulnerable cuando los márgenes se tornan porosos o elásticos. Una frontera clara es la mejor manera de des-problematizar la pregunta por la identidad, al menos para la mayoría. Soy como estos, somos los de aquí, los de esta parte, los de dentro. Y, sobre todo, debemos cuidar de nosotros mismos, pues nadie más lo hará. Para ello, es fundamental definir con claridad absoluta los límites del nosotros. De ahí la defensa, muchas veces feroz, de un territorio culturalmente homogéneo, puro, a salvo de la contaminación de lo extraño. No es casualidad, en efecto, que hablemos de limpieza étnica para referirnos a las terribles matanzas que durante toda la última década del siglo XX han ensangrentado el mundo.

6. El sueño de la pureza es el sueño del orden natural de las cosas. Es la aspiración a construir un orden definitivo, eliminando de una vez y de raíz todo aquello que introduce o sostiene la amenaza a nuestras seguridades: la incertidumbre, el azar, el conflicto, la división. De ahí la respuesta identitaria basada en la nacionalitarización, articulada a partir de dos movimientos complementarios: a) hacia dentro, imaginar una falsa homogeneidad; b) hacia fuera, construir una no menos falsa heterogeneidad irreductible. La afirmación de la solidaridad comunitaria -reivindicada o añorada- basada en una identidad común, no deja de ser una falsificación de la experiencia: por una parte, la imagen de la comunidad se purifica de todo lo que podría transmitir un sentimiento de diferenciación sobre quiénes somos “nosotros”; por otra, la afirmación de la insalvable diferencia del extraño exige su reducción, una simplificación que la haga manejable.

7. Pero existe una relación directamente proporcional entre la intensidad del deseo de alcanzar la pureza y la capacidad de señalar elementos de impureza en la realidad, realidades impuras caracterizadas como obstáculos a superar en el camino para lograr el ideal de coherencia. Al igual que ocurre con la anorexia -tal vez la más moderna de las enfermedades, hasta el punto de que sólo puede existir en sociedades altamente modernizadas-, quien aspira al ideal de pureza nunca tiene suficiente. Cuanto más fuertemente aspiramos a la coherencia, en mayor medida descubrimos signos de incoherencia. Cuanto más ordenamos, más desorden descubrimos. Cuanto más limpiamos, más suciedad encontramos. La mirada de la pureza sobre la realidad no cesa de descubrir elementos que no encajan en su ideal. Por eso, de la pureza a la limpieza (étnica) no hay más que un paso.

8. La limpieza étnica, la eliminación del diferente, sólo es posible sobre las ruinas de la comunidad de aceptación mutua. La eliminación del otro exige un ambicioso y complejo programa de des-vinculación y, consecuentemente, de des-responsabilización. Y es que la preocupación ética nunca va más allá de la comunidad de aceptación mutua en que surge. La mirada ética no alcanza más allá del borde del mundo social en que surge. Nos constituimos en personas morales cuando nos reconocemos como parte de un entramado de vinculaciones que nos comprometen con otras personas a las que consideramos con-lo que sea: conciudadanos, convecinos, compañeros, compatriotas... La preocupación ética, la preocupación por las consecuencias que nuestras acciones (y nuestras omisiones) tienen sobre otras personas, es un fenómeno que tiene que ver con la aceptación de esas otras personas como legítimos otros para la convivencia. Sólo si aceptamos al otro, este es visible y tiene presencia. Todo ver es un mirar. Sólo vemos aquello que miramos. Sólo es visible aquello que previamente reconocemos como digno de ser reconocido. Y ser reconocido es dejar de ser extraño pues, como ya hemos dicho, el extraño es aquel que no encaja en nuestro mapa del mundo. De ahí la trágica compatibilidad entre la solidaridad y la exclusión, incluso en sus formas más bárbaras. La más férrea solidaridad con el intragrupo y su conservación puede coincidir y hasta impulsar la confrontación brutal con el exogrupo y su eliminación.

9. En definitiva, cuando las identidades colectivas se configuran en derredor del miedo, los conflictos identitarios adquieren la peligrosa naturaleza de una alianza de neuróticos, en la que cada parte en conflicto tiende a incrementar, consciente o inconscientemente, sobre los temores de la otra. “En contraste con los conflictos acerca de distribuciones y oportunidades económicas, donde existe una importancia primordial de la cooperación para conseguir objetivos comunes, los conflictos étnicos (los cuales implican dolor y sentimientos de tipo psicológico además de intereses materiales) pueden ser altamente destructivos. Así, la existencia de temores difusos respecto de la supervivencia de las culturas de los grupos o de su existencia física, o respecto de la posibilidad de descender en la escala social y dejar de ser respetados, son difícilmente negociables” (Rothchild y Hartzell). Su abordaje, no hablemos ya de su solución, se vuelve imposible pues, como señala Finkielkraut, “mientras que las convicciones se argumentan, las identidades se afirman y son irrefutables”.

10. Pero, después de lo que hemos visto, ¿puede una perspectiva que desde sus mismos fundamentos divide y enfrenta hacer otra cosa que no sea fortalecer los elementos de ruptura y exclusión asociados a la afirmación identitaria, en detrimento de aquellos otros elementos, también presentes en la conformación de las identidades individuales y colectivas, que permitirían establecer conexiones y generar puntos de encuentro? Frente a esta perspectiva esencialista, hay que admitir que cultura y sociedad no están tan estrechamente ligadas como afirma el nacionalismo, y que por ello es posible la vida en común entre personas y grupos de diferentes culturas en un mismo espacio territorial y bajo un mismo marco político.

11. Como denuncia Amin Maalouf, cuando nos preguntan qué somos están suponiendo que “en lo profundo” de cada persona hay una sola pertenencia de la que fluye nuestra esencia, una pertenencia inmutable en sus fundamentos y a la que nos debemos, que puede ser traicionada pero nunca modificada. Y cuando desde esta perspectiva se nos incita a que afirmemos nuestra identidad, lo que se nos está diciendo es que reduzcamos al máximo la compleja trama de pertenencias y referencias que nos constituye como individuos únicos con capacidad de construir un complicado universo de vinculaciones. En realidad somos un haz de pertenencias entrelazadas, no siempre coherentes. Todos los seres humanos poseemos una identidad compuesta: basta con que nos hagamos algunas preguntas para que afloren fracturas y ramificaciones. Es entonces cuando nos descubrimos como seres complejos, únicos, irreemplazables. Hasta tal punto es así que sólo es posible hablar de la identidad colectiva como hipóstasis, a costa de sobredimensionar una de esas pertenencias, que es generalizada como la pertenencia a un conjunto de individuos, ahogando todas aquellas otras pertenencias que confieren identidad personal. “Igual que otros hacen examen de conciencia –continua diciendo Maalouf-, yo a veces me veo haciendo lo que podríamos llamar examen de identidad. No trato con ello de encontrar en mí una pertenencia esencial en la que pudiera reconocerme, así que adopto la actitud contraria: rebusco en mi memoria para que aflore el mayor número posible de componentes de mi identidad, los agrupo y hago la lista, sin renegar a ninguno de ellos”. Si así lo hacemos nos descubrimos cercanos a muchos lejanos, distantes de muchos cercanos. Pero, para ello, es preciso abandonar la tentación taxonómica, superar la mente discontinua, desarrollar una perspectiva holística, compleja, atenta siempre a descubrir, entre quienes estamos unidos, aquello que nos separa, y entre quienes estamos separados, aquello que nos une.

