José Manuel Sánchez Ron publicaba el pasado día 24 en BABELIA una reseña del libro Física para futuros presidentes. Con buen criterio, Sánchez Ron ensalza la figura de los (escasos) gobernantes y políticos ilustrados en materias científicas que en el mundo han sido, citando a Franklin y a Napoleón; y con no tan buen criterio lamenta su ausencia en la actualidad: "Francamente, no veo muchos estadistas de este tipo en la actualidad. Y sí muchos maniobreros de la política, personas en cuya biografía no es posible descubrir más que el esfuerzo temprano y continuado por sobresalir en la arena política. Su carrera, su profesión, es la política". ¿Podría uno igualmente lamentar la abundante existencia de "maniobreros de la academia, personas en cuya biografía no es posible descubrir más que el esfuerzo temprano y continuado por sobresalir en la arena académica"? Podría, claro que sí; y al hacerlo estaría lamentando la escasez de mujeres y hombres de ciencia con vocación de intervención política. Pero lamento contra lamento, seguiríamos estando igualmente alejados de la necesaria religación entre política y ciencia.
En este sentido, resulta de interés el artículo de Emilia Barbu y Marie Lavoie "A Parliamentary Career for Scientists and Engineers", publicado en la Canadian Parliamentary Review, donde examinan las razones de la escasa presencia en el Parlamento de Canadá de personas con formación en ciencias físicas y naturales. Dada la creciente relevancia que las cuestiones científicas tienen en muchas decisiones políticas (energía, cambio climático, transgénicos, aborto, eutanasia, pandemias...) resulta fundamental superar la distancia que aún hoy existe entre el conocimiento científico y la práctica política.
En este caso, las investigadoras canadienses se interrogan sobre los motivos por los que la comunidad científica muestra tan poco interés por la vida parlamentaria. Entre estos motivos destacan dos: a) la distinta y no facilmente conciliable temporalidad de las carreras parlamentaria (sometida a los plazos cortos, apresurados e imprevisibles de la política) e investigadora (caracterizada por los plazos largos, escalonada y previsible); b) el colectivismo organizado de la actividad parlamentaria (sometida a decisiones de los partidos) frente a la actividad relativamente autónoma de los investigadores.
De cualquier manera, Lavoie y Barbu consideran que las universidades y las organizaciones profesionales que agrupan a científicos e ingenieros pueden hacer mucho por incentivar entre los investigadores el interés por participar en política. Y ponen como ejemplo el programa Bridging Government and Engineers, orientado a comprometer a los ingenieros en la actividad política.
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