12. Si aceptamos que “la esencia de las sociedades pluralistas radica en sus divisiones entrelazadas” (Baumann), es preciso reconocer y aceptar la transformación procesual de la noción de identidad que tiene lugar en las sociedades modernas, transformación que pone en cuestión las propias bases semánticas del concepto. ¿Identidades? Hablemos, mejor, de identificaciones. Toda sociedad compleja es, por eso mismo, una sociedad plural, pues en su seno aparecen y se desarrollan diversas formas de diferenciación social. Sin embargo, una sociedad plural no es, por eso mismo, una sociedad pluralista. El pluralismo se caracteriza por la coexistencia dentro de una misma sociedad de grupos diferenciados en un clima de paz ciudadana. Hablamos de coexistencia, es decir, de un determinado grado de interacción social, no de simple yuxtaposición. Son muchas las sociedades en las que la ausencia de violencia entre sus diversos grupos sociales se sostiene, precisamente, en la ausencia de interacción entre ellos. Esta ausencia de interacción está basada en la construcción de barreras a las relaciones sociales, barreras del precepto erigidas para proteger al grupo de las consecuencias del pluralismo. ¿Cuáles son estas consecuencias? La mezcla de estilos de vida, de valores y de creencias, la contaminación mutua. El pluralismo presupone la existencia de múltiples asociaciones voluntarias e inclusivas, es decir, abiertas a la posibilidad de afiliaciones múltiples. De ahí que el pluralismo sólo puede darse en sociedades donde los vecinos no encuentran barreras que los separen, pudiendo de este modo establecer todo tipo de asociaciones recíprocas.

13. Para ello es preciso descubrir y señalar, allá donde otros pretendan naturalizar unas supuestas diferencias, divisiones relacionadas. En definitiva: buscar las semejanzas allí donde otros pretenden levantar muros de separación; señalar las diferencias allí donde otros pretenden definir unidades supuestamente naturales. Sabernos, en definitiva, estructuralmente mestizos y nunca acabados del todo; más iguales a los diferentes de lo que en principio pensamos, y más diferentes a los supuestos iguales de lo que imaginamos. Descubrir la “excepcional normalidad de vivir juntos” (Warschawski).

14. Pero no podemos olvidarnos del inicio de nuestra reflexión: la relación entre frontera y amenaza. Pretender eliminar las fronteras sin reducir las amenazas que las impulsaron y aún hoy las sostienen es proponer un brindis al sol. Solemos ser muy exigentes con los movimientos nacionalistas que, en nombre de las pequeñas naciones, reclaman su lugar en el mundo: “Las pequeñas naciones son seres que no tienen razón de ser. No tienen plaza en el tren de la historia, e incluso, si quieren subirse a él, quienes ya tenían derecho a hacerlo, los que contaban con un billete en regla, llaman escandalizados al revisor para que inmediatamente las haga bajar” (Finkielkraut). Desconfiamos de tales movimientos, y lo hacemos con razón, pues en demasiadas ocasiones han sido bárbaro ejemplo. Pero corresponde a las grandes naciones demostrar, con hechos, la utilidad marginal decreciente de las fronteras. En definitiva, hacer posible la idea de que para vivir sólo necesitamos, en realidad, un lugar habitable”.

martes, 8 de diciembre de 2009

Física Social

¿Auguste Comte redivivo?
Leyendo el último Boletín editado por el Ilustre Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Comunidad de Madrid he dado con un interesante artículo firmado por un equipo de docentes e investigadores del Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid. Su título: "Modelos matemáticos de ayuda a la decisión en logística humanitaria". El control de inventarios, la toma de decisiones estratégicas, la distribución de ayuda sobre el terreno, son algunas de las aplicacines de estos modelos.
Por su parte Bruce Bueno de Mezquita, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Nueva York y autor de The Predictioneer’s Game, asegura en el último número de la edición española de Foreign Policy que tiene la fórmula que le permite asegurar que la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático será un fracaso. ¡Vaya cosa!, podemos pensar: lo realmente complicado sería prever, argumentadamente, su éxito. Lo interesante del planteamiento de Bruce Bueno es que esta, según él, se basa en un modelo matemático desarrollado en el marco de la Teoría de Juegos:
"En 1979 descubrí que podía predecir el futuro. Que no se me malinterprete: no soy vidente y no tengo paciencia para adivinos que utilizan la bola de cristal, para astrólogos o para expertos del estilo. En mi mundo, la ciencia y no la brujería es la vía para predecir las elecciones de las personas y sus consecuencias en la modificación del futuro. Utilizo la teoría de los juegos para realizar esas predicciones a petición del Gobierno estadounidense, de grandes empresas y, algunas veces, incluso de particulares. De hecho, he completado cientos y hasta miles de predicciones, una gran parte de ellas por escrito, que pueden ser consultadas por cualquier escéptico. Por ejemplo, puedo asegurar que sobornar a Kim Jong Il para que suspenda de forma temporal, pero no retire, su programa nuclear es la mejor manera de manejar a Corea del Norte, que la fórmula de paz por territorios en Oriente Medio fracasará y que serán necesarios aproximadamente 1.100 millones de euros anuales de ayuda estadounidense a Pakistán para que el Gobierno de Islamabad siga luchando contra los talibanes y Al Qaeda".
La verdad es que nada de esto suena demasiado impresionante.
"Mi modelo -asegura Bueno- funciona a causa de la lección que aprendí en 1979: la política es predecible".
¿De verdad lo es tanto?

martes, 1 de diciembre de 2009

Retrato sociológico de los españoles en el siglo XXI

Este es el título del artículo publicado por David Doncel, profesor de Sociología de la Universidad de Salamanca, en el último número de la revista Miradas al exterior, publicada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
Se trata de un artículo en el que se hace un estimable esfuerzo de síntesis para ofrecer un retrato sociodemográfico de la población española en la actualidad.

De entre todos los datos reflejados destaca, seguramente, el que se refiere al crecimiento de la población extranjera.


El artículo se acompaña de otro firmado por Jaume García, presidente del Instituto Nacional de Estadística, en el que se argumenta la importancia de la información y las operaciones estadísticas que permitan un seguimiento actualizado de la evolución de la población.
Sociología práctica.



domingo, 29 de noviembre de 2009

Todo ver es un mirar

Decía Aristóteles que “pensar depende del sujeto mismo, de su voluntad, mientras que percibir no depende de él”. Aristóteles tenía una concepción especular del conocimiento y la percepción, convencido de que nuestra percepción de la realidad actúa como un espejo, que no hace otra cosa que reflejar lo que existe. De este modo, lo que la persona perci­be es lo que realmente existe: “vemos” la realidad. Todos somos en la práctica bastante aristotéli­cos, y acostumbramos a funcionar desde la creencia en ese carácter especular de la percepción.




Pero las cosas no son tan sencillas.
Un estudio publicado por la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America) desvela que las personas que se mostraban ideológicamente cercanas al presidente Barack Obama tendían a identificarse con imágenes "blanqueadas" del mismo. Los investigadores utilizaron tres fotografías con diferentes poses de Barack Obama durante la campaña electoral: una natural, sin retocar; otra en la que aclararon su tono de piel y una tercera en la que lo oscurecieron. Las fotografías eran diferentes para que los participantes en el estudio no se percataran de que se trataba de imágenes manipuladas.



Los sujetos que consideraban la foto aclarada como la más representativa de Obama eran los más propensos a votarlo. Un 75% de los que eligieron la foto más clara de eran potenciales votantes suyos, mientras que sólo un 11% de sus probables votantes escogió la foto con la piel más oscura.


El Museo de la Ciencia de Barcelona presenta estos días la exposición Abracadabra. Ilusionismo y ciencia. Su director, Jorge Wagensberg, ha escrito: "Ver es abrir la percepción". Mirar es fijar la vista. Observar es recrear la mirada. Experimentar es inventar una observación". No basta, pues, con "ver".

martes, 24 de noviembre de 2009

Pobreza y exclusión social en la Unión Europea


EUROBAROMETER SPECIAL SURVEY. Wave 72.1. Poverty and Social Exclusion (October 2009) .
  • Los ciudadanos de la UE temen la extensión de la pobreza y la exclusión social en la sociedad actual.

  • Más del 80% de los europeos piensan que la pobreza se ha incrementado en su país en los últimos tres años.

  • El desempleo y los bajos salarios son considerados por una mayoría como las causas "sociales" de la pobreza. También se hace referencia al coste de la vivienda: dos tercios de los europeos encuentran dificultades para asegurares un alojamiento decente a precios razonables.

  • Los factores "personales" que explican la situación de pobreza son las carencias educativas o formativas, la pobreza heredada y las adicciones.

  • Desempleados y ancianos son consdiderados grupos especialmente vulnerables.

  • Las personas encuestadas consideran que la pobreza es un problema que exige acciones urgentes por parte de los gobiernos.

Y más allá de los datos, las opiniones.

¿O más acá de los datos? Dime cómo defines y te diré lo que ves. Muy cierto. Pero no menos cierto: dime lo que crees que hay que mirar y te diré cómo defines.


jueves, 12 de noviembre de 2009

Felicidad interna, bruto

Mucho se ha discutido y se discute sobre la medición del bienestar. De todas estas discusiones surge una conclusión ampliamente asumida: las medidas clásicas como el Producto Interior Bruto dejan mucho, muchísimo que desear. Por cierto, nunca mejor dicho eso de "desear".
Pues de deseos hablamos, sí, tanto o más que de necesidades.

Si aquel famoso culebrón mejicano nos enseñó que los ricos también lloran, resulta que el reino de Bután mide su progreso y bienestar recurriendo al Gross National Happiness o Felicidad Interna Bruta (FIB).



Ahora, apelando a una revolución estadística para "salir de la religión de la cifra", el siempre sorprendente Nicolas Sarkozy -por cierto, tampoco el patriotismo parece traer la felicidad- ha impulsado una Comisión sobre la medida del rendimiento económico y del progreso social, bajo la dirección de Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi, con el fin de encontrar una nueva medida del crecimiento que tenga más en cuenta el bienestar de la población que el viejo PIB.
Hay tema.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Como si fuéramos iguales

¡Cuando piensas que la humanidad vivió siglos sin que esa idea se le pasara a nadie verdaderamente en serio por la cabeza! Nunca se le ocurrió a Sócrates ni a Platón ni a ningún filósofo de la Antigüedad. La idea de que todos somos iguales, no sólo los atenienses o los hombres libres. Me dirás que tuvo que ocurrírsles a los esclavos y a gente como los Ciompi de Florencia. Pues claro, naturalmente que se les ocurriría, pero nunca llegó al pensamiento de los que estaban arriba, los legisladores y los filósofos. Hasta el siglo XVIII. Sin embargo, no se puede decir que Sócrates o Pericles fueran estúpidos o que apoyaran ciegamente a la oligarquía. La idea de igualdad era semejante a aquella obra de teatro acerca del invitado a cenar. La "tuvieron en cuenta", pero enseguida pasaron al segundo plato y se olvidaron de ella. Perdona por el simil; me ha salido sin querer.

[Mary McCarthy, Pájaros de América, Tusquets, 2007]



¿Por qué es un problema la desigualdad? Importante: es un problema en nuestras sociedades, no necesariamente (o históricamente) en otras.
Esto es así merced a una aparente paradoja. La cuestión de la igualdad surge cuando el hombre moderno se descubre a sí mismo como individuo, es decir, como único, diferente del resto de sus semejantes. De ahí que “el principio del respeto a las personas, como «fines en sí mismas», en virtud de su inherente dignidad de individuos, constituya el fundamento del ideal de la igualdad humana” (Lukes). A diferencia de las sociedades tradicionales, en las que el tipo humano es el Homo hierarchicus, desigual por definición, las sociedades modernas han entronizado el Homo aequalis (Dumont). Continuando con la paradoja, podamos estar de acuerdo con la visión de Dahrendorf cuando sostiene que “el fin de la igualdad es la desigualdad; el fin de los derechos universales reside en las diferenciadas vidas individuales”.
Esta aspiración moderna a la igualdad se expresa cuando decimos que “todos somos iguales”. Nada hay de descriptivo en esta afirmación. Al contrario, el sentido común nos ilustra sobre lo enormemente desiguales que somos los seres humanos. Sin embargo, la herencia ética de la Ilustración consiste en "conjugar la petición moral de universalidad con la suposición política de igualdad. Contra toda apariencia dada por los hechos se comenzó a pensar «como sí». Se comenzó a pensar que la justicia dependía de este como si. Pensar a los seres humanos como si fueran iguales, imaginarlos como si fueran capaces de seguir normas dictadas por la razón o el sentido común" (Valcárcel).
Lo que queremos decir es que ninguna de esas diferencias es suficiente para distinguir radicalmente entre sí a los seres humanos: “Nuestra especie es una, y cada uno de los individuos que la componen merece una idéntica consideración moral” (Ignatieff). De ahí la definición de progreso propuesta por Rorty: “Un aumento de nuestra capacidad de considerar un número cada vez mayor de diferencias entre las personas como irrelevantes desde el punto de vista moral”.
Pero no se trata de un “como sí” cualquiera. Es la suposición que hace posible el comportamiento moral: “La igualdad es la suposición por excelencia para que la moral sea posible [...] Si no estamos dispuestos a considerar que cualquier otro tiene deseos o derechos tan seguros como los nuestros, ¿cómo podríamos siquiera plantear la universalidad, que es la forma propia del juicio moral?” (Valcárcel). Así pues, la idea de igualdad, la consideración de la igualdad como un bien moral, es lo único que nos permite pensar en términos de universalidad. Base imprescindible de los derechos humanos.
La desigualdad debilita los fundamentos morales de la convivencia: “Mina el terreno de las experiencias compartidas, incluso cognitivas, que operan como cimiento de los más elementales lazos fraternales y solidarios de las comunidades políticas” (Gargarella y Ovejero). Son numerosos los estudios que indican que las sociedades más igualitarias tienden a ser más cohesivas, existiendo una relación positiva entre igualdad y capital social (a más igualdad, mayor participación y compromiso ciudadano). A la inversa, los mismos o similares estudios confirman la existencia de una relación negativa entre igualdad y seguridad ciudadana (a menos igualdad, mayores tasas de delitos violentos). De manera que podemos concluir asumiendo que “las desigualdades en las rentas lo afectan todo, desde el tipo de estructura social a la que se enfrentan los individuos hasta la naturaleza del desarrollo emocional temprano. Las desigualdades socioeconómicas ejercen un profundo efecto en la calidad del entorno social y del bienestar psicosocial de la población” (Wilkinson).
Es por ello que la igualdad es condición necesaria para la libertad. Como argumenta acertadamente Balibar al desarrollar su idea de égaliberté, “no hay ejemplos de restricciones o supresión de las libertades sin desigualdades sociales, ni de desigualdades sin restricción o supresión de las libertades”.
Así pues, aunque la igualdad (y la desigualdad) no se agota en sus aspectos materiales, bien podemos decir que no se concibe sin esta dimensión material. Los derechos sociales han surgido de un descubrimiento tan evidente como fundamental: que “la libertad está amenazada por el despotismo, pero también por el hambre y la miseria, la ignorancia y la dependencia” (Contreras). De ahí el acierto de Marshall cuando, en sus ya clásicas conferencias de 1949 en Cambridge, concibe el desenvolvimiento de la ciudadanía moderna como el progresivo desarrollo de tres dimensiones irrenunciables: civil, política y social.
Así pues, en nuestros compromisos políticos debemos optar por la igualdad frente a la desigualdad. Ahora bien, esto no es decir mucho. Como señala Bobbio, el concepto de igualdad es relativo, no absoluto. Y continua:
"Es relativo por lo menos en tres variables a las que siembre hay que tener en cuenta cada vez que se introduce el discurso sobre la mayor o menor viabilidad de la idea de igualdad: a) los sujetos entre los cuales nos proponemos repartir los bienes o los gravámenes; b) los bienes o gravámenes que repartir; c) el criterio por el cual repartirlos. Con otras palabras, ningún proyecto de repartición puede evitar responder a estas tres preguntas: «Igualdad sí, pero ¿entre quién, en qué, basándose en qué criterio?»".



Pero esta es otra historia.

martes, 20 de octubre de 2009

La situación económica de España, ¿peor que la de los españoles?

El Publiscopio sobre coyuntura económica que ayer presentaba el diario PÚBLICO nos sirve para reflexionar sobre una interesante cuestión que afecta en muchas ocasiones a los estudios demoscópicos sobre opinión pública y que podemos formular así: ¿estos estudios miden estados de opinión o más bien estados de ánimo? Atendamos a lo que dice el estudio:

A pesar de que la situación económica personal de la mayoría de los ciudadanos sigue estable (incluso aumentan los que dicen haber mejorado en el último año, a la vez que disminuyen los que dicen haber empeorado), su percepción de la situación general del país va de mal en peor, lo que ayudaría a explicar la fuerte caída del consumo y el incremento generalizado de las tasas de ahorro de las familias.
En sólo tres meses, desde julio, el porcentaje de españoles que define la situación económica como "muy mala" ha subido nada menos que nueve puntos porcentuales, hasta situarse en el 34,6%. O lo que es lo mismo, una de cada tres de las 4.002 personas encuestadas ve la botella muy vacía. Es cierto que, a la vez, el número de los que escogieron la respuesta de que la situación económica de España es actualmente "bastante mala" se redujo un 3,8%, pero aun así, la suma de los que la definen como "bastante mala" y "muy mala" ha crecido un 5% y alcanza ya el 73% de los encuestados, siendo un 10% más de los que opinaban así hace un año
.

A la vez que aumentan quienes aseguran que su situación económica personal mejora, también crece el número de los que definen la situación económica del país como "muy mala". ¿Cómo puede ser peor la situación económica para España que para los españoles?



En diciembre de 2006 ya abordamos esta misma paradoja, referida en aquella ocasión a la cuestión de la inmigración, en un trabajo elaborado para el Observatorio Vasco de Inmigración IKUSPEGI. En aquella ocasión, lo que nos llamaba la atención era la distancia existente entre la percepción de la inmigración como un "problema personal" o como un "problema para España", con diferencias en algún momento de hasta 41 puntos porcentuales entre ambos términos.


Es, por resumirlo de alguna manera, como si nos encontráramos ante un problema que es grave para España, pero que no lo es o no lo es tanto para cada una y cada uno de los ciudadanos del Estado.



Es interesante plantearse en qué medida las opiniones sobre la inmigración están actuando al modo de visiones de la realidad que funcionan de manera autónoma con respecto a los datos que ésta nos suministra. Como explica magistralmente Thomas Sowell, las visiones de la realidad se caracterizan, precisamente, porque se mantienen incluso en contra de los datos y a pesar de que los datos las nieguen. Según este autor las visiones son premisas, conjuntos articulados de creencias acerca del mundo, las personas, la sociedad. Son supuestos implícitos de los que necesariamente se derivan conclusiones distintas y enfrentadas sobre una amplia gama de problemas. Las visiones son, sobre todo, una forma de causación: son la base a partir de la cual se buscan los "por qué" de las cosas.


¿Cabe descubrir este mismo mecanismo causal en la base de las opiniones
sobre la inmigración expresadas en los barómetros del CIS?

Nos planteamos en qué medida las opiniones son previas o son puntos de partida apriorísticos desde donde se buscan los datos que las confirman y, por el contrario, en raras ocasiones se recorre el camino en sentido inverso: opinar tras detenerse a obtener datos de realidad.


Puede que la inmigración extranjera sea un problema objetivo para una parte exigua de la población española, básicamente para la que puede ver a los inmigrantes como competidores reales en términos socioestructurales y laborales, pero en cambio es mencionada por un porcentaje muy numeroso de los españoles, porque no debemos olvidar que la opinión es la mayoría de las veces autónoma, cuando no independiente, del conocimiento y hasta de la experiencia personal.

En este sentido, los resultados de la primera pregunta son seguramente
consecuencia de una lógica que funciona como sigue: "Si la gente dice que la inmigración es un problema, digo yo que lo será. Para mí no, pero si la gente lo dice, por algo será". Además esto es pensado por muchos y simultáneamente. Esta lógica, aplicable a cualquier otro aspecto de la realidad que se aborde o mencione, genera una bola de nieve que desfigura sus perfiles reales.

Lo preocupante es que si, como señala Noelle-Neumann, la opinión pública puede ser entendida como "expresión de algo considerado aceptable", acaso podamos estar asistiendo a la conformación de un estado de opinión sobre la inmigración extranjera, que define ésta como problema grave, y que cada vez se percibe más como aceptable por la ciudadanía. Una opinión, en definitiva, legitimada, que acaba dándose por supuesta. Una verdad social, relativamente independiente de las opiniones o hasta de las experiencias personales.



viernes, 16 de octubre de 2009

Cuando un exceso de orden provoca el caos

«Si todos cumplimos las normas, Bilbao se convierte en un caos»
Un vecino desafía a la autoridad respetando el límite de velocidad. Una patrulla le paró por ir a 25 por hora en el Campo Volantín, un tramo de 30
Paco de la Fuente va a contracorriente. Cuando lo normal es que los conductores se jueguen cuantiosas multas por apretar en exceso el acelerador, él circula 'pisando huevos' a propósito. Es su forma de protestar. «Desde principios de este mes he decidido respetar todos los límites de velocidad, como no tengo prisa...». Este autónomo bilbaíno quiere demostrar que «si todos cumplimos las normas, Bilbao sería un caos» [...] «La cosa funciona porque la gente no cumple las normas», afirma convencido. En otra ocasión, también en el Campo Volantín, le adelantó «una niña en bici por el bide-gorri», sonríe. [EL CORREO]


El bilbaíno Paco de la Fuente se ha convertido, sin quererlo, en un perfecto ejemplo andante -o mejor, rodante- de lo que la perspectiva de la complejidad nos viene advirtiendo desde hace ya mucho tiempo: que la ordenada y ordenadora mirada sobre los fenómenos sociales característica de las sociologías clásicas debe complementarse y en ocasiones corregirse por una nueva mirada sociológica abierta a las paradojas de un mundo social muchas veces definido más por lo que ya no es que por lo que de hecho sea. Lo señalaba Georges Balandier en 1988:
"El paradigma orden/desorden es a la vez nuevo (por sus representaciones en las ciencias actuales) y muy antiguo (por sus representaciones en la filosofía occidental en su comienzo). Concuerda con una ciencia que debe ahora mantenerse en los límites de lo parcial y lo provisorio, de una representación del mundo fragmentada, y en el movimiento general de las sociedades y las culturas contemporáneas, a menudo presentado bajo los aspectos de un caos en devenir" [El desorden, Gedisa, 1993].

Años antes, en un ensayo titulado "Lo ingobernable" [recogido en Migajas políticas, Anagrama, 1984] el ensayista Hans Magnus Enzensberger fabula sobre las consecuencias de un encuentro entre un alto responsable político y un científico especializado en lo que se conoce, en términos generales, como ciencias de la complejidad. La preocupación del responsable político es formulada en los siguientes términos: ¿por qué en el terreno de la acción política resulta inalcanzable todo objetivo digno de mención?; ¿o por qué, en el mejor de los casos, cuando uno se aproxima al objetivo planteado, este acaba transformándose hasta quedar, en muchos casos, irreconocible? En definitiva: ¿por qué resulta imposible controlar totalmente los procesos de intervención política, estableciendo una adecuada relación entre objetivos previstos, medios propuestos y resultados logrados?
La respuesta del científico es la que cabe esperar de una persona que se mueva en el paradigma de la complejidad. Las sociedades humanas, en particular las sociedades más desarrolladas, son sistemas hipercríticos, hipercomplejos, caóticos. En este tipo de sistemas, caracterizados por un flujo energético o informativo creciente, es inevitable la presencia de turbulencias incontroladas, generadas con independencia de la conducta de los elementos aislados que lo componen. Quien siga aproximándose a esta realidad desde una perspectiva tradicional, ajena a la complejidad, tenderá a pensar que tales turbulencias son debidas, bien a la presencia de saboteadores, bien a la ausencia de una planificación adecuada. Su respuesta a las turbulencias será la de tratar de perfeccionar los mecanismos de control. En otras palabras, volcará nuevos flujos de información, con lo que aumentará aún más la complejidad del sistema, lo que en definitiva tendrá como resultado un caos todavía mayor.

Con el fin de ilustrar su planteamiento, el científico pone, precisamente, el ejemplo de la circulación de vehículos en una gran ciudad. Paradójicamente, la estricta observancia del código de la circulación supondría un absoluto caos. Un altísimo porcentaje de los casos de aparcamiento o parada de un vehículo son ilegales. Y, aunque sin duda generan molestias y problemas, sólo estas pequeñas infracciones hacen posible el flujo continuo de vehículos, de muchos más vehículos que espacios de aparcamiento existen. De ahí su provocadora conclusión: “La anarquía evita el caos”. La huelga de celo, es decir, la aplicación literal de las normas que caracterizan una determinada actividad laboral, es un ejemplo evidente de esto. Ahora bien: “Un sistema hipercomplejo es al fin y al cabo un sistema y no un montón de basura. Esto significa que ha de derrumbarse necesariamente en el momento en que saque de él los elementos que lo estructuran, aun cuando esos elementos no puedan imponerse jamás íntegramente”.
Un cierto grado de anarquía evita el caos, siempre que esa anarquía no comprometa la viabilidad de los elementos que estructuran el sistema. Aquí estriba la tensión en la gestión de los sistemas complejos: en la capacidad de permitir fugas de orden que, a la manera de las sangrías o las pequeñas hemorragias, reequilibran el sistema, sin poner en riesgo su existencia.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Antiguo Régimen, de nuevo

Sarkozy funda dinastía política
El segundo hijo del presidente francés, todavía estudiante, se postula para dirigir una multimillonaria agencia estatal [EL CORREO].

«Lo que cuenta en Francia no es nacer en una familia adinerada, sino haber trabajado duro y haber probado tu valor mediante tus estudios y tu labor» [Sarkozy].
¿Seguro?

Si pensamos en cuáles son las variables que mejor pueden explicar las probabilidades de que hoy alguien disfrute de una exitosa inserción laboral, junto a muchas variables intervinientes (tales como el sexo o el nivel de formación, que influyen, pero no modifican la relación de causalidad), encontraremos dos variables independientes fundamentales: a) el año de nacimiento; y b) la inclusión en un entramado de redes familiares y sociales potente.
¿Por qué dar importancia al año de nacimiento? Recordemos lo que señalaba en un interesante reportaje sobre los denominados mileuristas Luis Garrido, catedrático de Sociología de la UNED:

"Cuando yo, que nací en 1956, estudiaba, sólo el 10% de los jóvenes, la inmensa mayoría chicos, conseguía una licenciatura universitaria. Esta claro que ese 10% copó los puestos de élite de esta generación, la del 68, que arrasó. Y que mis coetáneos vimos que estudiando en la Universidad se llegaba lejos y se lo transmitió a sus hijos.
A partir de los ochenta, el porcentaje de estudiantes universitarios se multiplicó, sobrepasando el 30% y sumando a las mujeres, que se incorporaron de forma masiva. Se produjo un vuelco educativo tremendo, incomparable a cualquier otro país europeo. Y no ha habido puestos buenos para todos. Por mucho que queramos, no hay. Y se ha creado número indeterminado de jóvenes frustrados, con una larga trayectoria estudiantil, que no ha rendido, que no ha ganado lo suficiente".[1]

Nada de lo que en estos momentos se dice sobre las vías para acceder al empleo puede aplicarse a los carreras laborales de quienes hemos nacido antes de 1965 y hemos desarrollado toda nuestra vida laboral bajo la norma social del empleo estable. Por eso deberíamos guardarnos mucho de dar según qué consejos a los jóvenes.
¿Y las redes? Refiriéndose al caso de los Estados Unidos, Paul Krugman denuncia la creciente consolidación en ese país de un fenómeno alarmante: “el regreso a la posición social heredada”.[2] Frente al mito ampliamente extendido de la movilidad social norteamericana (eso de que un humilde portero puede llegar a ser presidente de los Estados Unidos), resulta que ese país se caracteriza por tener una distribución de rentas más estática a lo largo de las generaciones y, por lo tanto, menos oportunidades para progresar, que ningún otro país desarrollado. Las fortunas conseguidas muchos años atrás (“a partir de la explotación o el robo de terceros” apuntilla Krugman) siguen siendo fundamentales para explicar una estructura social enormemente desigual. A la vez que la vía fundamental para la movilidad social ascendente –un buen sistema educativo de acceso universal- ha ido deteriorándose, las posibilidades para la transmisión de privilegios no ha hecho más que reforzarse. ¿Cómo? Mediante la derogación del impuesto de sucesiones, por ejemplo. O mediante redes de influencia, enchufe y cooptación que acaban por configurar auténticas castas económicas, políticas y hasta culturales, en las que los hijos afortunados heredan la posición social de sus padres, más allá de toda prueba de capacidad o mérito. Como señala Krugman:

"Hace treinta años, el ejecutivo jefe de una gran compañía era un burócrata con un buen sueldo, pero no un rico auténtico. No podía legar a sus herederos ni su posición ni una gran fortuna. Los imperiales ejecutivos jefe de hoy, por el contrario, dejarán grandes herencias tras de sí y, además, a menudo también están en situación de conseguirles a sus hijos algún empleo lucrativo".

De ahí la fina ironía con la que Krugman resume su planteamiento: “Estados Unidos es, como todos sabemos, la tierra de las oportunidades. El éxito de una persona depende de su propia capacidad y de su empuje, no de lo que fue su padre. No tiene más que preguntárselo a los hermanos Bush”. En definitiva, “las tendencias políticas, sociales y económicas otorgarán a lo hijos de los que hoy son ricos una inmensa ventaja sobre los que han elegido mal a sus padres”.
Class matters, “la clase importa”, y mucho. Lo demuestra un excelente trabajo de investigación impulsado en 2005 por The New York Times.[3] Como en los tiempos en los que la herencia constituía el hecho dominante en las vidas de las personas, las posiciones sociales vuelven a ser posesiones.[4] Las más preciadas posesiones. ¿Qué queda, en estas circunstancias, del discurso igualitario, central en nuestras sociedades democráticas?

[1] JIMÉNEZ, A. La generación de los mil euros. El País, suplemento Domingo, 23/10/2005.
[2] KRUGMAN, Paul. El gran engaño. Barcelona: Crítica, 2004.
[3] CORRESPONDENTS OF THE NEW YORK TIMES. Class Matters. New York: Henry Holt.
[4] SENNETT, Richard. The Culture of the New Capitalism. New Haven & London: Yale University Press, 2006.

jueves, 8 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009

Defina "anormalidad"

La UE prepara un programa para detectar en Internet "conductas anormales" [EL PAÍS].
Se trata del proyecto Indect, dirigido a crear un programa que permita "detectar automáticamente" en la Red "amenazas, conductas anormales o violencia" en el marco de la lucha contra el cibercrimen y el terrorismo. Para ello, "arañas inteligentes" rastrearán páginas web, foros de discusión, redes P2P y "sistemas informáticos individuales".
Más allá de las preocupantes resonancias orwellianas de un proyecto así, sorprende la facilidad con la que se habla de "detectar -o incluso 'hallar'- conductas anormales". Como si estas fueran evidentes. Tanto que bastaría con un programa informático para detectarlas.

Michel Foucault inicia su obra Las palabras y las cosas citando un curioso texto del escritor argentino Borges en el que habla de cierta enciclopedia china donde aparece una extraña clasifica­ción de los animales: "Los animales se divi­den en a) pertenecien­tes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) inumerables, k) dibujados con un pincel finísi­mo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas".
Describir así la realidad de los animales puede parecernos divertida, curiosa, absurda, pero, en cualquier caso, nos resultará irreal. Y sin embargo habría que preguntarse: ¿por qué ha de ser menos aceptable esta descripción de la realidad que otras? Paul Watzlawick nos ayuda a pensar esta cuestión:
Si barajamos un paquete de naipes y tras la operación las cartas aparecen rigurosamen­te ordenadas según los cuatro palos y de as a rey, sin un solo fallo, nos parecerá que hay demasiado orden para ser creíble. Si ahora un profesor de estadística nos explica que este orden tiene tantas probabilidades como otro cualquiera, es casi seguro que al principio no le entenderemos, hasta que caigamos en la cuenta de que, efectivamen­te, cualquier orden (o desorden) producido al barajar las cartas es tan probable (o improbable) como otro cualquiera. La única razón por la que el orden mencionado en primer lugar nos parece tan extraordinario es que, por motivos que no tienen nada que ver con la probabilidad, sino que dependen sólo de nuestra definición de orden, hemos atribuido a este resultado una significación, importancia y preeminencia exclusivas y hemos arrojado al cesto todos los demás como desordenados y fortuitos.
Ojo, pues, con nuestras consideraciones sobre lo que es "ordenado" o "desordenado", "normal" o "extraño". En la mayoría de las ocasiones, incons­cientemente, estamos tomando por atributos o propiedades de la realidad objetiva lo que no es sino nuestra definición de la realidad.


Decía Aristóteles que "pensar depende del sujeto mismo, de su voluntad, mientras que percibir no depende de él". Aristóteles tenía una concepción especular del conocimiento y la percepción, convencido de que nuestra percepción de la realidad actúa como un espejo, que no hace otra cosa que reflejar lo que existe. De este modo, lo que la persona perci­be es lo que realmente existe: "vemos" la realidad. Todos somos en la práctica bastante aristotéli­cos, y acostumbramos a funcionar desde la creencia en ese carácter especular de la percepción. Pero hemos la cosa no está nada clara: a) porque una misma realidad puede ser percibida de for­mas opuestas; b) porque pueden darse definiciones de la realidad falsas que, sin embargo, provoquen comportamientos cuyas conse­cuencias sean las mismas que si tales definiciones hubie­ran sido verdaderas (Teorema de Thomas).
Aún así, es posible que sigamos manteniendo que "la realidad es real", aunque su conocimiento o percepción pueda ser desvir­tuado por causas diversas: falta de datos, prejui­cios, malos entendi­dos, etc.
El psicólogo social Jean Stoetzel nos llama la atención sobre un hecho importante: "Nosotros no tenemos ninguna con­ciencia de los factores culturales de nuestros comporta­mientos y, especial­mente, en nuestros comportamientos perceptivos, porque estamos sumergi­dos en nuestra propia cultura". En efecto, la realidad que percibimos es la que nos rodea, y ésta nos parece la realidad. Vemos lo que hay porque está ahí, y lo vemos tal y como es. Sin embargo, Stoetzel recoge algunos estudios etnológicos que hacen tambalearse nuestra convicción:
La experiencia etnológica permite constatar que, puestos en presencia de estímulos que "físicamente" parecen idén­ticos, los individuos que pertenecen a diversos grupos culturales tienen comportamientos percepti­vos diferentes. Esto es lo que aparece en primer lugar muy claramente en el campo de los colores. Un viajero en Africa negra com­prueba inmedia­tamente, en el mismo lugar, que etnias diferentes no hacen las mismas distinciones de los colo­res; algunas no distin­guen entre los colores "claros" (rojo, naranja, amarillo), otras confunden los colores "oscuros" y "fuertes" (verde, castaño, negro). Un autor que ha reunido documentos perte­necientes a unas sesenta tribus americanas, concluye que los sistemas de colores por los cuales es conceptuali­zado el mundo visual y que sirven, por consiguien­te, de instru­mentos para la percep­ción en las diferentes culturas, no deben nada a la psi­cología, a la fisiología, ni a la anatomía; no existe, por cierto, una división "natural" del espectro. Cada cultura ha tomado la gama de colores del espectro y la ha dividido en unidades sobre una base totalmente arbitra­ria, variable de una cultura a otra.
Algo aparentemente "tan natural" como es el hecho de "ver los colores", resulta que no lo es tanto.
Como nos recuerda Ralph Linton, es muy probable que lo último que descubriría un habitante de las profundidades del mar fuera, precisamente, el agua. Los seres humanos, habitantes de las profundidades de un mar llamado cultura, a menudo no somos conscientes de vivir rodeados de elementos culturales -por tanto, no naturales-, empezando por nuestro lenguaje y continuando por nuestros valores, hasta llegar a nuestras instituciones e instrumentos.
Nos parece "lo más natural del mundo" vivir como vivimos, comer lo que comemos, hablar como hablamos. Si no conocieramos la existencia de otros modos de vida, de otras costumbres, de otros idiomas, ni se nos pasaría por la cabeza pensar en la posibilidad de vivir de manera distinta a la nuestra. E incluso cuando conocemos otras culturas, nuestra primera reacción suele ser la de verlas como "extrañas" (por contraposición a la nuestra, que inconscientemen­te consideramos "normal"), cuando no cómo "inferiores". Con resultados como estos, permanente a pesar del transcurso de los siglos:

El 12 de octubre de 1492, Cristobal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar ("que deprendan fablar"). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos un indio mixteco fue considerado retardado mental ("mentally retarded") porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.
Pocas experiencias hay tan fascinantes como la de salir de nuestra realidad cultural y entrar en contacto con otras, sea al nivel que sea: salir de un pequeño pueblo y entrar en contacto con la cultura urbana; viajar a un país extranjero; entrar en contacto con personas que tienen credos o ideologías distintas; etc. Tales experiencias son como contemplar el valle en cuyo fondo hemos pasado nuestra vida desde la altura de las montañas que lo circundan; vemos las cosas de otra forma, desde otra perspectiva: probablemente, con una cierta humildad, con la sensación de que "lo nuestro" no es, como antes nos parecía, el centro del Universo.
Pero pocas experiencias, también, pueden ser tan terribles como ésta. Como enseguida veremos, los seres humanos ansiamos la seguridad, la estabilidad. Esta ansia se ve radicalmente amenazada por la simple existencia de otras realidades. "El otro -dice Gevaert- se impone por sí mismo, irrumpe en mi existencia (...) Ni siquiera tiene necesidad de formular explícita­mente la petición de reconoci­miento: su misma presencia es ya exigencia de reconocimiento, llamada que se me dirige, apelación a mi responsabilidad. Por eso mismo mi existencia es inevitablemente una aceptación o una repulsa del otro". Pues igual ocurre a nivel social: existen otras religiones y ya no podemos afirmar la nuestra desde el dogmatismo; existen otras formas de vivir la sexualidad y ya no podemos mantener comportamientos homofóbicos; ... Descubrimos que también nosotros y nosotras, con nuestras creencias y formas de vida, somos otros y otras para muchas personas, lo que supone un indudable elemento de inseguridad.
Y ahora, inteligente araña rastreadora: defina "conducta anormal".

martes, 29 de septiembre de 2009

Maneras tontas de medir la inteligencia

El ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger vuelve a deleitarnos con uno de sus excelentes ensayos. Si en un trabajo anterior, El perdedor radical, reflexionaba sobre el terrorrismo y los terroristas, en esta ocasión somete a disección los intentos, en su opinión necesariamente fallidos, de medir la inteligencia humana.


Estas son algunas de las críticas que le merece uno de los test más conocidos, el de Eysenck:
  • "Los tests presuponen un considerable bagaje de conocimientos típicamente escolares. Quién no sepa qué es un número primo o no sea capaz de diferenciar un palimpsesto de un palíndromo, no tiene nada que hacer. Si no quiere fracasar, el examinando debe conocer los nombres de todos los planetas y mostrarse seguro en la enumeración de las capitales. También las marcas de automóvil forman parte de la mínima formación necesaria para conseguir el aprobado, así como una larga lista de célebres poetas, compositores, pintores, estrellas de cine y generales. La relación que todo ello pueda guardar con la inteligencia es uno de esos secretos de autor que su obra no desvela".

  • "Un rasgo común a todas las preguntas que plantea el test es que permiten una única respuesta correcta, lo cual constituye un fenómeno bastante raro, teniendo en cuenta que en el mundo real una situación así es muy excepcional. Sean cuales sean las decisiones que debemos tomar -en una solicitud de trabajo, una campaña electoral, un divorcio, un contrato de alquiler-, siempre tendremos que tener en cuenta múltiples variables que, además, dependen unas de otras. En una palabra, son decisiones complejas".

  • "El candidato ideal para el test no muestra interés alguno por la política ni por ninguna otra práctica social".

El libro se titula En el laberinto de la inteligencia. Guía para idiotas, y como toda la obra de Enzensberger ha sido publicado por Anagrama.

Si te interesa el tema, también te interesarán:
Para un ejemplo de uso perverso de estas mediciones de la (supuesta) inteligencia: The Bell Curve: Intelligence and Class Structure in American Life.




domingo, 27 de septiembre de 2009

Cómo se llega a ser lo que se era

Este es el subtítulo del último libro del filósofo Gianni Vattimo publicado en España, el titulado Ecce comu (Paidós, 2009).
¿Nos encontramos ante un Vattimo que ha regresado al pensamiento fuerte? Él no lo considera así, aunque sí acepta un cambio en muchas de sus ideas:
"El cambio resulta tanto más acentuado cuanto más se malinterpretan los planteamientos del 'pensamiento débil', que al principio también fue ... un intento de responder, con un distanciamiento 'ético', a la degeneración violenta de 1968. En definitiva, podría decir que yo también soy una víctima del 'terrorismo', en el sentido de que habiéndolo conocido en Turín durante los años de plomo, comprendí su crueldad y su inutilidad".
Pero lo cierto es que su reafirmación en un "catocomunismo" que, según dice, siempre le ha acompañado, suena realmente a pensamiento, si no fuerte, si vigoroso:
"El tema del libro es principalmente la recobrada (o redescubierta) esperanza comunista. Que no sólo en Italia podría y debería acompañarse de una renovada adhesión al mensaje evangélico o, más en general, a la predicación de la fraternidad que está presente en todas las grandes religiones".
Nos encontramos ante un libro de enorme interés en su conjunto, y muy particularmente en sus análisis sobre la crisis de la democracia y su propuesta de "subversivismo democrático":
"La democrcia 'normal, para subsistir, necesita asimismo profundas inyecciones de 'subversivismo' ... con una presión extraparlamentaria que impida que el sistema político se ciere y se esclerotice en ss propios juegos internos ... Si las democracias liberales en las que vivimos carecen de fuerza para producir algún shock saludable que restituya la palabra a los ciudadanos ... sucederá que cada vez con mayor frecuencia los shocks nos acabarán llegando del exterior, de las iniciativas del terrorismo o de la rebelión de los pueblos 'tercermundistas', cansados de consumir únicamente las migajas de los recursos del planeta".

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Educación

Cuatro informes sobre la educación reglada.

El primero, elaborado por la Oficina Estadística del Ministerio de Educación, recoge los datos y cifras del curso escolar 2009/2010.
Datos y cifras es lo que encontramos, referidos en este caso al conjunto de Europa, en el documento de Eurostat Education in Europe. Key statistics 2007.
Más. De nuevo el Ministerio de Educación, esta vez su Instituto de Evaluación, nos presenta su panorama de la educación en España a través de los indicadores de la OCDE.



El cuarto y último, el informe que recoge los indicadores educativos elaborado por la OCDE, del que se han obtenido los datos de España a los que nos hemos referido.

lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Quién muere en Europa y de qué?

EUROSTAT, el organismo esradístico de la Unión Europa, ha publicado el Atlas on Mortality in the European Union. En el mismo se analizan las causas de los fallecimientos ocurridos antes de cumplir los 65 años. Hay un interesante resumen titulado Who dies of what in Europe before the age of 65.
Entresaco dos cuadros, los referidos a la esperanza de vida y a la tasa de suicidios.


Esperanza de vida





Suicidio

domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?

El proyecto de reforma sanitaria impulsado por Barack Obama ha provocado la ira de los conservadores, que lo acusan de querer llevar el país al socialismo.
Desde estos pagos puede resultar chocante la acusación, pero más aún el hecho de que la misma parezca encontrar acogida entre amplias capas de la población estadounidense.
Puede ser esta una excelente ocasión para leer a un clásico de la Sociología, Werner Sombart (1863-1941), y su trabajo de 1906 ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? que la editorial Capitán Swing Libros ha publicado este año.

"Si el socialismo moderno -escribe Sombart en la introducción del libro- sigue al capitalismo como una reacción necesaria, el país con el desarrollo capitalista más avanzado -es decir los Estados Unidos- debería ser al mismo tiempo el país clásico del socialismo; sus trabajadores deberían ser el soporte del movimiento radical socialista por excelencia". Sin embargo, el socialismo, como ideología y como movimiento sociopolítico, es residual en ese país. "¡Un país sin socialismo a pesar delmás alto desarrollo capitalista!", resume Sombart. Y ello a pesar de que "hay millones de hombres, en Norteamérica, inmigrantes de la última generación, que proceden de países en los que el socialismo se encuentra en pleno auge".

A desentrañar este misterio dedica Sombart su trabajo. Un trabajo que, pese al siglo trabscurrido desde su publicación, continua resultando de enorme interés.
Por cierto, en sus páginas 83-85 desarrolla una reflexión sobre las consecuencias que la partitocracia tiene para la política progresista que supera el tiempo y el lugar al que se refiere originalmente para extrapolarse a nuestra época y nuestra sociedad:

"El denominado spoil-system ... se basa en que el botín es del ganador ..., es decir, a grandes rasgos, que se ocupan los cargos no según las cualidades, sino considerando la afiliación partidista del aspirante. Teniendo en cuenta que esta máxima es válida tanto para los cargos más altos como para los más bajos en la Unión, el Estado, el condado o el municipio, tanto para los secretarios de Estado y directores de comunicaciones como para los oficinistas y policías, se puede entender fácilmente la atracción enorme que ejercen sobre las masas aquellos partidos que realmente pueden participar en esta distribución del botín, es decir, los dos 'grandes' partidos.
Nunca se dará suficiente importancia a las consecuencias de esta estrecha relación entre el partido político y la distribución de los cargos públicos ...
Bajo estas circunstancias, ¿quién quiere ser 'socialdemócrata' y exigir 'el cambio en el actual orden social', si tiene ante sus ojos constantemente la posibilidad de obtener alguna prebenda?".


sábado, 19 de septiembre de 2009

Diario de un hipermoderno

He leído el libro de François Ascher, Diario de un hipermoderno (Alianza, 2009). Ascher es un sociólogo francés del que en castellano sólo se ha traducido alguno de sus trabajos sobre sociología urbana. En este campo resulta de gran interés su concepto de Metápolis. Pero Ascher es, como se ha dicho acertadamente, mucho más que un sociólogo urbano.
Su enorme curiosidad -y capacidad de reflexión- sobre las más diversas cuestiones queda clara con la lectura de su Diario. Por sus páginas transitan Lipovetsky, Merton, Giddens, Simmel, Dubet, Foucault, Gauchet, Beck, Boltanski, Walzer y muchos otros, a los que recurre para reflexionar sobre las más diversas temáticas -la democracia representativa, la sociedad multicultural, la gobernanza, la sanidad pública, la educación, la ciudad, por supuesto-, todas ellas observadas desde la perspectiva de la hipermodernidad, que en su caracterización se asemeja en lo fundamental al concepto de modernidad reflexiva.
El libro ofrece un valor añadido: fue escrito mientras el autor se enfrentaba a un cáncer de riñón, del que falleció el pasado 8 de junio. La enfermedad y la posibilidad de la muerte, presentes a lo largo de todo el libro, le sirven a Ascher para hacer un excepcional ejercicio de distanciamiento sociológico que, sin embargo, nos acerca emocionalmente no sólo a las temáticas que aborda, sino, sobre todo, a todas esas personas queridas -su esposa, sus hijas, sus amigos- con quienes dialoga en este diario.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Breve curso de sociología

Uno: El mundo no es lo que aparenta. Por debajo de las obras visibles del mundo humano se encuentra una estruc­tura de intereses y poderes oculta e invisible que el sociólo­go está encargado de descubrir. Lo manifiesto no agota el objeto de estudio, ya que hace falta dar cuenta, asimismo, de lo latente.

Dos: La realidad social no es natural. Los seres huma­nos no se limitan a vivir en sociedad, sino que producen la sociedad para vivir. La realidad social es una construcción humana.

Tres: Si nada es natural, todo puede ser objeto de discu­sión, y todo debe ser justificado. La sociología comienza su labor de subversión en el mismo momento en que aplica a la realidad social su visión peculiar. Resulta muy impor­tante hacer hincapié en que se da este resultado con inde­pendencia de que cada sociólogo tenga o no intención de subvertir.

Cuatro: Si las cosas no son así por naturaleza, ello quiere decir que pueden ser de otra forma. No de cual­quier forma, pero sí de otra. La realidad social es una construcción y como tal puede ser modificada atendiendo, eso sí, a las posibilidades contenidas en la misma realidad social.

Cinco: Los fenómenos humanos no hablan por sí mis­mos. Es un grave error pensar que los fenómenos humanos son transparentes y, por lo tanto, accesibles a cualquier persona de la misma manera. Por debajo de los hechos sociales, por debajo de los acontecimientos humanos, exis­te y actúa todo un complejo de significados, que hay que tener en cuenta.

Seis: El análisis de la realidad social debe tener en cuenta no sólo los hechos -lo que la gente hace- sino también los significados que la gente confiere a sus com­portamientos. Porque tales significados son parte de la realidad social y desconocerlos supone desconocer una parte de esa realidad; porque no tenerlos en cuenta entra­ña el riesgo de imponer nuestra propia interpretación a los sujetos de los hechos que analizamos; porque el sentido que los actores sociales confieren a sus acciones tiene con­secuencias reales.

Siete: Tener en cuenta el significado que las personas otorgan a sus comportamientos no significa aceptar sin más tal significado. Debemos intentar entender por qué la gente piensa que se comporta tal como lo hace, pero no debe bastarnos tal comprensión. Es necesario que nos reservemos el derecho a no creer sus explicaciones.

Ocho: La sociología es una disciplina científica en el sentido de que implica métodos de investigación sistemáti­cos, el análisis de datos, y el examen de teorías a la luz de la evidencia y de la discusión lógica.

Nueve: Nuestro conocimiento no consiste sino en tenta­tivas, en propuestas provisionales de solución, hasta el punto de conllevar de manera fundamental la posibilidad de evidenciarse como erróneo. De ahí que la única forma de justificación de nuestro conocimiento radica en la crítica, en que nuestros ensayos de solución parezcan haber resistido hasta la fecha incluso nuestra crítica más acerada.

Diez: Es fundamental la posibilidad de ejercer la críti­ca recíproca entre las personas dedicadas a la tarea científi­ca. El logro de la objetividad es, en todo caso, una tarea social. De ahí la importancia que tiene la existencia de condiciones sociales y políticas que garanticen el ejercicio de la crítica.

[Publiqué este artículo en EL PAÍS, edición del País Vasco, el 4 de marzo de 1998]

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Salimos en los medios, ¿pero cómo?

Coincidiendo con la primera entrada de este blog, dos diarios llevan la sociología a sendos titulares. Con distinto acierto, todo hay que decirlo.

Por un lado, en PÚBLICO el columnista Joan Gari escribe sobre "Independentismo y sociología". Critica el autor declaraciones en una tertulia de la Ser de "un sociólogo de relumbrón", que supuestamente comparó el referéndum de Arenys con las algaradas embotellonadas de Pozuelo. Su conclusión: "Si la flor y nata de la sociología nacional utiliza esos mimbres para pergeñar sus cestos teóricos, ¿qué debemos esperar de los españolitos de a pie?".
Se me ocurren dos comentarios:
1. Que el autor abusa de la generalización para elevar a represente de toda la sociología española a una sola persona.
2. Que el autor incurre en una falacia comparativa aún mayor que la que denuncia cuando escribe: "El día en que una mayoría cualificada de ciudadanos de Catalunya quieran formar una nación independiente simplemente lo harán, del mismo modo que se vestirían todos de amarillo si así lo decidieran o renunciarían a la siesta. Si uno es demócrata tiene que acostumbrarse a estas cosas y si uno es digamos sociólogo habría que dejar los argumentos extravagantes para los tertulianos de Dónde estás corazón".

Por otro lado, EL PAÍS recoge en su edición de Madrid la noticia del concierto del grupo Motociclón, bajo el siguiente titular: "El sonido de Vallecas. El grupo Motociclón aplica su peculiar sociología del barrio en sus letras". La referencia que el periodista hace a la sociología se explica así:
Hablar con Robértez (la fusión de nombre y apellido: Roberto López), vallecano desde que nació hace 37 años, el vocalista e ideólogo de Motociclón, te introduce en un lenguaje nuevo. Cuando de su boca sale un "ir a mi brondi" quiere decir que "va a su rollo"; cuando suelta "amochambrados" se refiere a "apretados"; "merece la pierna" debe traducirse por "merece la pena" y "de puta Maiden" (homenaje al grupo de heavy Iron Maiden) por "de puta madre"; kerfo es casa y cloncha significa raya de cocaína. Y se despide diciendo: "Un abrazal, tronco". Así habla este sujeto, arrastrando las palabras, tirando de ellas, como si éstas saliesen perezosamente del interior de algún lugar oscuro y les costase ver la luz. Los Motociclón son los jefes de un movimiento surgido en Vallecas, bandas de chavales que reivindican la temática de la periferia.
[...] Motociclón, que se formó hace cinco años, editó un primer disco que ya desde el título era un manifiesto callejero. Himnos de extrarradio se llama y contiene la materia necesaria para licenciarse en sociología vallecana.


En este segundo caso la sociología es presentada como ciencia pegada al terreno, a la realidad de los barrios y de sus gentes.
Son solo dos ejemplos de la imagen que los medios transmiten de nuestra disciplina.